LES LOUPS (Guión para un corto)
por Jacinta Escudos
Cuadro 1
Vemos un invernadero. Una casa pequeña, con paredes de vidrio, puerta de madera, café oscuro, techo de tejas oscuras.
El invernadero está ubicado en medio de un jardín descuidado, con plantas crecidas. Al fondo, detrás del invernadero, un bosque. Al lado izquierdo, una casa grande, de dos pisos, pero de la cual solo vemos una pared blanca, sucia.
Verdes oscuros, ningún color estridente ni llamativo.
Cuadro 2
Una muchacha va hacia el invernadero. Entra desde el lado izquierdo del cuadro, pero no vemos su rostro. La vemos dirigirse hasta el fondo, hasta el invernadero, de espaldas.
La muchacha viste un suéter color anaranjado fuerte y una falda plisada a cuadros oscuros, con algunas delgadas líneas anaranjadas que hacen juego con el suéter. Tiene dos trenzas largas, que le llegan casi hasta la cintura. El pelo es de color rubio oscuro y por la nuca de la muchacha, podemos ver que su piel es blanca.
La muchacha abre la puerta del invernadero y entra, cierra la puerta.
Cuadro 3
La muchacha hace algo en el invernadero, pero seguimos viéndola solamente de espaldas. Adentro parece haber también el mismo desorden que afuera, plantas descuidadas.
Vemos un hombre que entra al cuadro desde la esquina izquierda, no sabemos bien de dónde, pero toma el mismo camino para dirigirse al invernadero.
No vemos en ningún momento el rostro del hombre. Solamente se mira su espalda. Está vestido con un abrigo negro, pantalón y zapatos negros, y un sombrero. También lleva una bufanda de color oscuro, lo que impide verle el cuello, pero su cabello es también negro.
Cuadro 4
(Acercamiento. Salen del cuadro la vista de la pared de la casa, el bosque, el jardín).
El hombre se acerca al ventanal del invernadero. La muchacha está trabajando con las plantas que están en la mesa de trabajo junto al ventanal. La mesa de trabajo es blanca.
Ella está de frente a nosotros, pero por la presencia del hombre, no es posible verle el rostro. Sin embargo, logra verse un movimiento de sorpresa de su cabeza al ver al hombre.
El hombre, con su puño derecho, rompe el vidrio.
La muchacha da la vuelta pues quiere huir, correr hacia alguna parte.
El hombre logra tomarla por las trenzas y con una fuerza impresionante, con una sola mano, la derecha, logra jalarla hacia la mesa donde estuvo trabajando ella antes.
La muchacha termina siendo acostada sobre la mesa de trabajo, sobre su costado izquierdo, con su espalda vuelta a nosotros.
El hombre la jala pues quiere comprimirla contra los vidrios que están rotos en puntas muy agudas.
La muchacha forcejea, agita los brazos y las piernas, intenta defenderse. Se miran sus piernas blancas, sus zapatos café de amarrar y sus calcetines blancos.
El hombre, que permanece de espaldas, y de quien nunca vemos el rostro, mete el otro brazo para sujetarla. En algún momento da la impresión que intentará quitarle la ropa, violarla.
La muchacha forcejea en silencio. No hay sonido, gritos, nada.
El hombre jala más a la muchacha hacia los vidrios rotos y en algún momento, vemos cómo en la mano derecha queda la cabellera arrancada de la muchacha, la cabellera sanguinolenta con las dos trenzas.
El hombre arroja la cabellera al fondo del interior del invernadero. No le interesa guardar ese objeto.
Cuadro 5
La muchacha forcejea menos.
Tenemos un atisbo, 3 segundos quizás, del cráneo sanguinolento de la muchacha.
El hombre toma, luego de lanzar con violencia la cabellera, uno de los grandes trozos de vidrio de la ventana rota y lo hunde contra el costado derecho de la muchacha, visible para nosotros. Ella deja casi de inmediato de patalear.
Sabemos que ahora ella está muerta.
El hombre sin embargo, no solo hunde el vidrio en el cuerpo de la muchacha, sino que hunde la mano completa y parece hurgar en el interior de sus vísceras.
Intenta sacar algo. Puede ser el estómago, el hígado, no sabemos. Solo vemos que está hurgando para sacar algo.
Del costado con suéter anaranjado de la muchacha, comienza a salir la mano del hombre que jala hacia fuera del interior de la muchacha, algo oscuro, negro, viscoso.
Cuadro 6
El hombre jala con mucho cuidado la pieza viscosa, negruzca, hasta sacarla del interior de la muchacha. Primero parece el estómago, pero es demasiado negro para serlo.
Poco a poco, a medida que el objeto es sacado al exterior, puede reconocerse lo que es: una cabeza de lobo.
La cabeza del lobo es negra y está húmeda por haber estado en el interior de la muchacha.
La parte correspondiente al rostro del lobo nos queda de frente. El rostro del lobo es gris, y tiene los ojos cerrados. Todos los demás pelos del animal, de las orejas para atrás, son negros.
Cuadro 7
Al sacar la cabeza del lobo, se aproxima otro hombre, vestido de idéntica manera al primero.
Este segundo hombre entra al cuadro por el lado derecho. Camina apurado y ayuda al primero a cargar la parte del cuello de la cabeza del lobo. Tampoco vemos su rostro.
Se acomodan para cargar la cabeza.
Se diría que hacen esta acción con sumo cuidado, casi con reverencia.
Da la impresión también, de que la cabeza es pesada e incómoda de cargar, por la viscosidad con que está envuelta y porque no hay cómo sujetarla adecuadamente.
Cuadro 8
(Plano general, mismo ángulo del primer cuadro).
Caminan de frente. Cargan la cabeza entre los dos.
La cabeza continua con su parte frontal vuelta hacia nosotros.
Al fin se ven los rostros de los hombres.
Son lobos. Cargan la cabeza rescatada de su compañero muerto.
Nacida en El Salvador. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, crónica, ensayo y columna periodística. Tiene experiencia como editora, traductora y guía de talleres literarios.
Fue escritora residente en la Heinrich Böll Haus de Alemania y de La Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire, Francia, ambas en el año 2000.
Ganadora del I Premio Centroamericano de Novela “Mario Monteforte Toledo” (2003), con su novela A-B-Sudario, publicada por Alfaguara Guatemala. Esta misma novela fue reeditada en el 2019 bajo su título original Memorias del año de la Cayetana, tanto en Guatemala (por editorial Catafixia) como en El Salvador (por editorial Los sin pisto).
Tiene diez libros publicados entre novela, cuento y crónica, destacando El asesino melancólico (2015), Crónicas para sentimentales (2010), El desencanto (2001) y Cuentos sucios (1997).
Durante doce años escribió la popular columna “Gabinete Caligari” en la revista dominical Séptimo Sentido de La Prensa Gráfica.
Ha vivido en Alemania, Nicaragua y Costa Rica. Actualmente vive en El Salvador donde imparte talleres de narrativa de ficción, realiza labores de difusión cultural y escribe una nueva columna de opinión en La Prensa Gráfica.
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