Algún Futuro Empapado en Sangre
por Carlie St George
Esto es lo que pasa cuando sobrevives a una masacre en una fiesta de pijamas: nadie te quiere cerca. Todas tus amigas están muertas, tu madre está muerta, y a ti te envían a vivir con la desgraciada de tu tía Katherine, que te echa la culpa por hacer que mataran a su hermana porque es así de despreciable. Y tú tratas de seguir adelante, pero no sabes cómo porque las pesadillas son constantes y la terapia difícil, especialmente cuando un nuevo asesino aparece y mata a tu psicólogo con su propio lápiz. Tu sobrevives a esa masacre también (esta ocurre durante una excursión) pero a nadie le importa que le salvaras la vida a uno de los chicos de la banda de música porque claramente estás maldita y deberías irte del pueblo. Ni el chaval de la banda de música está agradecido, ese pedazo de mierda con granos.
Así que te marchas del pueblo. Pero antes desplumas a tu tía.
***
Esto es lo
que pasa cuando te marchas del pueblo: empiezas a temer que todo el mundo tiene
razón.
Vives en tu
coche, lo que al principio es divertido hasta el momento en que te das cuentas
de que no tienes ni diplomas ni el graduado escolar, y que todo tu historial
laboral se reduce a tres meses en una cafetería de mierda, un trabajo para el
que necesitaste un domicilio y tres referencias personales para poder
solicitarlo. Además, son las cuatro de la mañana, y tienes muchas ganas de
mear, pero llueve a cántaros y estás sola y el coche está aparcado en una
carretera oscura cerca de un bosque lleno de criaturas aullantes. Tus únicas
opciones son o bien enfrentarte a la tormenta o terminar la botella de Gatorade
y acuclillarte con torpeza sobre ella en el asiento trasero; tratas de hacer lo
último, lo que significa que ahora tu casa huele a pis, y lo único que quieres
es rendirte, conducir de vuelta a casa y aceptar la derrota. Pero tía Katherine
jamás te aceptará de vuelta; probablemente entrarías en el sistema de acogida y
te tocaría una señora religiosa y maltratadora o, aún peor, alguien
maravilloso, alguien que no sabe cocinar y que fracasa estrepitosamente con la
jerga juvenil y te deja llorar sobre su hombro cuando te despiertas gritando. Y
pasará un mes, y luego dos, y pensarás «Se acabó, está
bien, estamos a salvo», hasta que un día bajes las escaleras y te encuentres a
tu Nueva Madre en la mesa, con un hacha en la parte posterior de la cabeza y la
sangre manando de la boca sobre los cereales.
No puedes permitir que eso le pase a
otra madre. No puedes permitir que nadie más muera por tu culpa, lo que
significa que esto es lo que hay; este es tu futuro: sola, en un coche que
apesta, hasta que te quedes sin dinero y mueras. No. Tienes que hacer algo.
Tienes que armar un plan. Un plan a cinco años, como en el colegio, pero
tachando lo de solicitar becas o presentarse a Selectividad. Sustitúyelos por…
Sustitúyelos por…
Lo único en lo que puedes pensar es en
las cosas que le robaste a tía Katherine, en particular la pistola.
Pero no estás preparada. Tienes tanto
miedo… Has luchado mucho para seguir viva.
Acabas durmiéndote. Por la mañana,
conduces hasta un pueblo nuevo. Compras ambientador. Bebes algo de café. Ves un
flier para la fiesta de una fraternidad esta noche. A tus amigas muertas
les habría encantado una fiesta así, te habrían suplicado que te colaras con
ellas. Pero la presión social ya no es problema para ti, así que en vez de eso
te diriges hacia el sur en tu coche durante horas. Te enteras de la noticia
días más tarde: MASACRE EN FRATERNIDAD, 14 MUERTOS.
