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viernes, 28 de mayo de 2021

Capítulo #33 - Los últimos, por Premee Mohamed


Los últimos

por Premee Mohamed

Erik se balanceaba sobre uno de los menhires en la playa de guijarros negros cuando los ancianos le contaron que su padre había muerto. Ahogado, dijeron. Allí por el fiordo Sampson. Lo mató el Viejo Azul.

La oscuridad le atrapó, y se precipitó sin huesos de la piedra; le atraparon y le tumbaron sobre las algas empapadas de la línea de marea. El anciano Erde le levantó los tobillos en el aire con una mano. Los amigos de Erik se detuvieron sin curiosidad y después se alejaron.

—Quiero ver el cuerpo —dijo Erik.

—No —respondió Erde, pero Saba señaló al refugio de observación. Erik corrió torpemente sobre las piedras redondeadas por las olas y encontró a su padre aplastado y gris-azulado por el frío, como el cielo. El chico cayó de rodillas y lloró.

*

Cuando regresó a casa, su madre le habló de la otra muerte. Habló despacio, dándole vueltas a una gaviota sobre el fuego, la cara girada para apartarse del humo aceitoso. El padre de Erik había sido el primero que la marea había traído, pero Nafeez había estado con él. Los cuerpos habían regresado antes que los barcos. Las corrientes que rodaban la aldea eran precisas, regulares y crueles.

—Ahora sólo queda su hijo —dijo ella— y tú.

viernes, 14 de mayo de 2021

Capítulo #32 - Ruido blanco, de Laura Ponce

 

Ruido blanco


por Laura Ponce

 

 

A Mary Shelley

 

 

 

Cuando acepté la comisión que me trajo a este planeta, un cuerpo helado y pequeño, en los límites del espacio cartografiado y sin más interés científico que la investigación de patrones de congelamiento, creí que estaba condenada. Todavía abrigaba aspiraciones de reconocimiento y trascendencia, incluso esas pretensiones de servir a la humanidad que otros podrían considerar pueriles o tan fuera de época. No se trataba de mi primer viaje a la Periferia ¾ya conocía el aislamiento, el encierro, el trabajo tedioso y las jornadas interminables sin más compañía que los miembros del equipo a mi cargo¾, pero sentí que me encaminaba hacia la experiencia más desabrida de toda mi carrera. No podría haber estado más equivocada.  

Nueva comisión, nuevo equipo. Cinco esta vez. Ramírez, Kosinsky, Label, Kimura y Sánchez. El pequeño hato de inadaptados de siempre, la clase de gente con la que nadie quiere trabajar. Bah, el muerto se asusta del degollado... Como si yo misma pudiera encajar fácilmente en cualquier lugar. Por algo fue el único contrato que me ofrecieron.  

Nos establecimos en esta base aislada y diminuta, enclavada a un lado de los montes, en la orilla del mayor de los glaciares. Se suponía que relevaríamos al equipo anterior, pero no había nadie cuando llegamos. Y empezamos con los estudios.