Olivina y lluvia
por Laura Anne Gilman
Nunca
sabemos cuándo llegará el mercado, aunque viene dos veces al año; una extensión
de tres días, o cinco, o siete o nueve, pero nunca más. Por la noche, el sonido
de la madera, el clavo y la rueda giratoria en los campos que nunca se aran,
nunca se dañan, en los que no crecen las moras salvajes, y por la mañana el
mercado está allí, los puestos y las tiendas en hileras trilladas, un laberinto
de todas las cosas que el alma desea.
Tres días, o cinco, o siete o nueve, y después desaparece.
Pero
durante esos días, se extiende entre nosotros, casetas de techos tintados de
verde y postigos del color y el brillo
de la Olivina. Puede que el mercado resplandezca bajo la luz del sol. Puede.
Tal vez lo haga, en los lugares lejanos en los que la luz se filtra a través de
unas nubes emplumadas, cuando el cielo palidece hasta el azul, y calienta el
pavimento bajo los pies. Mis dedos hormigueaban con el deseo de imaginarlo así,
mezclar los colores que expresan el brillo y el esmalte, los sabores de matices
descontrolados, el arcoíris de sonidos.
Pero
desaprueban esas cosas. Nada de pinturas, nada de dibujos. Ven al mercado y
compra lo que quieras, pero solo puedes llevarte lo que hayas pagado.
Hasta
los recuerdos se desvanecen, una vez se acaba el mercado. Solo conservamos lo
que hayamos pagado.
Hoy,
los puestos están envueltos en niebla, el agua gotea de las cornisas
ribeteadas, los vendedores están envueltos en telas impermeables y mantas para
mantener el frío alejado de los huesos. Nosotras estamos más acostumbradas a
él, solo cubrimos nuestro pelo con capuchas livianas y nuestras cestas con telas.
Es
el segundo día; podríamos tener todo el tiempo del mundo, o ninguno.
Mi
lista es corta: tizas nuevas, en colores que solo ellos venden, y el hilo que Madre
adora, que aguanta el dobladillo y las costuras mejor que cualquiera que
pudiéramos fabricar nosotras. Si fuera solo por mí, terminaría y me marcharía.
—¡Mira la fruta!
Mi
hermana tira de la mano que tengo libre, toda ella entusiasmo y emoción. Por primera
vez tiene dinero para gastar, este mercado, y no puede decidir cómo gastarlo.
He prometido ayudarla a elegir con sabiduría, pero Madre y yo sabemos que es
una causa perdida. En tu primer mercado, no haces nada con sabiduría. Esa es la
mitad de la diversión.
Y
todo el peligro.
—Está bien —digo,
levantando mi cesta para que descanse más arriba en mi brazo—. Vayamos a ver la
fruta.
No tengo ningún
interés en la fruta; sé que el sabor se desvanece una vez abandonas el
territorio del mercado, y deja un hambre que la fruta local no puede
satisfacer. Me contentaré con las manzanas y las peras que crecen cerca, en
lugar de añorar sabores exóticos que no perduran.
Las madres llaman
a eso sabiduría, yo creo que es sentido común. En cualquier caso, no es nada
que mi hermana, a sus once años, entienda.
Si pudiera
mantenerla alejada del mercado, lo habría hecho.
Así que, ¿por qué
regreso, cuando instalan los postes de sus tiendas y cuelgan sus banderines
contra nuestra lluvia constante? No todo el mundo lo hace. La mitad del pueblo
está trabajando duro hoy, las espaldas vueltas a la conmoción, las cabezas
giradas hacia sus obligaciones. Pero por cada alma que se aparta, dos están
aquí, o eso parece. Tres días o nueve, el mercado permanecerá, y después
desaparecerá.
Una gota verde
resplandeciente tiembla en el borde de un saliente. Cae, y yo levanto una mano
para atraparla. Pero cuando salpica contra mi piel, el agua es incolora de
nuevo.
Ninguna tiza
puede atrapar ese resplandor, ningún recuerdo lo guarda durante mucho tiempo.
Nada en este lugar resplandece así una vez el mercado desaparece. Pero con las
tizas que vende el mercado, con esas, al menos puedo intentarlo.
Inténtalo y
fracasa. Inténtalo de nuevo.
Incómoda, me
limpio la mano contra la manga, mirando a todas partes excepto a la neblina
cristalizada sobre nuestras cabezas. El pasillo siguiente a los vendedores de
fruta está lleno de cuerpos fornidos, músculos que se flexionan bajo cueros y
tela. Los trabajadores de herramientas deben estar aquí. Mi tío tiene un
martillo que compró en el mercado un año. Veinte años más tarde todavía resuena
como una campana cuando golpea hierro, y no hay una sola grieta en su
superficie.