Es terrible. Es una tragedia. Es la
prueba de que no es culpa tuya, de que hay matanzas en este mundo que no te
pertenecen exclusivamente a ti. No hablaste con ninguna de las personas
muertas. Nada de esto es responsabilidad tuya…
Pero no puedes parar de pensar en el
chico de la banda de música.
Jesús, vaya gilipollas. El típico
imbécil Soy-Un-Tío-Majo, y podrías haber dejado que muriera, pero no lo hiciste
y hay cierto poder en eso. Tal vez habrías salvado a más gente, si
hubieras ido a esa fiesta. Tal vez si tú te hubieras cruzado con el asesino…
Bueno. No vas a averiguarlo aquí
sentada.
Regresas y puede que sea un acto
suicida, pero ¿por lo menos es activamente suicida? Eso suena sospechosamente
poco saludable, pero estás demasiado ocupada para profundizar más en ello: la
hermandad femenina compañera de la fraternidad planea un botellón en honor a
los muertos porque nadie aprende nada nunca, porque ni puta idea de cuál es la
definición de locura, pero la de ignorancia voluntaria es hacer la misma
cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes. Da igual. Lo importante es
que hueles mal así que te cuelas en las duchas de algún gimnasio público antes
de dirigirte a la casa de la sororidad. ¿Pasas por alguien de dieciocho? Nop.
Pero todo el mundo está borracho, así que te dejan pasar de todas formas.
Tratas de encontrar al asesino antes
de que muera alguna de las chicas. No funciona: una es ahorcada con la bandera
de su misma hermandad, mientras que otra es partida por la mitad en mitad de un
«hidalgo». Pero sí que logras dispararle al asesino en esa cara asquerosa de
muñeca que lleva antes de que destripe a una estudiante de primer año. Bueno.
Vale. La destripa un poquito, pero sigue viva cuando llega la
ambulancia, lo que significa que estará bien, probablemente. De todas formas,
eso sigue significando que hay doce chicas sin un arañazo. Todas ellas marcadas
psicológicamente, claro, pero hay un límite para lo que puedes solucionar.
Una de las chicas borrachas te oculta
hasta que se marcha la poli, y allí, bajo la cama, al lado de un montón de ropa
sucia y… qué asco, un condón usado, piensas: «Bueno, hay un motivo, de todas
formas. Es una clase de futuro empapado en sangre».
Pero el altruismo no llena el depósito
de tu coche, así que haces que la chica borracha te de cien dólares y ropa pija
que te cagas para remplazar tus vaqueros ensangrentados.
***
Esto es lo que pasa con tu nuevo
futuro: es difícil y es triste, pero en su mayor parte funciona.
Viajas en tu coche de pueblo en
pueblo, buscando las señales. Fiestas salvajes. Sheriffs incompetentes. Bromas
letales ocurridas entre uno y cinco años antes. Encontrarlas se vuelve más
fácil. Es más fácil localizar a las chicas, también, aquellas hacia las que los
asesinos gravitan: chicas que se portan bien, que sacan buenas notas. Vírgenes,
todas ellas.
Tú solías sacar buenas notas. También
te portabas bien.
Pero la virginidad sigue siendo tu
superpoder. No te mantiene viva, pero mejora tus posibilidades. Significa que
puedes matar al monstruo, o morir intentándolo. Significa que eres la última en
morir. Significa que encuentras los cadáveres.
Pero a la mayoría de la gente esas
cosas les resultan traumáticas, así que tratas de ayudarles a evitarlo.
Encuentra la masacre inminente. Localiza a la virgen. Sácala a toda hostia del
pueblo y mata al monstruo en lugar de que lo mate ella.
