Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa
Por Michelle M. Denham
Si vas a luchar contra un tigre, querida mía, necesitarás
tres cosas: una castaña, un caqui y una mentira ingeniosa.
La omoni de Haewon trajo a casa a la chica del
corazón de tigre y dijo:
—Esta es tu hermana, Hyojin. Ha renacido para nosotras, ¿no
es maravilloso?
La chica del corazón del tigre tenía ojos color ámbar que
ardían, unas líneas rojas en la cara y unos dientes largos y blancos que
resplandecían en la oscuridad. Omoni miró a Haewon como si esperaba que
ella hiciera algo. (Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa). Así que
Haewon rodeó a la chica del corazón del tigre con los brazos y dijo:
—¡Hyojin-ah! Pensé que nunca volvería a verte. Te he echado
mucho de menos.
En respuesta a sus esfuerzos, Haewon recibió un mordisco
brusco en el hombro. Fue como si le clavaran cuatro agujas en la piel de golpe.
Haewon soltó un grito, pero no soltó a la chica tigre.
—¡Hyojin-ah! ¿Cómo te atreves a morder a tu unni?
Deberías mostrarle más respeto a tu hermana mayor.
Se apartó para mirar fijamente a la chica del corazón del
tigre. Le dio un golpecito en la nariz, solo uno.
—Siempre has sido así. Hasta renacida, eres la misma. Ven,
te enseñaré tu antigua habitación.
Haewon cogió a la chica tigre de la mano y Hyojin la siguió,
súbitamente mansa.
--
—Nos deshicimos de tu cama —dijo Haewon—. Para que otra niña
pudiera usarla. Pero nos quedamos con algunas de tus cosas. Este era tu
conejito, lo llamaste Banchan. —Le enseñó el conejo de tela harapiento y casi
esperaba que la tigre lo hiciera jirones. Pero Hyojin olisqueó el conejo y
después lo arrancó de los brazos de Haewon como si pensara que la niña fuera a
quitárselo.
—Huele a ti —dijo Hyojin, y aquello fue lo primero que
Haewon la oyó decir.
—¡Pues claro! ¿Te crees que no eché de menos a mi hermanita?
Solía abrazarlo por las noche, y pensar en ti. Hace muchos años que moriste,
así que es normal que todo huela a mí.
Hyojin caminó de un lado a otro por la habitación, oliéndolo
todo, como si estuviera intentando encontrar pruebas de la niña que había sido
antes de renacer como una tigre.
—¿Cómo morí?
—¡Qué preguntas más tristes haces! —dijo Haewon—. Te pusiste
enferma. Muy enferma. Los médicos y los chamanes no pudieron hacer nada por ti.
Omoni te cocinó sopa de algas,
pero llegó un momento en que no podías ni comer. Yo trataba de alimentarte,
pero tú apartabas la cabeza. Te cepillé el pelo, te canté canciones. ¿Recuerdas
las canciones que te cantaba?
Hyojin negó con la
cabeza.
—Me las inventaba todas —dijo Haewon, sacudiendo la cabeza.
Las lágrimas le escocían en los ojos, mientras pensaba en cantar canciones a su
hermanita moribunda—. Aaah, Hyojin-ah, no me hagas recordar cosas tristes. Ya
no, ahora que has vuelto a nosotras.
Hyojin dejó caer la cabeza.
—Lo siento, unni. Siento haberte mordido.
—¡Pide perdón por ponerme triste! —la reprendió Haewon—.
Pero ahora has vuelto, y somos hermanas de nuevo.
--
Omoni preparaba tteok, su famoso pastel de
arroz, y lo llevaba al mercado para venderlo. La noche que trajo a Hyojin a
casa, nunca llegó al mercado y por eso no trajo dinero a casa.
—Estaba muy emocionada por ver a mi hija de nuevo, así que
le di todo el tteok que llevaba —explicó omoni—. No pasa nada, puedo
hacer más.
—¿Te comiste todos los pasteles de arroz? —gritó Haewon.
—Tenía hambre —respondió Hyojin.
