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lunes, 11 de diciembre de 2023

Capítulo #79 - Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa, de Michelle M. Denham

Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa

Por Michelle M. Denham

 

Si vas a luchar contra un tigre, querida mía, necesitarás tres cosas: una castaña, un caqui y una mentira ingeniosa.

La omoni de Haewon trajo a casa a la chica del corazón de tigre y dijo:

—Esta es tu hermana, Hyojin. Ha renacido para nosotras, ¿no es maravilloso?

La chica del corazón del tigre tenía ojos color ámbar que ardían, unas líneas rojas en la cara y unos dientes largos y blancos que resplandecían en la oscuridad. Omoni miró a Haewon como si esperaba que ella hiciera algo. (Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa). Así que Haewon rodeó a la chica del corazón del tigre con los brazos y dijo:

—¡Hyojin-ah! Pensé que nunca volvería a verte. Te he echado mucho de menos.

En respuesta a sus esfuerzos, Haewon recibió un mordisco brusco en el hombro. Fue como si le clavaran cuatro agujas en la piel de golpe. Haewon soltó un grito, pero no soltó a la chica tigre.

—¡Hyojin-ah! ¿Cómo te atreves a morder a tu unni? Deberías mostrarle más respeto a tu hermana mayor.

Se apartó para mirar fijamente a la chica del corazón del tigre. Le dio un golpecito en la nariz, solo uno.

—Siempre has sido así. Hasta renacida, eres la misma. Ven, te enseñaré tu antigua habitación.

Haewon cogió a la chica tigre de la mano y Hyojin la siguió, súbitamente mansa.

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—Nos deshicimos de tu cama —dijo Haewon—. Para que otra niña pudiera usarla. Pero nos quedamos con algunas de tus cosas. Este era tu conejito, lo llamaste Banchan. —Le enseñó el conejo de tela harapiento y casi esperaba que la tigre lo hiciera jirones. Pero Hyojin olisqueó el conejo y después lo arrancó de los brazos de Haewon como si pensara que la niña fuera a quitárselo.

—Huele a ti —dijo Hyojin, y aquello fue lo primero que Haewon la oyó decir.

—¡Pues claro! ¿Te crees que no eché de menos a mi hermanita? Solía abrazarlo por las noche, y pensar en ti. Hace muchos años que moriste, así que es normal que todo huela a mí.

Hyojin caminó de un lado a otro por la habitación, oliéndolo todo, como si estuviera intentando encontrar pruebas de la niña que había sido antes de renacer como una tigre.

—¿Cómo morí?

—¡Qué preguntas más tristes haces! —dijo Haewon—. Te pusiste enferma. Muy enferma. Los médicos y los chamanes no pudieron hacer nada por ti. Omoni te cocinó sopa de algas, pero llegó un momento en que no podías ni comer. Yo trataba de alimentarte, pero tú apartabas la cabeza. Te cepillé el pelo, te canté canciones. ¿Recuerdas las canciones que te cantaba?

Hyojin negó con la cabeza.

—Me las inventaba todas —dijo Haewon, sacudiendo la cabeza. Las lágrimas le escocían en los ojos, mientras pensaba en cantar canciones a su hermanita moribunda—. Aaah, Hyojin-ah, no me hagas recordar cosas tristes. Ya no, ahora que has vuelto a nosotras.

Hyojin dejó caer la cabeza.

—Lo siento, unni. Siento haberte mordido.

—¡Pide perdón por ponerme triste! —la reprendió Haewon—. Pero ahora has vuelto, y somos hermanas de nuevo.

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Omoni preparaba tteok, su famoso pastel de arroz, y lo llevaba al mercado para venderlo. La noche que trajo a Hyojin a casa, nunca llegó al mercado y por eso no trajo dinero a casa.

—Estaba muy emocionada por ver a mi hija de nuevo, así que le di todo el tteok que llevaba —explicó omoni—. No pasa nada, puedo hacer más.