No es una profesión para todo el
mundo. Es difícil para la ropa, y no puedes follar jamás. Pero la verdad, esa
parte es un bonus, porque eres la hostia de ace y es verdaderamente
satisfactorio que tu sexualidad venga con ventajas prácticas como esta. No está
bien pagado, eso sí. No puedes permitirte muchas cosas, incluso cuando están
agradecidos. Otros son simplemente gilipollas a los que tienes que persuadir
con la pistola. Tu madre estaría bastante horrorizada; no creía en la
violencia, así que esa hacha en la cabeza debió ser una sorpresa especialmente
grande. Pero necesitas ese dinero: para gasolina y tampones y lavanderías y
armas. Comida también, aunque no siempre queda mucho para eso. En una ocasión
casi te mata un imbécil con una máscara de Dobby puesta (Una máscara de Dobby)
porque no has comido en dos días y te mareas cuando tratas de apuñalarle en las
pelotas.
Te haces amiga de un chaval, José.
Evitas hacer amigos, pero a veces ocurre: no todas las investigaciones se
pueden hacer desde la biblioteca, y tienes que infiltrarte en el instituto:
caminar por ahí, pretender que eres una estudiante nueva, esconderte cuando el
subdirector se acerca caminando. Interrogas a José buscando chismorreos porque
parece inteligente. Te sigue hasta tu coche porque, bueno, no te equivocabas.
José trata de ayudarte a salvar a Zoe
la virgen y a la Corte del día de San Valentín al completo. El Rey y la Reina
son casos perdidos, pero el resto habrían estado bien si el sheriff de paletos
salientes no hubiera irrumpido y no te hubiera detenido por vagabundear, entre
otras cosas. Teniendo en cuenta que sostenías una sierra de arco en ese
momento, tienes suerte de que no te disparara sin más. Aun así, para cuando
José te ayuda a fugarte el asesino ha resucitado y ha matado al sheriff, a dos
ayudantes, al novio de Zoe y a la madre de Zoe.
Decapitas al asesino. No lo sientes
como una victoria. Sientes la necesidad abrumadora de emborracharte hasta ver
doble. Eso es justo lo que hace José. Lo obligas a beber agua y lo metes en la
cama. Te agarra de la mano cuando la extiendes hacia la lámpara.
«Quédate», le farfulla a la almohada.
«Por favor».
Lo mandas callar con delicadeza, le
dices que él va a estar bien, pero sacude la cabeza y casi cae rodando de la
cama.
«TÚ», dice muy alto, señalando. «No te
vayas. Tú no lo estás. No…»
Nadie antes te ha pedido que te
quedes. Puede que llores un poquito, pero él está demasiado borracho como para
darse cuenta.
Pero no es seguro quedarse, y, de
todas formas, está equivocado: estás perfectamente.
***
Esto es lo que pasa cuando no te
quedas en ningún lugar: los pueblos se desdibujan los unos en los otros hasta
que un día, unos diez meses después de escaparte, estás de regreso en
California. Acabas en este pueblo con dos semáforos en el que un enterrador de
alguna forma se empaló a si mismo con su propia pala, pero eso fue un
desafortunado accidente, y ¿esos adolescentes desaparecidos? Haciendo pellas,
claramente. No puede ser nada más que eso: después de todo, esto no es la gran
ciudad.
Encuentras a la virgen casi de
inmediato. De hecho, ella te encuentra a ti: Joey Santiago, 17 años, llamada
así por Josephine Baker y Joey Guerrero y también, te cuenta de forma
confidencial, Joey Potter. No sabes qué hacer con esa información porque no
sabes quienes son ninguna de esas personas, pero ella ya está dándote una
botella de agua mientras metes en el depósito los últimos cinco pavos que te
quedan.
Al parecer, Joey y su madre tienen la
casa llena de perros rescatados en acogida, y tú eres el equivalente humano de
un cachorro triste y hambriento con la cola rota. Ella insiste en que vayas a
cenar a su casa.
La señora Norwood es una mujer negra y
guapa cerca de los cuarenta: es alta, musculosa y tiene el pelo rubio cortado
muy corto. Pregunta con delicadeza si te gustaría ducharte, y te encuentra un
pijama rosa absurdamente largo para que te lo pongas, y te carga el plato con
más comida para llevar de la que has visto nunca. «No te preocupes por el
dinero, cariño», dice. «Tú come, e igual mañana podemos hablar de la situación
en la que vives».