—Pero necesitamos…
—Haewon-ah —dijo omoni—. Sé amable con tu hermana,
acabamos de recuperarla. Vosotras dos: en este mundo, lo único que tenéis es la
una a la otra, ¿entendéis? Podéis ir a jugar mientras hago más pasteles de
arroz.
Haewon cogió la mano de su hermana tigre de nuevo y dejaron
que su madre trabajara en la cocina.
—¿No debería haberme comido todo el tteok? —preguntó
Hyojin—. Unni, ¿os vais a morir de hambre?
Haewon se encogió de hombros porque no confiaba en sí misma
si hablaba. De todas formas, ¿cuánto come un tigre? El tteok que Omoni
vendía apenas era suficiente para alimentarlas a ellas dos. Pero aquí estaba su
hermanita. Omoni contaba con que Haewon quisiera a su hermanita.
--
Aunque tu hermanita se haya reencarnado en una chica de
corazón de tigre, eso no es motivo para llevarla al mercado, donde la gente
solo verá un tigre.
—Debes tener cuidado, Hyojin-ah —dijo Haewon—. Los demás no
te reconocerán, no como omoni y yo. Podrían intentar capturarte con sus
redes.
Hyojin pensó en aquel consejo reflexionando cuidadosamente.
—Podría comérmelos.
—Pero entonces te cazarán —dijo Haewon—. Y volveré a perder
a mi hermanita.
—Podría comérmelos a todos —dijo Hyojin.
—¿Después de todo ese tteok que te has comido? ¿Cómo
de grande es tu estómago?
—Gigantesco. Puedo comerme cualquier cosa. Siempre tengo
hambre.
Haewon trató de no temblar. Los dientes de Hyojin eran muy
afilados y brillaban mucho. Era difícil ver a la niña pequeña en ese momento,
cuando se parecía tanto a las personas con corazón de tigre de acechan en la
noche.
—Si tienes hambre, puedes comer esto —dijo Haewon, y sacó
uno de sus caquis deshidratados del bolsillo. Hyojin se encogió y se apartó al
ver el gojgam, y Haewon recordó tarde que las personas con corazón de tigre
pensaban que esos regalos del invierno eran peligrosos—. ¡Te gustaban
muchísimo! Los comparto contigo hoy porque es un día especial, pero no los
compartiré de nuevo. Están deliciosos, y son míos.
Los ojos de Hyojin no abandonaron el caqui deshidratado.
Dijo:
—Más peligrosos que yo.
—Puede, puede… —dijo Haewon. Amenazarle con un oso hambriento
no hará que un bebé deje de llorar; amenazarle con lobos no hará que deje de
llorar; amenazarle con los tigres no hará que deje de llorar. Pero un bebé
dejará de llorar ante la imagen de un caqui, así que los caquis deben ser más
peligrosos que los tigres. La reacción de Hyojin hizo que Haewon pensara que
todas las historias que se contaban sobre los tigres debían ser reales.
—Si no lo quieres, me lo como yo —dijo, y le dio un mordisco
a la gojgam y masticó. Sabía dulce y se le pegaba a los dientes. Hyojin le
quitó el gojgam a Haewon de las manos, sus garras arañaron la parte suave de la
palma de la mano de Haewon como un corte de papel. Haewon no gritó, porque
sabía que lo único que conseguiría sería alterar a Hyojin. La chica de corazón
de tigre olfateó el caqui antes de meterse la fruta entera en la boca.
—Glotona —la reprendió Haewon—. Está rico, ¿verdad? ¿No te
lo había dicho?
Hyojin asintió.
—Gracias, unni.
--
No podías mantener a una persona con corazón de tigre dentro
de casa, aunque fuera tu hermana. Hyojin se negaba a dormir en la habitación
desaparecía en el bosque que rodeaba la casa.
—¿Regresará? —preguntó Haewon. Miró fijamente a la oscuridad
y pensó en que no había nada tan negro como un bosque por la noche. Deseó que
el bosque fuera tan silencioso como oscuro, pero crujía, piaba y croaba con
todo viviendo y creciendo en su interior.