—¿Te comiste todos los pasteles de arroz? —gritó Haewon.

—Tenía hambre —respondió Hyojin.

—Pero necesitamos…

—Haewon-ah —dijo omoni—. Sé amable con tu hermana, acabamos de recuperarla. Vosotras dos: en este mundo, lo único que tenéis es la una a la otra, ¿entendéis? Podéis ir a jugar mientras hago más pasteles de arroz.

Haewon cogió la mano de su hermana tigre de nuevo y dejaron que su madre trabajara en la cocina.

—¿No debería haberme comido todo el tteok? —preguntó Hyojin—. Unni, ¿os vais a morir de hambre?

Haewon se encogió de hombros porque no confiaba en sí misma si hablaba. De todas formas, ¿cuánto come un tigre? El tteok que Omoni vendía apenas era suficiente para alimentarlas a ellas dos. Pero aquí estaba su hermanita. Omoni contaba con que Haewon quisiera a su hermanita.

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Aunque tu hermanita se haya reencarnado en una chica de corazón de tigre, eso no es motivo para llevarla al mercado, donde la gente solo verá un tigre.

—Debes tener cuidado, Hyojin-ah —dijo Haewon—. Los demás no te reconocerán, no como omoni y yo. Podrían intentar capturarte con sus redes.

Hyojin pensó en aquel consejo reflexionando cuidadosamente.

—Podría comérmelos.

—Pero entonces te cazarán —dijo Haewon—. Y volveré a perder a mi hermanita.

—Podría comérmelos a todos —dijo Hyojin.

—¿Después de todo ese tteok que te has comido? ¿Cómo de grande es tu estómago?

—Gigantesco. Puedo comerme cualquier cosa. Siempre tengo hambre.

Haewon trató de no temblar. Los dientes de Hyojin eran muy afilados y brillaban mucho. Era difícil ver a la niña pequeña en ese momento, cuando se parecía tanto a las personas con corazón de tigre de acechan en la noche.

—Si tienes hambre, puedes comer esto —dijo Haewon, y sacó uno de sus caquis deshidratados del bolsillo. Hyojin se encogió y se apartó al ver el gojgam, y Haewon recordó tarde que las personas con corazón de tigre pensaban que esos regalos del invierno eran peligrosos—. ¡Te gustaban muchísimo! Los comparto contigo hoy porque es un día especial, pero no los compartiré de nuevo. Están deliciosos, y son míos.

Los ojos de Hyojin no abandonaron el caqui deshidratado. Dijo:

—Más peligrosos que yo.

—Puede, puede… —dijo Haewon. Amenazarle con un oso hambriento no hará que un bebé deje de llorar; amenazarle con lobos no hará que deje de llorar; amenazarle con los tigres no hará que deje de llorar. Pero un bebé dejará de llorar ante la imagen de un caqui, así que los caquis deben ser más peligrosos que los tigres. La reacción de Hyojin hizo que Haewon pensara que todas las historias que se contaban sobre los tigres debían ser reales.

—Si no lo quieres, me lo como yo —dijo, y le dio un mordisco a la gojgam y masticó. Sabía dulce y se le pegaba a los dientes. Hyojin le quitó el gojgam a Haewon de las manos, sus garras arañaron la parte suave de la palma de la mano de Haewon como un corte de papel. Haewon no gritó, porque sabía que lo único que conseguiría sería alterar a Hyojin. La chica de corazón de tigre olfateó el caqui antes de meterse la fruta entera en la boca.

—Glotona —la reprendió Haewon—. Está rico, ¿verdad? ¿No te lo había dicho?

Hyojin asintió.

—Gracias, unni.

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No podías mantener a una persona con corazón de tigre dentro de casa, aunque fuera tu hermana. Hyojin se negaba a dormir en la habitación desaparecía en el bosque que rodeaba la casa.

—¿Regresará? —preguntó Haewon. Miró fijamente a la oscuridad y pensó en que no había nada tan negro como un bosque por la noche. Deseó que el bosque fuera tan silencioso como oscuro, pero crujía, piaba y croaba con todo viviendo y creciendo en su interior.