Quieres desesperadamente seguirles el
rollo. Esta gente es tan amable, y tú estás tan cansada, y estas putas
empanadas están tan buenas que estás a punto de llorar… pero no puedes
jugártela. La señora Norwood es negra, y Joey es negra y filipina, y todas las
personas racializadas, pero especialmente las asiáticas, tienen mayor
probabilidad de morir en estas situaciones, sean vírgenes o no. Por no
mencionar que viven en un establo reformado con mala cobertura telefónica y
seis perros, y el único motivo por el que el asesino no está aquí ya es porque
las medio hermanas de Joey viven a una hora de distancia con su padre. No hay
suficientes víctimas para una matanza adecuada.
Así que se lo cuentas tan cual y
esperas a las inevitables preguntas sobre tu cordura. En su lugar, la señora
Norwood coge la mano de su hija y dice «En esta casa, creemos en los asesinos
enmascarados. También en el calentamiento global». Y Joey está temblando, pero
sus ojos están enfocados. «¿Me dejará en paz si no soy virgen? Porque de todas
formas es un constructo social y mi novio vive a cinco minutos». Y la señora
Norwood hace una mueca, pero eso no le impide preguntar «¿Funcionará? Porque
tengo condones», y te juras a ti misma, en ese momento y en ese lugar, que
protegerás a estas personas especiales a toda costa.
Desafortunadamente,
en ese momento suena el timbre y seis chicas adolescentes se apiñan en la
puerta con regalos y un pastel de cumpleaños del supermercado. La fiesta
sorpresa de Joey iba a ser mañana, pero una de las chicas tiene que hacer de
niñera y otra tiene una competición de animadoras, y antes de que la señora
Norwood consiga echarlas, las luces se cortan y un perro, que ladraba
ruidosamente, de repente guarda silencio. «Es demasiado
tarde», dices, «ya está aquí».
Dos chicas asumen inmediatamente que
es una broma. Les respondes que se equivocan, y ellas dicen cosas horribles
sobre ti y sobre manicomios. Joey explota, algo maravilloso, pero también
inoportuno porque te distrae y te impide evitar que una de las animadoras
aterradas corra hacia la puerta. Para cuando la señora Norwood logra calmar a
todo el mundo, queda claro que nadie va a ir a ningún sitio: todos los coches
tienen el cable de alimentación cortado y la animadora tiene la cabeza cortada.
Todo el mundo grita mucho.
Haces que todo el mundo regrese al
interior de la casa. Eso incluye a los perros, también al negro y pequeño, que
definitivamente va a perder esa pata pero que sorprendentemente no ha muerto
todavía. Hace mucho tiempo que no te puedes permitir balas, pero recoges todos
los cuchillos que hay en la casa, todos excepto las tijeras de cocinar, que han
desaparecido misteriosamente. Después reúnes a las chicas en el salón, para
tratar de sobrevivir hasta el amanecer.
Lo conseguís durante 57 minutos, el
tiempo suficiente para comer dos trozos de pastel y una tonelada de chismorreo
de instituto: Madison, la rubia que se comportó como una gilipollas contigo,
solía salir con el novio de Joey. Charlotte, la morena que se comportó como una
gilipollas contigo, odia a Sam porque la venció en el lanzamiento de jabalina
femenino. Sam, la única chica negra a parte de Joey, cree que Emma es muy
básica; también que es una golfa. Emma, que blande ambos términos con orgullo,
podría ser guay si no dijera constantemente cosas como «No soy racista, pero…».
Y la niñera, bueno. Ni siquiera sabes su nombre porque no ha hablado desde que
murió la animadora. Los esfuerzos de Joey por consolarla van bien hasta que
Emma, ignorando por completo todo lo que les has dicho, se acerca demasiado a
una ventana. Queda empalada rápidamente por la tripa y su cuerpo es arrastrado
fuera.
