Un poco como tú, Señorita Patti Smith
por Iliana Vargas
I
Nunca la había visto así. Hemos vivido juntas
veinte años y siempre ha actuado de una forma peculiar, pero desde hace varios
días ha empezado a comportarse como si no quisiera que yo notara que El Otro
está aquí. Ha sido algo raro, porque siempre me presenta a quienes vienen a
visitarla, y con el tiempo he aprendido a reconocer sus voces y los rostros que
corresponden a cada nombre gracias a que cuando alguien llega, lo primero que
Noelia Farri hace es traer a la persona hasta acá y decirme, con un tono robótico
que sólo usa en esas ocasiones:
-Señorita Patti Smith, saluda a Jimena
Moro y enséñale dónde está el baño.
-Señorita Patti Smith, saluda a Oliver Aguirre
y enséñale dónde está la cocina.
-Señorita Patti Smith, saluda a Carola
Valenzuela y enséñale dónde puede sentarse.
Entonces yo asomo la cabeza y me le quedo
mirando unos segundos a Jimena o a Oliver o a Carola o a quienquiera que sea la
visita en cuestión, y luego estiro el cuello y lo giro muy despacio en la
dirección indicada. Esto les hace bastante gracia y, aunque cada que vienen es
lo mismo, quieren que lo repita muchas veces pero yo me niego porque he
aprendido que lo común es saludarse y despedirse sólo una vez.
Recuerdo incluso a quienes estuvieron dos o tres noches completas y nunca se volvieron a aparecer por aquí. Eso sucedía cada cierto tiempo, y con más frecuencia cuando ella regresaba de viajes largos. A Noelia Farri le gustaba mucho viajar, y recibir visitas y dar paseos durante varias horas, pero desde que llegó El Otro, nada de eso ha vuelto a suceder; ni siquiera ha ido a su oficina. ¿Será por eso que no me lo presenta y además hace como si no existiera? Digamos, ¿le dará vergüenza aceptar que El Otro ha sacudido su vida de tal forma que la ha influenciado para dejar de hacer muchas cosas que disfrutaba, a pesar de que ella se ha jurado a sí misma frente a mí que eso no volvería a pasar desde la última vez que vivió La Monstruosidad a lado de YaSabemosQuién? Es difícil adivinarlo… Aunque ella evada su presencia y ande por la casa descalza, medio desnuda, con una ligereza en el cuerpo que antes no tenía, yo sé que algo no está bien.
Una tarde, la última de su rutina cotidiana
antes de estos cambios, Noelia Farri empezó a sacar con mucho cuidado las
piedras donde suelo trepar y comenzó a limpiarlas y a tomar los restos de
comida que habían quedado flotando en el agua mientras me decía “Ahora seré un
poco como tú, Señorita Patti Smith; ahora sabré qué se siente verlo todo desde
adentro, a través de estas paredes de vidrio”.
Entonces se quedó largo rato mirando los ventanales, o quizá los pájaros
que volaban de una a otra copa de los árboles allá afuera. Luego volvió a
acomodar las piedras y acarició mi cabeza muy despacio, musitando algo
incomprensible para mí: “Serás el único ser vivo al que pueda tocar desde
ahora”.
A partir de ese día no ha vuelto a ser la
misma y hace cosas que me confunden, empezando por el hecho de dejar que El
Otro entrara a la casa sin pedir permiso, sin avisar, sin saludar siquiera.
Simplemente, una noche que Noelia había ido por la despensa, El Otro se metió
al departamento detrás de ella, aprovechando que la puerta estaba abierta
porque había comprado muchas cosas y algunas esperaban en el pasillo. Esa noche,
El Otro se quedó sentado en el sillón junto a la habitación de Noelia Farri y
yo estuve esperando a que ella, o en todo caso él mismo se acercara a decirme
su nombre, pero eso no ocurrió ni cuando Noelia se fue a dormir, ni cuando
despertó y él aguardaba aún en el sillón, mirándola salir del cuarto hacia el
baño y luego observando con mucha atención todo lo que hacía. Yo comencé a
llamarlo El Otro porque no tengo con qué relacionarlo: no se parece a ninguno
de los visitantes de Noelia, ni a nada de lo que hay aquí en la casa, ni a las
imágenes que ella me ha enseñado en sus libros o en las películas que vemos
juntas. Y una cosa es ser inteligente, como ella dice que soy, y otra cosa es
saberlo todo, como ella dice que es antinatural ser. Lo que sí sé es que siete
noches después, mientras Noelia Farri preparaba la cena y canturreaba algo como
el mundo se va a acabar, el mundo se va a
acabar, si tú me has de querer, te tienes que apresurar, sentí un calor
terrible que se expandía por toda el agua. Trepé las piedras lo más rápido que
pude para no quemarme, pero también estaban calientes, así que tuve que
impulsarme prendándome de la orilla del vidrio, y dejarme caer del otro lado,
sobre la mesa donde Noelia Farri acondicionó mi hogar.