—Es tu hermana —dijo omoni, rodeando con el brazo los hombros de Haewon, agarrándola con fuerza—. Regresará.

Omoni, ¿cómo ocurrió? —preguntó Haewon, bajando la voz.

—Shhh, Haewon-ah. Recuerda lo que te conté sobre los tigres. —Omoni tiró de Haewon, dirigiéndola hacia el interior de la casa. Era hora de dormir, pero dormir era imposible. Haewon dio vueltas toda la noche, pensando en su hermanita con corazón de tigre.

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Las personas con corazón de tigre se veían con frecuencia: no temían demasiado a la gente, y entraban en los poblados tranquilamente sin que nadie los detuviera (¿Quién se atrevería a hacerlo?).

Eran grandes y toscos y tenían hambre. Siempre tenían hambre. Los comerciantes se desesperaban cuando veían a un tigre rondando por ahí, porque un persona con corazón de tigre no tenía problema en exigir toda la comida que tenían para vender. Una persona con corazón de tigre se comería todo el tteok que tuvieras, y cuando no quedara tteok, te comería a ti.

A veces se vestían con ropa humana, y hacían cosas de humanos. En ocasiones, se comían a la madre de alguien, se vestían con su ropa y se unían a la casa. Todo el mundo conocía a alguien a quien algo así le había pasado: una madre, una abuela, una vecina amable. La persona con corazón de tigre se ponía la ropa de la persona devorada e infiltraba la casa de las personas de luto, y cuando llegaba el momento correcto, se comían al resto de la familia.

La gente había dejado de intentar entender a las personas con corazón de tigre. No podías razonar con ellos, no podías hacer que empatizaran contigo. Simplemente tomaban, tomaban y tomaban.

Había muchas formar de ser devorado, y las personas con corazón de tigre las practicaban todas.

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Hyojin regresaba dos veces al mes, y en cada ocasión traía un jabalí muerto.

La primera vez, dejó caer el cadáver ensangrentado en el suelo y sonrió con todos esos dientes. Haewon pensó que aquello era algún tipo de amenaza, pero omoni lo entendió al instante.

—¡Ay, qué chica más inteligente es mi Hyojin! —dijo, dándole palmaditas en la cabeza a Hyojin—. Qué hija tan maravillosa eres.

A Hyojin claramente le gustaba recibir elogios. Se engrandeció y miró furtivamente a Haewon para ver si reaccionaba al ser desplazada como la hija más obediente. Pero una vez había comprendido lo que estaba ocurriendo, Haewon se sintió demasiado emocionada por el jabalí como para sentir celos.

Omoni, podemos hacer meun doeji bulgogi para cenar. ¿Podemos?

—Sí, Haewon-ah. Juega con tu hermana, voy a cocinarnos un banquete.

—Podríamos comernos el jabalí ahora —protestó Hyojin, mientras Haewon la agarraba de la mano.

—Estará más rico marinado y picante. ¡Y con arroz! —Haewon hizo una pausa, y después añadió con seguridad—. Meun doeji bulgogi era tu comida favorita. Seguro que ahora también te gustará. Incluso reencarnada, eres la misma Hyojin.

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De forma inevitable, los otros habitantes de la aldea lo descubrieron. Se convirtieron en una familia con un tigre en casa, igual que en esas otras historias.

Los vecinos de Haewon le lanzaban miradas cuando ella pasaba por delante de ellos: miradas de pena, de terror. Le cerraban las puertas en las narices. Los niños la espiaban por la ventana para luego desaparecer de la vista, muy probablemente arrastrados por sus padres ansiosos.

—Haewon-ah —le dijo la señora Kim, que venía huevos en el mercado—. ¿No sabes que…?

—No es lo mismo —dijo rápidamente Haewon—. Hyojin es mi hermana pequeña, reencarnada. No lleva la cara de mi hermana y pretende ser ella. Es mi hermana de verdad.