La niñera se medio desmaya. Tú sellas
la ventana, pero ahora hay alguien más chillando: un chico, en algún lugar de
la parte trasera. Charlotte dice que es su novio, Jake, o tal vez es el novio
de Joey, Tyler; ambos iban a colarse con cerveza después de que la señora
Norwood se fuera a la cama. «Tenemos que ayudarles», insiste Charlotte, y sale
corriendo por la puerta trasera hacia la oscuridad. Se escucha un sonido
extraño, como de gorgoteo. Después, nada.
Pronto, alguien emerge de entre la
niebla.
Es Tyler. «Están muertos», dice,
sangrando por un sitio no vital. «Oh Dios mío, están muertos». Quieres matarlo
ahora mismo, pero nadie te deja. Ni siquiera te dejan atarlo, una concesión
obviamente razonable, probablemente porque insinúa que estás loca y obsesionada
rollo lesbiana con Joey. Madison al parecer cree tanto en las lesbianas
homicidas que te ataca y todo; le retuerces los brazos hacia la espalda y
gritas «Joey, ¿por qué eres amiga de esta gente horrible?».
Nadie tiene una buena respuesta para
esa pregunta, pero Sam sí que pregunta dónde está el coche de Tyler. Tyler
piensa que eso no importa. «Probablemente, el asesino también cortó mi cable de
alimentación», dice, pero lo único que consigue eso es que Joey retroceda. «No
te hemos dicho nada de los coches», dice, y Tyler es todo «Uups» antes de
arrancarte a Madison de las manos y clavarle el cuchillo en la cara.
En esta ocasión no solo gritan las
chicas; Tyler también lo hace porque es uno de esos tipos, que se ríe
como un maníaco mientras avanza acuchillando como si fuera un Robin Hood
borracho. No te molestas mucho en esquivarle, simplemente deslizas un cuchillo
para deshuesar directamente en su corazón.
La boca de Tyler forma una O, y muere.
Qué. Fácil.
La señora Norwood abraza a Joey, y Sam
abraza a la niñera, y tú te quedas ahí de pie mirando tu brazo izquierdo. Duele
la ostia (Tyler te ha dado un buen tajo), pero solo hay una mínima cantidad de
sangre en tus pantalones y camiseta.
Demasiado. Fácil.
«No se ha terminado», dices, pero la
señora Norwood no te oye y abre la puerta trasera. «Voy a mirar cómo están las
otras», dice, y tú gritas…
Pero alguien ya la ha apuñalado con
las tijeras de cocina.
El asesino es alto y delgado, lleva
una túnica negra y una máscara de demonio. La señora Norwood se derrumba a sus
pies, mientras Joey chilla y Sam se gira y sale corriendo. El asesino rompe una
escoba cercana sobre la encimera y la lanza hacia delante. Atraviesa el pecho
de Sam y se clava en la puerta delantera. Ella cae de frente, medio colgada y
muerta.
Vuelves a mirar a la señora Norwood.
Durante un segundo, no puedes moverte. Durante un segundo, ni siquiera estás en
esta casa.
Pero entonces, se levanta.
Su piel está cenicienta y su frente
perlada de sudor. Las tijeras siguen atrapadas en su hombro. Pero está de pie,
y cuando el asesino de la máscara de demonio pasa a toda prisa por delante de
ella, la señora Norwood lo empuja hasta el comedor. Inmediatamente se colapsa
de nuevo, pero es suficiente para despertar tu cerebro. Le das una patada al
asesino en la máscara de demonio; el asesino coge una silla y te golpea
lanzándote hasta el salón. Algo chapotea desagradablemente bajo tu cuerpo.
Crees que es un cuerpo explotando en sangre y crema, pero por supuesto que solo
es el pastel a medio comer de Joey.