—Es tu hermana —dijo omoni, rodeando con el brazo los
hombros de Haewon, agarrándola con fuerza—. Regresará.
—Omoni, ¿cómo ocurrió? —preguntó Haewon, bajando la
voz.
—Shhh, Haewon-ah. Recuerda lo que te conté sobre los tigres.
—Omoni tiró de Haewon, dirigiéndola hacia el interior de la casa. Era
hora de dormir, pero dormir era imposible. Haewon dio vueltas toda la noche,
pensando en su hermanita con corazón de tigre.
--
Las personas con corazón de tigre se veían con frecuencia:
no temían demasiado a la gente, y entraban en los poblados tranquilamente sin
que nadie los detuviera (¿Quién se atrevería a hacerlo?).
Eran grandes y toscos y tenían hambre. Siempre tenían
hambre. Los comerciantes se desesperaban cuando veían a un tigre rondando por
ahí, porque un persona con corazón de tigre no tenía problema en exigir toda la
comida que tenían para vender. Una persona con corazón de tigre se comería todo
el tteok que tuvieras, y cuando no quedara tteok, te comería a
ti.
A veces se vestían con ropa humana, y hacían cosas de
humanos. En ocasiones, se comían a la madre de alguien, se vestían con su ropa
y se unían a la casa. Todo el mundo conocía a alguien a quien algo así le había
pasado: una madre, una abuela, una vecina amable. La persona con corazón de
tigre se ponía la ropa de la persona devorada e infiltraba la casa de las
personas de luto, y cuando llegaba el momento correcto, se comían al resto de
la familia.
La gente había dejado de intentar entender a las personas
con corazón de tigre. No podías razonar con ellos, no podías hacer que
empatizaran contigo. Simplemente tomaban, tomaban y tomaban.
Había muchas formar de ser devorado, y las personas con
corazón de tigre las practicaban todas.
--
Hyojin regresaba dos veces al mes, y en cada ocasión traía
un jabalí muerto.
La primera vez, dejó caer el cadáver ensangrentado en el
suelo y sonrió con todos esos dientes. Haewon pensó que aquello era algún tipo
de amenaza, pero omoni lo entendió al instante.
—¡Ay, qué chica más inteligente es mi Hyojin! —dijo, dándole
palmaditas en la cabeza a Hyojin—. Qué hija tan maravillosa eres.
A Hyojin claramente le gustaba recibir elogios. Se
engrandeció y miró furtivamente a Haewon para ver si reaccionaba al ser
desplazada como la hija más obediente. Pero una vez había comprendido lo que
estaba ocurriendo, Haewon se sintió demasiado emocionada por el jabalí como
para sentir celos.
—Omoni,
podemos hacer meun doeji bulgogi para cenar. ¿Podemos?
—Sí,
Haewon-ah. Juega con tu hermana, voy a cocinarnos un banquete.
—Podríamos
comernos el jabalí ahora —protestó Hyojin, mientras Haewon la agarraba de la
mano.
—Estará
más rico marinado y picante. ¡Y con arroz! —Haewon hizo una pausa, y después
añadió con seguridad—. Meun doeji bulgogi era tu comida favorita. Seguro que
ahora también te gustará. Incluso reencarnada, eres la misma Hyojin.
--
De
forma inevitable, los otros habitantes de la aldea lo descubrieron. Se
convirtieron en una familia con un tigre en casa, igual que en esas otras
historias.
Los
vecinos de Haewon le lanzaban miradas cuando ella pasaba por delante de ellos:
miradas de pena, de terror. Le cerraban las puertas en las narices. Los niños
la espiaban por la ventana para luego desaparecer de la vista, muy
probablemente arrastrados por sus padres ansiosos.
—Haewon-ah
—le dijo la señora Kim, que venía huevos en el mercado—. ¿No sabes que…?
—No
es lo mismo —dijo rápidamente Haewon—. Hyojin es mi hermana pequeña,
reencarnada. No lleva la cara de mi hermana y pretende ser ella. Es mi
hermana de verdad.