Quedé algo atolondrada porque hacía mucho no
realizaba esa maniobra, pero esta vez no tuve opción, y cuando al fin me sentí
segura como para abrir los ojos y ver si ella había notado algo, me topé con el
rostro de El Otro observándome tan de cerca, que pude constatar que no era como
las visitas anteriores, y no sólo por el calor que irradiaba, sino por la
viscosidad que emanaba de su extrañísima piel (si a eso se le podía llamar
piel) y el fulgor en sus ojos, que nunca estaban quietos: eran como esas
lucecillas que Noelia cuelga en Navidad, que prenden y apagan, prenden y apagan
y titilan al momento de cambiar de color. Sentí un peligro irreconocible y
retraje todo mi cuerpo, quedándome lo más inmóvil que pude. Noelia Farri salió
cantando de la cocina, con un plato y una cerveza en las manos. No sé por qué,
cada que ella sale de alguna habitación, lo primero que hace es mirarme.
A veces
me asusta, porque dice mi nombre deformándolo todo en un Señooooooorita
Papapapapapati Smiiiiiiiiiiiittitititititth, mientras se acerca y se queda ahí
viéndome, como si no hubiera nada más que hacer en el mundo. Esta vez, aunque
comprendí que no era nada bueno que dijera mi nombre completo sin jugar con él
y en un tono que hace mucho no usaba, me sentí aliviada al verla venir hacia
mí.
-¡Señorita Patti Smith! ¿Qué andas haciendo
ahí afuera?
Me tomó para meterme de nuevo al agua, pero
por fortuna se dio cuenta de lo caliente que estaba antes de depositarme en
ella.
-¡Aaaaaaaay, pero qué carajos! –gritó muy
sorprendida, elevándome con su mano derecha. Con razón te saliste de ahí. Qué
bueno que no caíste hasta el piso. No sé qué habrá pasado… A lo mejor se
descompuso el calentador, pero ¿ahora dónde lo mando a arreglar, o compro otro?
–decía mientras lo desconectaba bruscamente de la pared y me acomodaba con
cuidado sobre la mesa. Vas a tener que soportar el agua fría todo este mes…
Aunque pensándolo bien, podríamos subir a la azotea y tumbarnos al sol para que
absorbas algo de calor.
Decía todo esto mientras tiraba una parte del
líquido y lo completaba con otro poco de agua fría que sacaba de la cocina. Iba
y venía apresurada, y El Otro la seguía como si adivinara sus movimientos antes
de que ella los hiciera. Se notaba molesta y yo no entendía por qué no lo
confrontaba; por qué le daba permiso de quedarse y hacer tanta maldad.
Una vez terminado el cambio y asegurándose de
que la temperatura era soportable; Noelia volvió a acomodarme con mucho cuidado
dentro del agua. Luego fue al comedor y tomó su plato para calentar de nuevo la
comida. Mientras esperaba que el microondas terminara su trabajo, se quedó
mirándome y dándole traguitos a su cerveza sin decirme nada, pero negando con
la cabeza. Al sonar la alarma del horno, se alejó diciéndome “Ay, Señorita
Patti Smith, sólo espero que al final no seas tú quien termine enfermándose”.
Desde el sillón, donde permanecía muy quieto y
callado, El Otro soltó una carcajada de la que Noelia parecía no haberse
percatado en el ir y venir de la cocina a la mesa, y que me hizo contraer todo
el cuerpo de nuevo. Esa noche me costó trabajo mantener los párpados cerrados.
Tenía que estar atenta para salir del agua si El Otro volvía a acercarse. Sin
embargo, no fue a mí a quien visitó esa noche, sino a Noelia.
II
Lo supe la mañana siguiente, cuando ella vino
a saludarme y a servirme el desayuno, toda sonrojada y con los ojos más
cristalinos y empequeñecidos de lo normal.
-Hoy aumentó la temperatura, Señorita Patti
Smith. Tal vez no sea necesario que subamos a que nos dé el sol.