Unas manos rodean tu cuello, entonces.
Extiendes la mano buscando algo, cualquier cosa. No puedes respirar. No puedes…
pero tus dedos agarran algo al mismo tiempo que apartas la máscara de un golpe.
Por supuesto. La morena gilipollas. El
lanzamiento de jabalina femenino. La que salió corriendo para “rescatar” a su
novio.
«Vete a la mierda, Charlotte»,
resuellas y le clavas el tenedor de plástico de la tarta en el ojo.
Charlotte grita y retrocede. Saca un
puto machete de verdad, pero Joey le da una patada en la cabeza estilo
futbolista. El machete sale volando.
Tosiendo todavía, lo atrapas y lo
empujas exactamente en el interior de la boca mentirosa de Charlotte.
Ahora. Ahora estás cubierta de la
suficiente sangre como para que esto se haya acabado.
Moverse duele. Lo haces de todas
formas, te tambaleas hasta el bolso de Charlotte mientras de manera
inexplicable unas sirenas aúllan cerca. Charlotte tiene diez dólares, lo que no
es ni de lejos suficiente como para pagar la reparación de tu coche. Tyler no
tiene nada de efectivo.
Lo que sí tiene son unas llaves de
coche.
«Cariño», dice débilmente la señora
Norwood. «Tu brazo».
Tu brazo no es nada. Está bien. Puedes
coserte a ti misma más tarde. Eso no parece convencer a la señora Norwood y
trata de levantarse de nuevo, pero está mareada por la pérdida de sangre y casi
pierde el conocimiento. Joey, apretando su mano, rompe a llorar. Ninguna de
ellas trata de sacar las tijeras. Las quieres muchísimo.
Pero ellas no pueden quererte, la
criatura salvaje que eres, e incluso si lo hicieran…
No. No puedes arriesgarte. No lo
harás.
La niñera hace un ruido débil. Cierto,
olvidabas que estaba viva todavía. Deberías cogerle dinero a ella también, ya
que no ha hecho nada productivo en toda la noche, pero en realidad no te ha
tratado como una mierda y te sientes mal robándole a una chica traumatizada. Le
dices que todo va a ir bien. La ambulancia casi ha llegado. Todas estarán bien,
probablemente.
«No tienes que marcharte», dice Joey…
Pero te marchas. Claro que te marchas.
***
Esto es lo
que tiene marcharse: acabas en un pueblo a diez minutos de casa porque ahí es
donde se le acaba la gasolina al camión de Tyler.
Sales de un
salto con una idea vaga de llegar a la gasolinera; en vez de eso, acabas en el
cementerio donde está enterrada tu madre. Y tu mejor amiga. Y tus otras cuatro
amigas y sus novios, también. Todavía llevas el pijama rosa ensangrentado de
hace dos días, pero es medianoche y no hay nadie cerca para darse cuenta. De
todas formas, lo importante es hablar con tu madre, pero ¿qué puedes decir? ¿«Siento que estés muerta, mamá»? ¿«Siento ser
todo lo que no querías que fuera»?
Nunca has podido arriesgarte a estar borracha.
Pero ¿ahora mismo? Necesitas emborracharte tanto que te olvides de tu nombre.
Así que coges los diez pavos y te
compras la botella de wiski más barata que encuentras. El cajero se asusta por
tu ropa, pero también está muy colocado; además, le ha vendido alcohol a una
menor, así que con suerte no llamará a la poli. Regresas andando al camión y
empiezas a beber. Sabe de culo. Sigues bebiendo. No sabe tan mal. Sigues
bebiendo. No sabe a nada. Sigues bebiendo.
Alguien se sienta en el asiento del
copiloto. Probablemente estás a punto de morir.