—Pero, Haewon-ah…

—No le hará daño a nadie. Se lo dirá a todo el mundo, ¿verdad? No va a hacerle daño a nadie. —Haewon pagó rápidamente por los huevos y se marchó corriendo, antes de que la señora Kim pudiera señalar lo que todo el mundo sabía.

No era lo mismo, se dijo a sí misma Haewon. Pero en algunas cosas sí era lo mismo. La presencia de una persona con corazón de tigre significaba que debías tener cuidado con lo que decías y lo que hacías. Atraer la atención de un tigre implicaba atraer la ira de un tigre. Tenías que adaptarte. Te quedabas en el interior de la casa, no expresabas tus pensamientos, te pasabas mucho tiempo pretendiendo que todo era normal.

Había muchas formas de ser devorado, y en ocasiones era una violencia que ejercías contra ti mismo. Tu existencia menguaba silenciosamente hasta que no quedaba nada más.

Pero no con Hyojin, pensó rápidamente Haewon; se reprendió a sí misma por su lógica de pensamiento. Hyojin era su hermana pequeña, que había regresado con ellas. Y puede que hubiera regresado como una persona con corazón de tigre, pero seguía siendo Hyojin.

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En ocasiones, después de que Hyojin trajera el jabalí, se quedaba un tiempo. Omoni montaba un escándalo todas y cada una de las veces:

—Mira tu ropa, Hyojin-ah. ¡Estás sucísima! ¿Cuándo fue la última vez que te lavaste la cara? —Omoni balanceó la cabeza de Hyojin levantándole la cara por la barbilla, lo que a Haewon le pareció muy valiente teniendo en cuenta lo que a Hyojin le gustaba morder todavía. Pero Hyojin se limitó a cerrar los ojos y suspirar.

Omoni cogió una toalla mojada y un cepillo y comenzó el proceso de acicalar a su hija de corazón de tigre.

—¿Cómo era antes? —preguntó Hyojin, con los ojos cerrados todavía mientras omoni le cepillaba el pelo. Por encima de su cabeza, omoni miró a Haewon.

—Muy parecida a como eres ahora, ¡salvaje e indisciplinada! —dijo Haewon.

—Pero contadme una historia. ¿Cómo era yo en mi vida pasada?

—Siempre fuiste mi amable Hyojin —dijo omoni—. Siempre tan atenta.

Haewon se dio cuenta de que aquello no sería suficiente. Hyojin quería una historia.

—En una ocasión fuimos a dar un paseo por las montañas —comenzó—. Hace mucho tiempo. Yo era más pequeña de lo que eres tú ahora, y tú eras prácticamente un bebé. Me seguías a todas partes desde que aprendiste a caminar.

»No deberíamos haber ido a las montañas, no sin omoni. Pronto se hizo de noche y nos perdimos…

—Yo jamás me perdería —respondió Hyojin con ira.

—Ahora no, pero entonces eras un bebé, ¿recuerdas? Una bebé pequeña y rechoncha que no podía caminar muy lejos. Tuve que llevarte en brazos, y pesabas mucho. Yo me cansé…

—Porque tus brazos eran débiles.

—Vale, sí, porque mis brazos eran débiles. Pronto se hizo de noche, así que subimos a un árbol para dormir. Pero ¡creo que yo no dormí nada esa noche! Oímos a los fantasmas y a los duendes hablar sobre cómo nos comerían si tocábamos tierra. Te abracé toda la noche y cuando llegó la mañana, omoni nos encontró y nos llevó a casa.

Hyojin había abierto los ojos durante aquel discurso. Miró a Haewon y parpadeó lentamente.

—Yo me comería a cualquier duende.

—Sí, ahora —asintió Haewon—. Creo que por eso has regresado como una chica con corazón de tigre. Para no tener que sentir miedo nunca más.

—Para que no sientas miedo nunca más —dijo Hyojin.