Jamás le he visto
usar otra herramienta.
Eligió con
sabiduría. Es mejor comprar algo sólido en el mercado, algo práctico. Algo que
puedes sostener, y poseer.
Mi hermana es
toda ojos abiertos y emoción, y los comerciantes la ojean con afecto
predatorio. La sigo de cerca, en silencio, tratando con fuerza de no juzgar.
Cómo puedo
juzgar, cuando fui yo, no hace mucho tiempo.
—Oooooh… —Sus
dedos acarician el aire sobre las pieles aceitosas de los caquis y las frutas
en racimo, sabiendo que no debe tocar nada que no esté preparada para comprar.
Elige una fruta,
la insto silenciosamente. Sueña el resto de tu vida con tierras que jamás
verás, pero sabiendo que el sabor regresará, si eres lo suficientemente
paciente y ahorras tus monedas. La fruta no es segura, pero es lo más sensato.
Pero su vista se
eleva, la amplitud del mercado todavía por explorar. Botellas brillantes de
aguardiente de caña e ichin descansan en camas de hielo partido, atrayendo su
atención brevemente antes de que salga disparada a mirar una exposición de
cestas colgantes, trenzadas con astucia para parecer cisnes en mitad del vuelo
o dragones enroscados alrededor de nada más que aire.
Es algo bueno que
no tenga nada en mente, nada que controle su pensamiento y sin embargo esta
cantidad de distracción es peligrosa de formas diferentes. El mercado puede
convencerte para que tomes decisiones estúpidas, si no eres precavido. Todas
las familias tienen una historia de un miembro que perdió el camino en el
mercado, y que nunca regresó del todo a casa.
A ella no le
pasará. Me lo he prometido a mí misma.
Su trenza bota
contra su espalda cuando se lanza a través de la multitud, los lazos rojos del
cuello de su camisa aletean mientras se mueve. Aquí está segura, perfectamente
segura: nadie le haría daño a un niño aquí, nadie osaría.
Que elija algo
seguro. Algo que encaje. Algo que pueda llevarse a casa y conservar, y quedarse
satisfecha.
—¡Raisy!
—Ya voy —digo,
alargando el paso para alcanzarla, solo para quedarme sin aliento cuando veo
dónde se ha detenido.
Este es el único
pasillo donde los productos no están distribuidos en exhibición, si no en la
parte de atrás de cada puesto. Necesitas adentrarte en el territorio de cada
vendedor para evaluar su mercancía.
—Oh. No.
Pero lo digo para
el cuello de mi camisa. Se entra al mercado libremente, compras libremente, y
es mayor de edad, aunque sea apenas. No obstante, me apresuro a unirme a ella,
asintiendo educadamente a la vendedora que ha salido a recibirla, queriendo
avisarla de que se aleje, agarrar a mi hermana por el codo y dirigirla a otro
lugar, a cualquier otro sitio.
Ella se gira para
sonreírme por encima del hombro, para después regresar a los objetos que la han
fascinado.
—¡Míralos, Raisy!
Estoy mirando.
Jaulas de paja, y otras esculpidas en cuarzo o a partir de cristal. Recipientes
con tapas, algunos sin ellas, todos con un par de ojos, devolviendo la mirada.
No es algo
inaudito comprar algo vivo en el mercado. Pero nunca he oído que fuera algo sensato.
Las criaturas
vivas tienen formas propias.
Mi hermana se
inclina para investigar, descartando una jaula y después otra, hasta que se
detiene. Un pelaje gris y negro, y ojos de un verde resplandeciente de minas
lejanas.
—Oh.
La vendedora y yo
lo escuchamos al mismo tiempo. Solo la vendedora sonríe.
El trabajo de Laura Anne Gilman ha sido calificado como un "verdadro míto americano" por NPR, y alabado por su hábil trama por Publishers Weekly. Ganó el premio Endeavor por THE COLD EYE y ha sido finalista del Nébula, el Endeavor, y el Washington State Book Award. Sus novelas incluyen trilogía de western weird Devil's West, la serie de fantasía urbana Cosa Nostradamus y la trilogía The Wineart War, así como las colecciones de relatos WEST WINDS’ FOOL y DARKLY HUMAN. Su nuevo libro se publicará en Saga/S&S en 2021.
Antigua neoyorkina, en la actualidad vive en Seattle con un gato, un perro y muchas fechas de entrega.
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