La persona se convierte en la señora
Norwood. Eso crees, vamos; su cara no deja de formar ondas. Una alucinación,
entonces. Eso está bien. A las alucinaciones puedes contarles la verdad; de
todas formas ya conocen todos tus secretos. Tratas de contarle muchas cosas,
como lo que pueden hacerle las hachas de incendio a los cráneos humanos o cómo
a veces ves a tu madre en sueños, pero su cabeza se parte en dos y se abre más
y más cada vez que te dice que te quiere. Y entonces la señora Norwood está
bebiendo de la botella, qué, ¿cuándo cogió la botella? Y tú estás fuera, en
algún sitio, vomitando, y la señora Norwood te está diciendo que todo va a ir
bien, y estás tumbada en el asiento trasero de algún coche, y no puedes verla,
pero ella sigue diciéndolo.
«Ahora estás bien. Estás a salvo.
Duérmete. Duérmete».
Así que te duermes.
***
Esto es lo
que pasa cuando te desmayas en un coche que puede que fuera una alucinación o
puede que no: no tienes ni puta idea de dónde estás cuando te despiertas, y
joder, te sientes hecha una mierda. Hay agua al lado de tu cama con una nota
que dice “BÉBEME”, y en absoluto deberías hacerlo, pero tienes sed, así que… Si
abres la puerta y mueres acuchillada por un hombre con una máscara de Sombrerero
Loco, será solo culpa tuya.
Abres la
puerta e inmediatamente eres atacada por seis chuchos peleones. El más pequeño
solo tiene tres patas. Le coges con delicadeza y bajas las escaleras.
La señora
Norwood está en la cocina, moviéndose lentamente. Transportar tu culo borracho
por ahí no debe haberle venido muy bien a su hombro. Te sirve un plato de
comida contra la resaca y añade más cada vez que protestas. Después de un rato
te das por vencida y comes. «¿Dónde está
Joey?», preguntas.
«En casa de su padre», te dice la
señora Norwood. «Es probable que nos mudemos. Tú te vienes con nosotras».
Casi te atragantas con la comida.
Le dices que no hace falta que haga
eso. Te trae otra botella de agua. Le dices que puede ayudarte a pagar la
reparación del coche. Ella responde que tu coche huele a pis y que debería
enviarse al desguace inmediatamente. Le dices que estás bien. Ella responde que
eres una mentirosa. Le dices que eres peligrosa. Ella responde que tu tía
Katherine también es una mentirosa, y que todos en tu pueblo son unos mierdas,
por echarle la culpa a una niña de los monstruos en la noche. Le dices que
tienes 18 años, lo que está a un año y tres meses de distancia de la verdad.
Ella responde que eres una niña y que estás jubilada de esta vida de perseguir
asesinos, por lo menos hasta que termines la universidad. Le dices que fue
elección tuya marcharte, elección tuya pelear, elección tuya vivir de la forma
en la que vives. Te mira de cerca y pregunta «¿Lo fue?».
Te echas a llorar.
Te deja lloran en su hombro. «Te
quedas», dice con firmeza, y después de un rato, tragas y dices: «Vale».
***
Esto es lo
que tiene quedarse en un lugar: a veces es difícil no ser la que toma las
decisiones. A veces, las reglas de la señora Norwood son estúpidas. A veces, Joey
y tú peleáis por cosas estúpidas. Y los asesinos regresan, ocasionalmente: vas
a una fiesta de Navidad y encuentras un cadáver bajo el árbol, pero la señora
Norwood atraviesa la puerta con una sierra eléctrica y la puntería de Joey con
el rifle ha mejorado mucho, y todo lo que tienes que hacer tú es chocolate
caliente y limpiar la sangre de los regalos. A veces, tienes miedo de tocar a
tu nueva familia; a veces, piensas que deberías huir para protegerlos. Pero la
mayor parte del tiempo, instauras las Noches de Cine de los viernes y comes lo
que quieres. La mayor parte del tiempo, recibes abrazos antes de irte a dormir.
La mayor parte del tiempo, sigues añadiendo cosas a tu plan a cinco años.
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