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lunes, 21 de diciembre de 2020

Capítulo #23 - Olivina y lluvia, de Laura Anne Gilman

 

Olivina y lluvia

por Laura Anne Gilman

Nunca sabemos cuándo llegará el mercado, aunque viene dos veces al año; una extensión de tres días, o cinco, o siete o nueve, pero nunca más. Por la noche, el sonido de la madera, el clavo y la rueda giratoria en los campos que nunca se aran, nunca se dañan, en los que no crecen las moras salvajes, y por la mañana el mercado está allí, los puestos y las tiendas en hileras trilladas, un laberinto de todas las cosas que el alma desea.

Tres días, o cinco, o siete o nueve, y después desaparece.

Pero durante esos días, se extiende entre nosotros, casetas de techos tintados de verde y  postigos del color y el brillo de la Olivina. Puede que el mercado resplandezca bajo la luz del sol. Puede. Tal vez lo haga, en los lugares lejanos en los que la luz se filtra a través de unas nubes emplumadas, cuando el cielo palidece hasta el azul, y calienta el pavimento bajo los pies. Mis dedos hormigueaban con el deseo de imaginarlo así, mezclar los colores que expresan el brillo y el esmalte, los sabores de matices descontrolados, el arcoíris de sonidos.

Pero desaprueban esas cosas. Nada de pinturas, nada de dibujos. Ven al mercado y compra lo que quieras, pero solo puedes llevarte lo que hayas pagado.

Hasta los recuerdos se desvanecen, una vez se acaba el mercado. Solo conservamos lo que hayamos pagado.

Hoy, los puestos están envueltos en niebla, el agua gotea de las cornisas ribeteadas, los vendedores están envueltos en telas impermeables y mantas para mantener el frío alejado de los huesos. Nosotras estamos más acostumbradas a él, solo cubrimos nuestro pelo con capuchas livianas y nuestras cestas con telas.

Es el segundo día; podríamos tener todo el tiempo del mundo, o ninguno.

Mi lista es corta: tizas nuevas, en colores que solo ellos venden, y el hilo que Madre adora, que aguanta el dobladillo y las costuras mejor que cualquiera que pudiéramos fabricar nosotras. Si fuera solo por mí, terminaría y me marcharía.

¡Mira la fruta!

Mi hermana tira de la mano que tengo libre, toda ella entusiasmo y emoción. Por primera vez tiene dinero para gastar, este mercado, y no puede decidir cómo gastarlo. He prometido ayudarla a elegir con sabiduría, pero Madre y yo sabemos que es una causa perdida. En tu primer mercado, no haces nada con sabiduría. Esa es la mitad de la diversión.

Y todo el peligro.

—Está bien —digo, levantando mi cesta para que descanse más arriba en mi brazo—. Vayamos a ver la fruta.

No tengo ningún interés en la fruta; sé que el sabor se desvanece una vez abandonas el territorio del mercado, y deja un hambre que la fruta local no puede satisfacer. Me contentaré con las manzanas y las peras que crecen cerca, en lugar de añorar sabores exóticos que no perduran.

Las madres llaman a eso sabiduría, yo creo que es sentido común. En cualquier caso, no es nada que mi hermana, a sus once años, entienda.

Si pudiera mantenerla alejada del mercado, lo habría hecho.

Así que, ¿por qué regreso, cuando instalan los postes de sus tiendas y cuelgan sus banderines contra nuestra lluvia constante? No todo el mundo lo hace. La mitad del pueblo está trabajando duro hoy, las espaldas vueltas a la conmoción, las cabezas giradas hacia sus obligaciones. Pero por cada alma que se aparta, dos están aquí, o eso parece. Tres días o nueve, el mercado permanecerá, y después desaparecerá.

Una gota verde resplandeciente tiembla en el borde de un saliente. Cae, y yo levanto una mano para atraparla. Pero cuando salpica contra mi piel, el agua es incolora de nuevo.

Ninguna tiza puede atrapar ese resplandor, ningún recuerdo lo guarda durante mucho tiempo. Nada en este lugar resplandece así una vez el mercado desaparece. Pero con las tizas que vende el mercado, con esas, al menos puedo intentarlo.

Inténtalo y fracasa. Inténtalo de nuevo.

Incómoda, me limpio la mano contra la manga, mirando a todas partes excepto a la neblina cristalizada sobre nuestras cabezas. El pasillo siguiente a los vendedores de fruta está lleno de cuerpos fornidos, músculos que se flexionan bajo cueros y tela. Los trabajadores de herramientas deben estar aquí. Mi tío tiene un martillo que compró en el mercado un año. Veinte años más tarde todavía resuena como una campana cuando golpea hierro, y no hay una sola grieta en su superficie.

