Electric Geisha
por Duchy Man
Abrió las treinta y dos cajas de
laca, metidas una dentro de la otra
hasta el infinito. La última, cubierta por un paño dorado sobre el piso negro, apenas fue tocada. Tenía los dedos pintados de
rojo. Siguiendo las severas órdenes enunciadas desde la puerta trasera, sólo
debía yacer sobre su espalda y dejar que las manos ajenas le corrieran encima.
La cuchilla descendió varias veces, dejándolo todo azul en el hueco de la axila.
Ilustración realizada por la autora |
Días atrás alguien le había pedido que
le pintase las uñas. Sacó los blanquísimos
calcetines, dispuso los enseres; no hubo gotas de sangre ni rastros de sudor,
pero la última vez el trazo del pincel se corrió a la derecha. Había que
acercarse demasiado para ver cómo el resplandor oscilaba en otra dirección,
pero el miedo a un mal presagio le obligó a confesarse. Colgando de los tobillos en el foso del
ascensor aprendió a desplegar su delgadez. Lucía muy bien.
Limpió la hoja plateada, el borde de la
jofaina rechinó inconforme.
Peinarse era una labor que requería tiempo.
Después de lavar y secar el cabello debía introducirlo en un tarro de aceite de
nuez por espacio de tres horas. Para
ello se acostaba en una tabla con la cabeza hacia abajo, luego cerraban la
jaula y la cara quedaba oculta por la
hermosa máscara de la cubierta exterior. Un fanático cruel pagaba por
presenciar esa escena durante varios días, sólo el cuerpo y la fría armazón de
madera. Era una pieza antigua, si se colocaba levemente el dedo entre las cejas
los párpados se movían.
Pasó alcohol por el resto del brazo sin derramarlo.
Bajo la máscara es casi imposible respirar. Finalmente es abierta y el cabello
escurrido y cepillado hacia abajo hasta
que pierda toda la consistencia y pesadez del óleo. Suelen utilizarse esencias para atenuar un poco el olor de la
nuez, mientras tanto son cortadas las
puntas que no coincidan.
Todo lo hacía al revés. Entró en el
agua caliente.
La idea es que ni un solo pelo o aguja se desplace mientras
el cuello se quiebra. La nuca ha estar prudentemente desnuda a fin de
garantizar la efectividad del corte. Si
el peinado se deshace la cabeza será destruida sin remedio.
La hoja no perdió su esplendor a través del
vidrio empañado.
Si el cliente lo pide ha de tragarse
un juego de cuentas de cristal y someterse a una dieta de líquidos rigurosamente escogidos. El día
señalado para ser devueltas deberá acicalarse,
luciendo la prenda más amplia de su indumentaria. Recibirá al cliente
dándole la espalda, de rodillas y con el
talle bien recto, dejando al descubierto la parte posterior —sólo el juego de
cuentas puede ser liberado—, permaneciendo
inmóvil durante el tiempo que dure la operación, y todo aquel que
designe el usuario.
Pompas de jabón astringente.
Otra modalidad consiste en introducir
una aguja estrecha y larga en algún orificio, puede estar decorada y terminar en forma de flor o de insecto. No ha de ser muy afilada ya que podría ocasionar algún daño imprevisto. Jamás
será insertada o extraída por otra
persona que no sea la instruida al efecto.
La toalla seca. Gotas de vapor en el
suelo.
El objeto siempre será usado de
lejos. La distancia establecida entre el
usuario y la completa desnudez no puede ser menor de tres metros. Cualquier
roce o manipulación del objeto se realizará sobre atuendos intercalados cuyo espesor mínimo sea
de una pulgada.
El nudo susurró a lo largo de la
corbata.
El precio se concertará con un año de
antelación. El cliente pagará toda su cuota en la primera visita quedando
obligado a guardar silencio y a disfrutar sus derechos de forma organizada y
serena, siempre sujeto a las formalidades de
Filos blancos asomando por cada borde
oscuro.
Pisó la suave moqueta, recogiendo la
seda invisible al evadir los charcos. Todos los ojos sobre su figura. Nuevas cicatrices
temblaron en el brocado inexistente. Los
círculos agudos latiendo a través de la camisa. En la calle, bajo el soplo frío, con
los zapatos manchados de neón, estiró el brazo apresando el resplandor del primer coche en el
yugo minúsculo.
El repique metálico de su corazón era
apenas perceptible. Ya no podía recordar su propio nombre.
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