—Pero,
Haewon-ah…
—No
le hará daño a nadie. Se lo dirá a todo el mundo, ¿verdad? No va a hacerle daño
a nadie. —Haewon pagó rápidamente por los huevos y se marchó corriendo, antes
de que la señora Kim pudiera señalar lo que todo el mundo sabía.
No
era lo mismo, se dijo a sí misma Haewon. Pero en algunas cosas sí era lo mismo.
La presencia de una persona con corazón de tigre significaba que debías tener
cuidado con lo que decías y lo que hacías. Atraer la atención de un tigre
implicaba atraer la ira de un tigre. Tenías que adaptarte. Te quedabas en el
interior de la casa, no expresabas tus pensamientos, te pasabas mucho tiempo
pretendiendo que todo era normal.
Había
muchas formas de ser devorado, y en ocasiones era una violencia que ejercías
contra ti mismo. Tu existencia menguaba silenciosamente hasta que no quedaba
nada más.
Pero
no con Hyojin, pensó rápidamente Haewon; se reprendió a sí misma por su lógica
de pensamiento. Hyojin era su hermana pequeña, que había regresado con ellas. Y
puede que hubiera regresado como una persona con corazón de tigre, pero seguía
siendo Hyojin.
--
En
ocasiones, después de que Hyojin trajera el jabalí, se quedaba un tiempo. Omoni
montaba un escándalo todas y cada una de las veces:
—Mira
tu ropa, Hyojin-ah. ¡Estás sucísima! ¿Cuándo fue la última vez que te lavaste
la cara? —Omoni balanceó la cabeza de Hyojin levantándole la cara por la
barbilla, lo que a Haewon le pareció muy valiente teniendo en cuenta lo que a
Hyojin le gustaba morder todavía. Pero Hyojin se limitó a cerrar los ojos y
suspirar.
Omoni
cogió una toalla mojada y un cepillo y comenzó el proceso de acicalar a su hija
de corazón de tigre.
—¿Cómo
era antes? —preguntó Hyojin, con los ojos cerrados todavía mientras omoni
le cepillaba el pelo. Por encima de su cabeza, omoni miró a Haewon.
—Muy
parecida a como eres ahora, ¡salvaje e indisciplinada! —dijo Haewon.
—Pero
contadme una historia. ¿Cómo era yo en mi vida pasada?
—Siempre
fuiste mi amable Hyojin —dijo omoni—. Siempre tan atenta.
Haewon
se dio cuenta de que aquello no sería suficiente. Hyojin quería una historia.
—En
una ocasión fuimos a dar un paseo por las montañas —comenzó—. Hace mucho
tiempo. Yo era más pequeña de lo que eres tú ahora, y tú eras prácticamente un
bebé. Me seguías a todas partes desde que aprendiste a caminar.
»No
deberíamos haber ido a las montañas, no sin omoni. Pronto se hizo de
noche y nos perdimos…
—Yo
jamás me perdería —respondió Hyojin con ira.
—Ahora
no, pero entonces eras un bebé, ¿recuerdas? Una bebé pequeña y rechoncha que no
podía caminar muy lejos. Tuve que llevarte en brazos, y pesabas mucho. Yo me
cansé…
—Porque
tus brazos eran débiles.
—Vale,
sí, porque mis brazos eran débiles. Pronto se hizo de noche, así que subimos a
un árbol para dormir. Pero ¡creo que yo no dormí nada esa noche! Oímos a los
fantasmas y a los duendes hablar sobre cómo nos comerían si tocábamos tierra.
Te abracé toda la noche y cuando llegó la mañana, omoni nos encontró y
nos llevó a casa.
Hyojin
había abierto los ojos durante aquel discurso. Miró a Haewon y parpadeó
lentamente.
—Yo
me comería a cualquier duende.
—Sí,
ahora —asintió Haewon—. Creo que por eso has regresado como una chica con
corazón de tigre. Para no tener que sentir miedo nunca más.
—Para
que tú no sientas miedo nunca más —dijo Hyojin.