Jamás le he visto usar otra herramienta.

Eligió con sabiduría. Es mejor comprar algo sólido en el mercado, algo práctico. Algo que puedes sostener, y poseer.

Mi hermana es toda ojos abiertos y emoción, y los comerciantes la ojean con afecto predatorio. La sigo de cerca, en silencio, tratando con fuerza de no juzgar.

Cómo puedo juzgar, cuando fui yo, no hace mucho tiempo.

—Oooooh… —Sus dedos acarician el aire sobre las pieles aceitosas de los caquis y las frutas en racimo, sabiendo que no debe tocar nada que no esté preparada para comprar.

Elige una fruta, la insto silenciosamente. Sueña el resto de tu vida con tierras que jamás verás, pero sabiendo que el sabor regresará, si eres lo suficientemente paciente y ahorras tus monedas. La fruta no es segura, pero es lo más sensato.

Pero su vista se eleva, la amplitud del mercado todavía por explorar. Botellas brillantes de aguardiente de caña e ichin descansan en camas de hielo partido, atrayendo su atención brevemente antes de que salga disparada a mirar una exposición de cestas colgantes, trenzadas con astucia para parecer cisnes en mitad del vuelo o dragones enroscados alrededor de nada más que aire.

Es algo bueno que no tenga nada en mente, nada que controle su pensamiento y sin embargo esta cantidad de distracción es peligrosa de formas diferentes. El mercado puede convencerte para que tomes decisiones estúpidas, si no eres precavido. Todas las familias tienen una historia de un miembro que perdió el camino en el mercado, y que nunca regresó del todo a casa.

A ella no le pasará. Me lo he prometido a mí misma.

Su trenza bota contra su espalda cuando se lanza a través de la multitud, los lazos rojos del cuello de su camisa aletean mientras se mueve. Aquí está segura, perfectamente segura: nadie le haría daño a un niño aquí, nadie osaría.

Que elija algo seguro. Algo que encaje. Algo que pueda llevarse a casa y conservar, y quedarse satisfecha.

—¡Raisy!

—Ya voy —digo, alargando el paso para alcanzarla, solo para quedarme sin aliento cuando veo dónde se ha detenido.

Este es el único pasillo donde los productos no están distribuidos en exhibición, si no en la parte de atrás de cada puesto. Necesitas adentrarte en el territorio de cada vendedor para evaluar su mercancía.

—Oh. No.

Pero lo digo para el cuello de mi camisa. Se entra al mercado libremente, compras libremente, y es mayor de edad, aunque sea apenas. No obstante, me apresuro a unirme a ella, asintiendo educadamente a la vendedora que ha salido a recibirla, queriendo avisarla de que se aleje, agarrar a mi hermana por el codo y dirigirla a otro lugar, a cualquier otro sitio.

Ella se gira para sonreírme por encima del hombro, para después regresar a los objetos que la han fascinado.

—¡Míralos, Raisy!

Estoy mirando. Jaulas de paja, y otras esculpidas en cuarzo o a partir de cristal. Recipientes con tapas, algunos sin ellas, todos con un par de ojos, devolviendo la mirada.

No es algo inaudito comprar algo vivo en el mercado. Pero nunca he oído que fuera algo sensato.

Las criaturas vivas tienen formas propias.

Mi hermana se inclina para investigar, descartando una jaula y después otra, hasta que se detiene. Un pelaje gris y negro, y ojos de un verde resplandeciente de minas lejanas.

—Oh.

La vendedora y yo lo escuchamos al mismo tiempo. Solo la vendedora sonríe.



El trabajo de Laura Anne Gilman ha sido calificado como un "verdadro míto americano" por NPR, y alabado por su hábil trama por Publishers Weekly. Ganó el premio Endeavor por THE COLD EYE y ha sido finalista del Nébula, el Endeavor, y el Washington State Book Award. Sus novelas incluyen trilogía de western weird  Devil's West, la serie de fantasía urbana Cosa Nostradamus y la trilogía The Wineart War, así como las colecciones de relatos WEST WINDS’ FOOL y DARKLY HUMAN. Su nuevo libro se publicará en Saga/S&S en 2021.

Antigua neoyorkina, en la actualidad vive en Seattle con un gato, un perro y muchas fechas de entrega. 

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