—Yo… —Haewon se interrumpió y miró fijamente a su hermana con corazón de tigre—. Sí. Tienes razón. Ya no le tengo miedo a nada.

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No haces muchos amigos cuando tienes una hermana con corazón de tigre, y nadie te quiere como esposa o nuera. Haewon lo entendía, pero era algo a lo que omoni le daba vueltas.

—Ya tienes dieciséis años, Haewon-ah. Me preocupa que no encuentres otra casa…

—No necesito un marido —respondió Haewon.

—No es porque no tengas opciones —dijo omoni. Omoni era famosa por su tteok, y ahora también por su carne de jabalí. Al tener un suministro constante de jabalí dos veces al mes, omoni lo compartía astutamente con los vecinos cuando podía, para que no sintieran envidia. O peor, miedo. Omoni y Haewon no caían bien, pero se las respetaba.

—Pero no lo necesito.

Era algo en lo que Haewon había pensado mucho desde aquel día en que había vuelto a casa con Eunjoo, una de las pocas chicas que todavía soportaba pasear con Haewon.

Habían cogido un atajo por el bosque de Hyojin, y Eunjoo se había aferrado al brazo de Haewon todo el camino.

—¿Estás segura de que no…?

—Hyojin no le hará daño a nadie —dijo Haewon, impaciente por tener que decir aquello por tercera vez. Pero entonces ambas escucharon un gruñido grave, y Haewon tiró de Eunjoo hacia un lado y comenzó a empujarla para que subiera a un árbol.

—Acabas de decir que ella no…

—Ese no es Hyojin —respondió Haewon, mientras subía a toda prisa al árbol, deteniéndose a veces para ayudar y asegurar a Eunjoo.

Conocía los sonidos que hacía Hyojin: desde el tono de su gruñido, hasta la velocidad de sus pisadas. Y efectivamente, un gran hombre con corazón de tigre apareció, levantó la mirada hacia el árbol y sonrió.

Hacía mucho tiempo que Haewon veía una persona con corazón de tigre que no fuera su hermana. El hombre era muy grande, en corpulencia y en altura, y sus dientes parecían mucho más largos que los de Hyojin, y eran mucho más amarillos. Sus ojos eran rojos, estaban rodeados de un círculo oscuro, y las rayas en su cara eran serradas, lo que hacía parecer que siempre estaba gruñendo incluso cuando no lo hacía.

—Bajad, pequeñas —dijo, y sacudió el árbol. Un hombre de corazón de tigre puede talar un árbol para alcanzar su presa, pero todo el mundo sabía que de todas formas lo mejor era trepar a uno.

—Haewon —gimoteó Eunjoo.

Haewon pensó que odiaría ser tan inútil. En su bolsillo guardaba las bolas espinosas de las castañas, exactamente como su madre le había dicho que hiciera, y las dejó caer al suelo delante del hombre de corazón de tigre.

El hombre de corazón de tigre pegó un salto ante aquella presencia súbita. Las olfateó, pero se alejó bruscamente.

—Tenga cuidado con los erizos, ajusshi —gritó desde arriba Haewon. El tigre retrocedió, incapaz de ver la diferencia entre un erizo que pinchaba las patas y una castaña con espinas, que pinchaba menos. Le lanzó una mirada iracunda a las castañas y luego miró hacia el árbol.

Fue suficiente. Una distracción lo suficientemente larga, y entonces Hyojin salió a toda velocidad de entre los arbustos y se lanzó contra el hombre de corazón de tigre que había en su territorio.

Hyojin era más pequeña, pero también más feroz, y el hombre salió huyendo. A las personas con corazón de tigre lo que más les importa es que sus comidas sean fáciles de conseguir, y aquella estaba demostrando dar muchos problemas. Salió corriendo, y Hyojin corrió detrás de él. Haewon comenzó a descender, haciendo lo que podía por calmar su cuerpo tembloroso.

En tierra, comenzó a recoger las castañas.