Metió la mano al agua para sacarme como cada
mañana, pero, no supe por qué, me alejé de ella; sentí que no era ya su mano
tan sólo, sino su mano caliente, llena de El Otro.
Me escondí detrás de las piedras, pero Noelia
me alcanzó y me tomó muy fuerte mientras me preguntaba qué me pasaba. ¿Cómo
saber? Yo misma no me explicaba mi propia reacción y mucho menos lo que siguió.
No era que le temiera exactamente, pero aquel día algo salió mal desde que
sentí que ella ya no era Noelia, sino El Otro tratando de apropiarse de su
cuerpo. Por eso, cuando me tomó con la mano más cálida de lo normal y trató de
tocar mi nariz sin dejar de preguntarme con una desconocida voz ronca, que qué
me pasaba, lo único que se me ocurrió fue morderla para que El Otro no
intentara adueñarse de mí también.
Su primer impulso fue sacudir el dedo
enérgicamente, y aunque me prensé de ella lo más fuerte que pude, salí volando
y fui a dar detrás de la fila de macetas junto a la ventana.
Noelia Farri se dio cuenta de la atrocidad que
acababa de cometer y le dio un ataque de esos en los que tenía ganas de gritar
pero sólo abría mucho la boca y no le salía nada; tragaba y tragaba aire con
espasmos ruidosísimos sin alcanzar a llenar sus pulmones. Por lo general logra
calmarse sumergiendo la cara en un plato lleno de agua, donde al parecer,
suelta su rabia en un grito que no alcanzo a escuchar. Esta vez el ataque fue
peor, porque al oír el grito de Noelia tras mi mordida, El Otro se apareció de
inmediato y se quedó casi pegado detrás de ella, haciendo gestos como si le
golpeara el pecho y la espalda, provocándole una tos incontenible que se
mezclaba con los mocos y las lágrimas que hacían brillar su cara enrojecida.
Noelia Farri sufría porque no había visto que
yo estaba tras las macetas y pensaba que me había lanzado a través de la
ventana. Visualizaba mi cuerpo dando volteretas en el aire, o quizá cayendo
como un planeador acelerado hasta azotar contra la banqueta y trozarse en tres
o cuatro pedazos, y no podría salir a levantar mis restos porque en el lobby
del edificio había un guardia que no dejaba salir ni entrar a nadie, salvo que se
tratara de una emergencia médica.
Ante la desesperación, Noelia Farri se dejó
caer de rodillas sobre el sillón, con medio cuerpo asomado por la ventana, sin
poder dejar de toser. Se le había constipado la nariz y sólo podía jalar aire
por la boca. Entonces sucedió algo que no sé cómo explicar, a menos que ello
forme parte de la naturaleza no humana de ese ser: El Otro se transformó en un
par de escarabajos diminutos, de un hermoso color púrpura brillante. Uno de
ellos se posó en la cabeza de Noelia Farri al tiempo que su gemelo se coló por
la boca, cada vez más abierta en los esfuerzos por respirar. De alguna manera,
al quedarse justo ahí, El Otro consiguió que Noelia regresara poco a poco todo
el cuerpo adentro de la casa y lo acomodara en el sillón. El llanto y la tos
iban disminuyendo acompasados, como arrullándola para que cayera dormida, y su
respiración volvía al ritmo normal, sólo que iba acompañada de un silbido que
evidenciaba algo que obstruía el paso completo del aire a través de la
garganta.
III
Decidí salir muy despacio de mi escondite
temiendo encontrarme con El Otro: después de lo que había visto me había
quedado claro que no era humano ni animal aunque pudiera tomar cualquiera de
ambas formas; e incluso ahora sabía que si podía convertirse en cualquier cosa,
bien podría aparecerse como un terrible depredador.
Avancé hasta la pata de la mesa para que
Noelia pudiera verme al despertar. No había rastros de El Otro; sólo silencio y
brillos solares, anaranjados, que entraban por la ventana como señales de que
el peligro había pasado.
Sin embargo, la respiración de Noelia Farri
sonaba cada vez más fuerte y dificultosa, como si un puñado de grillos
jugueteara en su garganta. Ella permanecía en la misma posición desde hacía
horas, y aunque no parecía incómoda, me preocupaba que no despertara siquiera
para comer o alimentarme. Ninguna de las dos habíamos desayunado, y con todo y
que me quedaban reservas para algunas horas, sabíamos que si yo no recibía
comida después de un tiempo, mi cuerpo empezaría a absorberse a sí mismo hasta
secarlo por completo. La ventana se había quedado abierta y entraban ráfagas de
aire cálido. ¿O era el calor que se desprendía del cuerpo de Noelia Farri y
llegaba hasta mí, confortándome para conciliar el sueño y olvidar la mañana
caótica, la presencia y súbita mutación de El Otro, y el hambre que ya me
lanzaba punzadas candentes?