—Yo…
—Haewon se interrumpió y miró fijamente a su hermana con corazón de tigre—. Sí.
Tienes razón. Ya no le tengo miedo a nada.
--
No
haces muchos amigos cuando tienes una hermana con corazón de tigre, y nadie te
quiere como esposa o nuera. Haewon lo entendía, pero era algo a lo que omoni
le daba vueltas.
—Ya
tienes dieciséis años, Haewon-ah. Me preocupa que no encuentres otra casa…
—No
necesito un marido —respondió Haewon.
—No
es porque no tengas opciones —dijo omoni. Omoni era famosa por su
tteok, y ahora también por su carne de jabalí. Al tener un suministro constante
de jabalí dos veces al mes, omoni lo compartía astutamente con los
vecinos cuando podía, para que no sintieran envidia. O peor, miedo. Omoni
y Haewon no caían bien, pero se las respetaba.
—Pero
no lo necesito.
Era
algo en lo que Haewon había pensado mucho desde aquel día en que había vuelto a
casa con Eunjoo, una de las pocas chicas que todavía soportaba pasear con
Haewon.
Habían
cogido un atajo por el bosque de Hyojin, y Eunjoo se había aferrado al brazo de
Haewon todo el camino.
—¿Estás
segura de que no…?
—Hyojin
no le hará daño a nadie —dijo Haewon, impaciente por tener que decir aquello
por tercera vez. Pero entonces ambas escucharon un gruñido grave, y Haewon tiró
de Eunjoo hacia un lado y comenzó a empujarla para que subiera a un árbol.
—Acabas
de decir que ella no…
—Ese
no es Hyojin —respondió Haewon, mientras subía a toda prisa al árbol,
deteniéndose a veces para ayudar y asegurar a Eunjoo.
Conocía
los sonidos que hacía Hyojin: desde el tono de su gruñido, hasta la velocidad
de sus pisadas. Y efectivamente, un gran hombre con corazón de tigre apareció,
levantó la mirada hacia el árbol y sonrió.
Hacía
mucho tiempo que Haewon veía una persona con corazón de tigre que no fuera su
hermana. El hombre era muy grande, en corpulencia y en altura, y sus dientes
parecían mucho más largos que los de Hyojin, y eran mucho más amarillos. Sus
ojos eran rojos, estaban rodeados de un círculo oscuro, y las rayas en su cara
eran serradas, lo que hacía parecer que siempre estaba gruñendo incluso cuando
no lo hacía.
—Bajad,
pequeñas —dijo, y sacudió el árbol. Un hombre de corazón de tigre puede talar
un árbol para alcanzar su presa, pero todo el mundo sabía que de todas formas
lo mejor era trepar a uno.
—Haewon
—gimoteó Eunjoo.
Haewon
pensó que odiaría ser tan inútil. En su bolsillo guardaba las bolas espinosas
de las castañas, exactamente como su madre le había dicho que hiciera, y las
dejó caer al suelo delante del hombre de corazón de tigre.
El
hombre de corazón de tigre pegó un salto ante aquella presencia súbita. Las
olfateó, pero se alejó bruscamente.
—Tenga
cuidado con los erizos, ajusshi —gritó desde arriba Haewon. El tigre
retrocedió, incapaz de ver la diferencia entre un erizo que pinchaba las patas
y una castaña con espinas, que pinchaba menos. Le lanzó una mirada iracunda a
las castañas y luego miró hacia el árbol.
Fue
suficiente. Una distracción lo suficientemente larga, y entonces Hyojin salió a
toda velocidad de entre los arbustos y se lanzó contra el hombre de corazón de
tigre que había en su territorio.
Hyojin
era más pequeña, pero también más feroz, y el hombre salió huyendo. A las
personas con corazón de tigre lo que más les importa es que sus comidas sean
fáciles de conseguir, y aquella estaba demostrando dar muchos problemas. Salió
corriendo, y Hyojin corrió detrás de él. Haewon comenzó a descender, haciendo
lo que podía por calmar su cuerpo tembloroso.
En
tierra, comenzó a recoger las castañas.
