Más que simple acero
por Aimee Ogden
El momento en el que Micah echa más de menos a los
adultos es cuando se despierta por la mañana. Una parte de él sigue esperando
el zumbido del despertador y el olor de los gofres de tostadora para
convencerle de que se levante. Pero han pasado cuatro años y no hay una madre
para que le dé un empujoncito para despertarse.
Se incorpora en el colchón y se rasca las costras de los
ojos. Las sábanas huelen a sudor y a hierba; ¿hoy es día de colada? Él es lo
más parecido a un adulto bajo el techo de la escuela primaria Grand Avenue y si
dice que es día de colada, entonces es día de colada.
Ropa puesta, zapatos puestos. Todo el mundo tiene que llevar zapatos todo el tiempo. Esa es la regla, desde que Marco pilló el tétanos el año pasado y todo el mundo pensó que se iba a morir. Fue la peor enfermedad que habían visto desde que los temblores barrieron a los adultos. Micah no sabe qué hará cuando algo peor se extienda.