—¿Por qué haces eso? Déjalas ahí —dijo Eunjoo.

—No quiero que Hyojin las vea y se asuste. —Dijo Haewon, mientras volvía a meterse las castañas en el bolsillo.

—¡Déjala! Que se asuste, antes de que se coma…

—Es mi hermana pequeña —respondió Haewon.

—Estás loca —dijo Eunjoo, y se marchó corriendo, sin querer arriesgarse a encontrar a otra persona con corazón de tigre que pudiera regresar.

Mientras Haewon esperaba a que su hermana regresara decidió que estaba mejor sola. Su madre le había contado las únicas cosas que iba a necesitar: una castaña, un caqui y una mentira ingeniosa, y eso era la único que jamás necesitaría.

Si podías luchar contra una persona con un corazón de tigre, podrías luchar contra cualquier cosa que intentara devorarte.

--

Sí que hubo alguien que le pidió matrimonio a Haewon. La madre de Minho vino a hablar con la madre de Haewon y conversaron sobre el tema durante horas. Las madres habían llegado a un acuerdo entre ellas, pero Haewon tenía otra opinión. Le dijo a Minho directamente que estaba perdiendo el tiempo.

—No voy a abandonar a mi familia —explicó brevemente.

—Y por familia te refieres a tu madre y a esa criatura con corazón de tigre que finges que es tu hermana —respondió Minho.

Haewon deseó darle un puñetazo en la cara.

—Es mi hermana.

—Vale —dijo Minho, y sonrió de tal forma que hizo que tuviera más ganas de golpearle.

—¿Por qué quieres casarte conmigo? —exigió saber ella—. Cásate con Eunjoo. A ella le gusta tu cara.

—Pero tú y yo tenemos mucha confianza. Nos conocemos desde que éramos niños —dijo Minho.

—Y en todo ese tiempo nunca nos hemos gustado.

—No te dan miedo los tigres y se te da bien mentir. Creo que esas cualidades hacen una buena esposa.

—Estás loco —dijo Haewon. Por dentro se sentía muy alagada. Más que si él hubiera intentado elogiar su belleza o su elegancia.

—No me rendiré —dijo Minho. Él y su madre se marcharon de mejor humor del que ella consideraba justificado.

—Podría comérmelo —dijo Hyojin más tarde.

—No comes gente, Hyojin-ah —le recordó Haewon.

Hyojin cambió su peso de un pie a otro y miró fijamente a un punto alejado.

—¡Hyojin! ¿Te has comido a alguien?

—A un vendedor ambulante —murmuró—. Y a un hombre con corazón de tigre. Los dos mintieron y me enfadaron.

Haewon no sabía que las personas con corazón de tigre se comían entre sí.

—¿Qué mentira dijeron?

—Dijeron que yo no soy tu hermana. Pero sí que lo soy. Así que me enfadé y me los comí.

Aquella parecía una buena razón para comerse a alguien, según Haewon.

—No se lo digas a omoni.

—No lo haré.

—Y no te comas a Minho. —Hyojin no respondió, así que Haewon le dio un empujón con el pie—. No voy a casarme con él, pero no te lo comas. ¿Lo prometes?

—Vale. Si no te marchas. Entonces vale.

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Omoni empezó a enfermar cuando Haewon cumplió los veintiuno, y entonces empezaron a mentirse la una a la otra todos los días.

—Pues claro que me pondré mejor —decía omoni.

—Sí, cada vez te ves más sana —respondía Haewon.

Hyojin se quedó cerca de la casa. En alguna ocasión hasta dormía dentro de la casa, apoyada contra la pared bajo la ventana. Eso demostraba que hay algunas mentiras que hasta los tontos con corazón de tigre no se creen.

En su último día, omoni se dirigió a Haewon y le dijo:

—Deberías casarte con Minho.

—¡Omoni! ¡No malgastes tus energías en esto!

—Haewon, vas a necesitar una familia.

—Tengo una familia —respondió Haewon.