—¿Por
qué haces eso? Déjalas ahí —dijo Eunjoo.
—No
quiero que Hyojin las vea y se asuste. —Dijo Haewon, mientras volvía a meterse
las castañas en el bolsillo.
—¡Déjala!
Que se asuste, antes de que se coma…
—Es
mi hermana pequeña —respondió Haewon.
—Estás
loca —dijo Eunjoo, y se marchó corriendo, sin querer arriesgarse a encontrar a
otra persona con corazón de tigre que pudiera regresar.
Mientras
Haewon esperaba a que su hermana regresara decidió que estaba mejor sola. Su
madre le había contado las únicas cosas que iba a necesitar: una castaña, un
caqui y una mentira ingeniosa, y eso era la único que jamás necesitaría.
Si
podías luchar contra una persona con un corazón de tigre, podrías luchar contra
cualquier cosa que intentara devorarte.
--
Sí
que hubo alguien que le pidió matrimonio a Haewon. La madre de Minho vino a
hablar con la madre de Haewon y conversaron sobre el tema durante horas. Las
madres habían llegado a un acuerdo entre ellas, pero Haewon tenía otra opinión.
Le dijo a Minho directamente que estaba perdiendo el tiempo.
—No
voy a abandonar a mi familia —explicó brevemente.
—Y
por familia te refieres a tu madre y a esa criatura con corazón de tigre que
finges que es tu hermana —respondió Minho.
Haewon
deseó darle un puñetazo en la cara.
—Es
mi hermana.
—Vale
—dijo Minho, y sonrió de tal forma que hizo que tuviera más ganas de golpearle.
—¿Por
qué quieres casarte conmigo? —exigió saber ella—. Cásate con Eunjoo. A ella le
gusta tu cara.
—Pero
tú y yo tenemos mucha confianza. Nos conocemos desde que éramos niños —dijo
Minho.
—Y
en todo ese tiempo nunca nos hemos gustado.
—No
te dan miedo los tigres y se te da bien mentir. Creo que esas cualidades hacen
una buena esposa.
—Estás
loco —dijo Haewon. Por dentro se sentía muy alagada. Más que si él hubiera
intentado elogiar su belleza o su elegancia.
—No
me rendiré —dijo Minho. Él y su madre se marcharon de mejor humor del que ella
consideraba justificado.
—Podría
comérmelo —dijo Hyojin más tarde.
—No
comes gente, Hyojin-ah —le recordó Haewon.
Hyojin
cambió su peso de un pie a otro y miró fijamente a un punto alejado.
—¡Hyojin!
¿Te has comido a alguien?
—A
un vendedor ambulante —murmuró—. Y a un hombre con corazón de tigre. Los dos
mintieron y me enfadaron.
Haewon
no sabía que las personas con corazón de tigre se comían entre sí.
—¿Qué
mentira dijeron?
—Dijeron
que yo no soy tu hermana. Pero sí que lo soy. Así que me enfadé y me los comí.
Aquella
parecía una buena razón para comerse a alguien, según Haewon.
—No
se lo digas a omoni.
—No
lo haré.
—Y
no te comas a Minho. —Hyojin no respondió, así que Haewon le dio un empujón con
el pie—. No voy a casarme con él, pero no te lo comas. ¿Lo prometes?
—Vale.
Si no te marchas. Entonces vale.
--
Omoni
empezó a enfermar cuando Haewon cumplió los veintiuno, y entonces empezaron a
mentirse la una a la otra todos los días.
—Pues
claro que me pondré mejor —decía omoni.
—Sí,
cada vez te ves más sana —respondía Haewon.
Hyojin
se quedó cerca de la casa. En alguna ocasión hasta dormía dentro de la casa,
apoyada contra la pared bajo la ventana. Eso demostraba que hay algunas
mentiras que hasta los tontos con corazón de tigre no se creen.
En
su último día, omoni se dirigió a Haewon y le dijo:
—Deberías
casarte con Minho.
—¡Omoni!
¡No malgastes tus energías en esto!
—Haewon,
vas a necesitar una familia.