Poco a poco las luces anaranjadas se fueron
desvaneciendo por completo y la oscuridad se extendió en la casa. Logré
quedarme dormida un buen rato hasta que Noelia comenzó a toser y a retorcerse
como si algo la apretujara por dentro del cuerpo. Esta vez, en lugar de
paralizarme, el miedo me impulsó a ir hacia el sillón y trepar por uno de los
costados, como lo había hecho tantas veces cuando ella me dejaba deambular
mientras cambiaba el agua. Logré llegar hasta lo alto del respaldo y desde ahí
pude ver que un halo púrpura rodeaba su piel convirtiéndola en una membrana
gelatinosa que no la dejaba respirar ni moverse. Sus ojos permanecían abiertos
como nunca y sin embargo parecía que ella no veía nada. Su rostro estaba
desapareciendo muy despacio, dentro de sí mismo: la boca y la nariz eran
absorbidos por algo desde adentro y en su lugar aparecían pústulas con diminutos
pelos rojos. Su cuerpo se estremecía y su pecho hacía grandes esfuerzos por
llenarse de aire. Empezó a emitir sonidos desde lo profundo de su estómago,
como si quisiera explotar y dejar de sentir lo que estaba sintiendo, que al
parecer era muy doloroso por las contorsiones y el color amoratado que estaba
cobrando su cuerpo hasta que comenzó a desgranarse, ¡sí, desgranarse! Igual que
esa fruta que tanto le gustaba comer por las tardes, así Noelia o el cuerpo que
alguna vez había sido de Noelia Farri ahora era un montón de carne desgranada,
púrpura y brillante. Sus ojos enormemente abiertos eran lo único que había
quedado de ella. Intenté bajar para posarme por última vez en lo que había sido
su panza, pero noté que mi cuerpo también estaba dejando de ser mío para
convertirse en lo que sea que me espera ahora que la piel comienza a atenazarse
sobre la carne para absorberla.
No sé cuántos minutos o quizá horas han pasado
antes de sentir que los párpados empiezan a pegarse a mis globos oculares. Lo
último que alcanzo a ver es cómo los pedazos informes del cuerpo de Noelia
Farri van reventándose cual burbujas de donde brotan diminutos escarabajos que
revolotean siguiendo una ruta, al parecer, trazada por El Otro, quien sentado
en la cornisa de la ventana como si nada, como si nunca se hubiera transformado
en otra cosa, espera a que todos los bichos se adhieran a él y luego, sin
siquiera despedirse o al menos mirar un poco el desastre que ha ocasionado, se
levanta y salta hacia la noche.
Iliana Vargas nació en la Ciudad de México en 1978. Es egresada de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde cursó el Diplomado de Literatura Fantástica y co-organizó el Encuentro Multidisciplinario en torno a lo Fantástico, en 2001. Actualmente forma parte del Seminario de Literatura Fantástica Hispanoamericana en la misma institución.
En 2018 fue
seleccionada para participar en The Mexicanx Initiative de la 76 World
Science Fiction Convention, San José California; y en 2019, en el 2º Encuentro
Internacional de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción en Santiago de Chile y
Punta Arenas. Cofundadora, en 2020, de “MexiCona: imaginación y futuro”,
convención internacional dedicada a la difusión de ficción especulativa en
habla hispana. Durante la pandemia ha participado en encuentros, foros y
festivales virtuales dedicados al estudio y fomento de estos géneros en
Hispanoamérica.
Es autora de los libros de cuento Joni Munn y otras
alteraciones del psicosoma (Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro,
2012); Magnetofónica (Ediciones y Punto, 2015); Habitantes
del aire caníbal (Editorial Resistencia, 2017) y Yo no voy a
salvarte (Eolas Ediciones, Las Puertas de lo Posible, España, 2021).
Editó el dossier Fémina Incógnita, dedicado a difundir la obra de
autoras de literatura fantástica y ciencia ficción, y llevó la columna “Hibridaciones
Sinápticas” para la revista digital Vozed. Su obra se incluye en diversas
antologías y publicaciones nacionales y extranjeras; algunos de sus cuentos han
sido traducidos al inglés.
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