Pero omoni la miró sin decir nada, y luego levantó la mano para darle unas palmaditas a la mejilla de Haewon.

—Una castaña, un caqui y una mentira ingeniosa. Escuchaste las historias que te conté.

Omoni

—A veces, a veces no es suficiente. El mundo lo devora todo. Cuida de tu hermanita.

Al final, Haewon pensó que tal vez hasta omoni se creyó sus propias mentiras.

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Hyojin no podía parar de llorar. Se hizo una bola y aulló. Era un sonido lastimero y le rompió el corazón a Haewon. Rodeó los hombros de Hyojin con los brazos, pero Hyojin la apartó de un empujón y lloró más fuerte. A lo largo de los años, Hyojin había crecido como lo hacían las personas con corazón de tigre: alta, ancha y poderosa. Fue muy extraño ver que su hermanita ahora era más grande que ella.

—La echo de menos —dijo Hyojin—. Echo de menos a omoni. Quiero que vuelva.

—Lo sé, lo sé. —Haewon se dijo a sí misma que ella sería la fuerte, como debería serlo la hermana mayor. Pero las lágrimas de Hyojin la desarmaron por completo, así que empezó a llorar también. Solo entonces Hyojin la rodeó con los brazos y lloró en su regazo. Haewon acarició el pelo de Hyojin y lloró y lloró.

--

Hyojin no estaba comiendo. No salía al bosque, y no iba de caza, y no comía ni dormía. Haewon hirvió arroz para hacer chuk y espolvoreó unas semillas de sésamo encima, como solía hacer omoni. Cunado el arroz formó una sopa cremosa, tomó una cucharada de chuk y sopló tres veces, como solía hacer omoni. La levantó y se la acercó a Hyojin a la boca y obligó a la tigre a comer. Pero Hyojin solo permitió aquello durante tres cucharadas antes de apartar la mano de Haewon sacudiendo las manos.

—Hyojin, tienes que comer. Tienes que escucharme. Soy tu hermana mayor, y tienes que escucharme —suplicó Haewon. Dio tirones a los brazos de Hyojin, la sacudió con toda la fuerza que le quedaba.

Miró a los ojos a su hermana. Había algo pesado en la forma en la que Hyojin la miraba: algo antiguo, cargado de un recuerdo ancestral entre depredador y presa. Pero no había peligro allí. Solo una tristeza profunda y una inevitabilidad trágica.

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El día que Haewon se despertó y la casa estaba vacía, comenzó a procesar el duelo por su hermana.

Sabía, en lo más profundo de su ser, que Hyojin estaba muerta. En ese momento, quiso que el dolor también se la llevara a ella. Sin madre ni hermana, ¿qué sentido tenía seguir adelante?

La mañana pasó en una bruma iracunda. Sin otra cosa que hacer, Haewon comenzó a limpiar la casa, pero no le estaba prestando atención a sus actos. Todos sus pensamientos eran una letanía de rabia, repetida una y otra vez.

«¡Yo también la quería, Hyojin! ¡Era mi madre antes de ser la tuya! Y yo sigo adelante, porque tengo que seguir adelante, igual que tú deberías haberlo hecho. ¿No me quieres a lo suficiente? ¿No podrías haberte quedado por mí? ¡Eras lo único que me quedaba! Cómo has podido, cómo has podido, cómo has podido».

Hasta que lo único que pudo hacer fue derrumbarse, plegarse sobre sí misma como una grulla de origami que alguien hubiera pisado, y permanecer en el suelo durante horas.

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Para cuando pudo incorporarse de nuevo, era una criatura vaciada y nada podía hacerle daño ya. Así que la llamada a la puerta llegó en el momento justo, porque ya no podía hacer nada por ella. Aun así, no era bien recibido, pero Haewon se movió para responder de todas formas, al darse cuenta de que en algún momento tendría que recomponer los fragmentos de sí misma.

Era Minho. Estaba serio, y sus ojos mostraban lástima, y antes de que dijera nada, lo supo.