—Tengo
una familia —respondió Haewon.
Pero
omoni la miró sin decir nada, y luego levantó la mano para darle unas
palmaditas a la mejilla de Haewon.
—Una
castaña, un caqui y una mentira ingeniosa. Escuchaste las historias que te
conté.
—Omoni…
—A
veces, a veces no es suficiente. El mundo lo devora todo. Cuida de tu
hermanita.
Al
final, Haewon pensó que tal vez hasta omoni se creyó sus propias
mentiras.
--
Hyojin
no podía parar de llorar. Se hizo una bola y aulló. Era un sonido lastimero y
le rompió el corazón a Haewon. Rodeó los hombros de Hyojin con los brazos, pero
Hyojin la apartó de un empujón y lloró más fuerte. A lo largo de los años,
Hyojin había crecido como lo hacían las personas con corazón de tigre: alta,
ancha y poderosa. Fue muy extraño ver que su hermanita ahora era más grande que
ella.
—La
echo de menos —dijo Hyojin—. Echo de menos a omoni. Quiero que vuelva.
—Lo
sé, lo sé. —Haewon se dijo a sí misma que ella sería la fuerte, como debería
serlo la hermana mayor. Pero las lágrimas de Hyojin la desarmaron por completo,
así que empezó a llorar también. Solo entonces Hyojin la rodeó con los brazos y
lloró en su regazo. Haewon acarició el pelo de Hyojin y lloró y lloró.
--
Hyojin
no estaba comiendo. No salía al bosque, y no iba de caza, y no comía ni dormía.
Haewon hirvió arroz para hacer chuk y espolvoreó unas semillas de sésamo
encima, como solía hacer omoni. Cunado el arroz formó una sopa cremosa,
tomó una cucharada de chuk y sopló tres veces, como solía hacer omoni.
La levantó y se la acercó a Hyojin a la boca y obligó a la tigre a comer. Pero
Hyojin solo permitió aquello durante tres cucharadas antes de apartar la mano
de Haewon sacudiendo las manos.
—Hyojin, tienes que comer. Tienes que escucharme. Soy tu
hermana mayor, y tienes que escucharme —suplicó Haewon. Dio tirones a los
brazos de Hyojin, la sacudió con toda la fuerza que le quedaba.
Miró a los ojos a su hermana. Había algo pesado en la forma en
la que Hyojin la miraba: algo antiguo, cargado de un recuerdo ancestral entre
depredador y presa. Pero no había peligro allí. Solo una tristeza profunda y
una inevitabilidad trágica.
--
El día que Haewon se despertó y la casa estaba vacía,
comenzó a procesar el duelo por su hermana.
Sabía, en lo más profundo de su ser, que Hyojin estaba
muerta. En ese momento, quiso que el dolor también se la llevara a ella. Sin
madre ni hermana, ¿qué sentido tenía seguir adelante?
La mañana pasó en una bruma iracunda. Sin otra cosa que
hacer, Haewon comenzó a limpiar la casa, pero no le estaba prestando atención a
sus actos. Todos sus pensamientos eran una letanía de rabia, repetida una y
otra vez.
«¡Yo también la quería, Hyojin! ¡Era mi madre antes
de ser la tuya! Y yo sigo adelante, porque tengo que seguir adelante, igual que
tú deberías haberlo hecho. ¿No me quieres a mí lo suficiente? ¿No
podrías haberte quedado por mí? ¡Eras lo único que me quedaba! Cómo has podido,
cómo has podido, cómo has podido».
Hasta que lo único que pudo hacer fue derrumbarse, plegarse
sobre sí misma como una grulla de origami que alguien hubiera pisado, y
permanecer en el suelo durante horas.
--
Para cuando pudo incorporarse de nuevo, era una criatura
vaciada y nada podía hacerle daño ya. Así que la llamada a la puerta llegó en
el momento justo, porque ya no podía hacer nada por ella. Aun así, no era bien
recibido, pero Haewon se movió para responder de todas formas, al darse cuenta
de que en algún momento tendría que recomponer los fragmentos de sí misma.
Era Minho. Estaba serio, y sus ojos mostraban lástima, y
antes de que dijera nada, lo supo.
—Hyojin —dijo ella. Miró detrás de Minho y vio a unos
cuantos de los aldeanos, y una camilla cubierta con una tela blanca, con una
forma indiscutible bajo ella. Ya había llorado y se había derrumbado, y por eso
no lloró y se derrumbó en ese momento—. ¿Qué ha pasado?
No cabía duda en su cabeza de que Hyojin había huido al
bosque para morir, así que no lograba entender por qué la tendrían ellos ahora,
por qué la habían traído de vuelta.
—Un grupo de personas con corazón de tigre —dijo brevemente
Minho—. Estaban destruyendo la aldea. Perdimos a la familia Park y al
verdulero.
—Hyojin —dijo Haewon, porque en aquel momento no podía
sentir lástima por la familia Park o por el verdulero.
Minho habló como si estuviera eligiendo cada palabra en el
mercado y las estuviera inspeccionando antes de adquirirlas.
—Nos salvó a todos. Nadie esperaba que lo hiciera, nunca
antes le habíamos importado. Creo que debía de estar pensando solo en ti.
--
Se celebró un funeral, algo que Haewon no esperaba, y
asistió mucha gente, lo que le hizo pensar a Haewon que Minho había dicho la
verdad. Solo la gratitud o la culpa podían arrastrar a la gente al funeral de
una persona con corazón de tigre.
—Lo siento —dijo Minho, una vez había terminado todo.
Haewon tenía dificultades para expresar lo que quería decir.
Parte de ella no podía pensar en Minho y en nada de lo que él decía, porque
seguía pensando en Hyojin. «¿Moriste para salvarme? ¿O los aldeanos ya no se
fiaban de ti porque omoni ya no estaba? ¿Estabas buscando una forma de
morir? Si morirías por mí, ¿por qué no podías vivir por mí? ¿Era tu dolor más
importante que el mío? ¿Qué se supone que debo hacer con todo este dolor que
siento?».
—Regresó a nosotras una vez. Puede que vuelva a hacerlo
—dijo Haewon.
Minho se sobresaltó. Miró su cara con detenimiento y después
dijo con delicadeza:
—¿De verdad crees que…?
No le ayudó a terminar aquella frase. Quería saber si se
atrevería a terminarla.
—Te conozco desde que éramos pequeños, Haewon. Hemos crecido
juntos —dijo Minho al fin, y sonó desafiante—. Sé que nunca tuviste una hermana
pequeña.
Ah. Así que así se sentía escuchar las palabras en voz alta.
No le hicieron tanto daño como había pensado que le harían. No tanto como
enterrar a omoni. No tanto como incinerar a Hyojin.
—Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa —dijo Haewon,
pero no importaba de ninguna forma si Minho estaba allí para escucharla—. Así
es como luchas contra una persona con corazón de tigre. Omoni salió a
vender sus pasteles de arroz, pero se le olvidó llevar castañas o caquis, y
cuando el tigre la atacó, se conformó con la mentira ingeniosa. «Eres mi hija,
que murió hace poco. Has renacido como una persona con corazón de tigre, me
alegro tantísimo de verte de nuevo». Los tigres son tan estúpidos, se creen
cualquier cosa…
La voz de Haewon se quebró en esa última palabra mientras
asfixiaba un sollozo. No habló durante unos minutos, asegurándose de que no
volvería a romper a llorar.
—Entiendes entonces que seguía siendo un monstruo que comía
gente. Una de esas criaturas que devoran nuestra tierra, nuestra cultura,
nuestra gente. —La voz de Minho sonaba contenida y firme. Realizaba
afirmaciones y dibujaba líneas a su alrededor como si eso pudiera mantener el
mundo en cajas ordenadas. Los hechos de Minho colocaban a la verdad en una caja
y las mentiras en otra como si eso significara que nunca se mezclan.
—Sí, era todas esas cosas —respondió Haewon—. Pero no lo
entiendes. Era una hermanita maravillosa. Era una hija maravillosa.
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