—Hyojin —dijo ella. Miró detrás de Minho y vio a unos cuantos de los aldeanos, y una camilla cubierta con una tela blanca, con una forma indiscutible bajo ella. Ya había llorado y se había derrumbado, y por eso no lloró y se derrumbó en ese momento—. ¿Qué ha pasado?

No cabía duda en su cabeza de que Hyojin había huido al bosque para morir, así que no lograba entender por qué la tendrían ellos ahora, por qué la habían traído de vuelta.

—Un grupo de personas con corazón de tigre —dijo brevemente Minho—. Estaban destruyendo la aldea. Perdimos a la familia Park y al verdulero.

—Hyojin —dijo Haewon, porque en aquel momento no podía sentir lástima por la familia Park o por el verdulero.

Minho habló como si estuviera eligiendo cada palabra en el mercado y las estuviera inspeccionando antes de adquirirlas.

—Nos salvó a todos. Nadie esperaba que lo hiciera, nunca antes le habíamos importado. Creo que debía de estar pensando solo en ti.

--

Se celebró un funeral, algo que Haewon no esperaba, y asistió mucha gente, lo que le hizo pensar a Haewon que Minho había dicho la verdad. Solo la gratitud o la culpa podían arrastrar a la gente al funeral de una persona con corazón de tigre.

—Lo siento —dijo Minho, una vez había terminado todo.

Haewon tenía dificultades para expresar lo que quería decir. Parte de ella no podía pensar en Minho y en nada de lo que él decía, porque seguía pensando en Hyojin. «¿Moriste para salvarme? ¿O los aldeanos ya no se fiaban de ti porque omoni ya no estaba? ¿Estabas buscando una forma de morir? Si morirías por mí, ¿por qué no podías vivir por mí? ¿Era tu dolor más importante que el mío? ¿Qué se supone que debo hacer con todo este dolor que siento?».

—Regresó a nosotras una vez. Puede que vuelva a hacerlo —dijo Haewon.

Minho se sobresaltó. Miró su cara con detenimiento y después dijo con delicadeza:

—¿De verdad crees que…?

No le ayudó a terminar aquella frase. Quería saber si se atrevería a terminarla.

—Te conozco desde que éramos pequeños, Haewon. Hemos crecido juntos —dijo Minho al fin, y sonó desafiante—. Sé que nunca tuviste una hermana pequeña.

Ah. Así que así se sentía escuchar las palabras en voz alta. No le hicieron tanto daño como había pensado que le harían. No tanto como enterrar a omoni. No tanto como incinerar a Hyojin.

—Una castaña, un caqui, una mentira ingeniosa —dijo Haewon, pero no importaba de ninguna forma si Minho estaba allí para escucharla—. Así es como luchas contra una persona con corazón de tigre. Omoni salió a vender sus pasteles de arroz, pero se le olvidó llevar castañas o caquis, y cuando el tigre la atacó, se conformó con la mentira ingeniosa. «Eres mi hija, que murió hace poco. Has renacido como una persona con corazón de tigre, me alegro tantísimo de verte de nuevo». Los tigres son tan estúpidos, se creen cualquier cosa…

La voz de Haewon se quebró en esa última palabra mientras asfixiaba un sollozo. No habló durante unos minutos, asegurándose de que no volvería a romper a llorar.

—Entiendes entonces que seguía siendo un monstruo que comía gente. Una de esas criaturas que devoran nuestra tierra, nuestra cultura, nuestra gente. —La voz de Minho sonaba contenida y firme. Realizaba afirmaciones y dibujaba líneas a su alrededor como si eso pudiera mantener el mundo en cajas ordenadas. Los hechos de Minho colocaban a la verdad en una caja y las mentiras en otra como si eso significara que nunca se mezclan.

—Sí, era todas esas cosas —respondió Haewon—. Pero no lo entiendes. Era una hermanita maravillosa. Era una hija maravillosa.

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