Esta es una de las entrevista a nuestras autoras que publicamos como parte del Verkami que tenemos en marcha para financiar el segundo año de Las Escritoras de Urras.
Flor Canosa es narradora, guionista multipremiada, roja, activista, memera y posteadora profesional en su muro de Facebook; el cuerpo lleno de tatuajes, la cabeza repleta de buenas ideas, con un humor afilado e inteligente en absolutamente todo lo que hace es una de las voces más originales de la narrativa argentina contemporánea, que no es decir poco.
¿Cuándo comenzaste a escribir?
Empecé de muy chica. Tengo dos poemas fechados en 1985, es decir, a mis 7 años. Bochornosos, claro. Hablaban de muerte y cementerios. ¡Ni Mariana Enríquez se atrevió a tanto! Luego, cuadernos con una novela de aventuras en El Cairo (con un montón de información sacada de diccionarios y enciclopedias), después me arrimé a la "dramaturgia" (agregar triple comillas) en una máquina de escribir Victoria de principios del siglo XX, teclas redondas, una reliquia. Y después me compré mi primera computadora con dinero ganado en concursos literarios del Lions Club de mi pueblo, que eran los únicos que premiaban con plata. Pasé del local, al regional, al nacional y fui ganando plata escribiendo. Una locura total, eran los años 90. No paré nunca, pero tampoco publiqué hasta el 2015 donde participé en el primer concurso de mi vida adulta y, contra todo pronóstico, gané. Ni yo me lo creía. Hasta el día de hoy que todavía no me lo creo.
¿Cuáles crees que son las ventajas y desventajas del relato corto?
Ventajas, casi todas. Es una forma maravillosa. Las desventajas, creo que las compré todas yo; me cuesta muchísimo el relato corto. Siento que requiere una perfección de la cual carezco. Tiendo a disgregarme bastante cuando escribo, a meterme a ciegas en la historia e ir encontrando el rumbo, dando vueltas, conociendo lentamente a los personajes, y lo que me sucede con el relato corto es que necesita intensidad concentrada; debe funcionar como un reloj y tengo la sensación de que eso lo logro con una extensión mucho mayor a la deseada. No sé, por momentos me parece que lo consigo, pero es apenas un accidente.
¿Por qué escribes literatura fantástica? ¿Qué te permite esta literatura en oposición a la realista?
Cuando no escribía literatura fantástica, sentía que estaba traicionando una parte de mi ser. Aún cuando no lo hago, compongo personajes que son monstruos de rostro humano. Mi adolescencia estuvo siempre rodeada, primero, de realismo mágico. Luego Horacio Quiroga, Cortázar, Borges, Saramago, más tarde Dick, Bradbury, Orwell, Huxley. Era eso. Eso era lo que tenía que escribir, aunque me ataban prejuicios de toda clase, porque, ¿cómo iba a escribir fuera del canon? ¿Qué editorial iba a publicar fantástico o ciencia ficción? En fin, por suerte se fueron corriendo todos los velos y acá estoy, ya dispuesta a no abandonar esa literatura nunca. Una literatura que permite hablar de todo, que es profundamente política, descarnada, absurda e imaginativa. Salirse del yo, o bien construir un yo que es tan otro... Los monstruos y los universos distópicos son una maravillosa forma de narrar la sociedad en la que vivimos, pero corrida de eje.
¿Sientes que tu escritura ha sido influenciada por otras autoras de tu contexto? ¿Cuál es el estado de la literatura fantástica escrita por mujeres en tu país?
Creo que las mayores influencias fueron mis lecturas tempranas y tardé más en llegar a las autoras de mi contexto. Hay maravillosas exponentes en Argentina: Angélica Gorodischer, Liliana Bodoc, Laura Ponce, Enríquez, Schweblin, que también introdujo el fantástico en sus últimos escritos, Alejandra Decurgez, Claudia Cortalezzi, Yamila Bêgné, Agustina Bazterrica que ganó el Premio Clarín con una novela distópica, y otras que aún no he leído como Ariadna Castellarnau o Claudia Aboaf, y sé que estoy dejando afuera a un montón. Y a medida que las pienso, veo la cantidad de maravillosas autoras argentinas que se ensuciaron las manos en el barro del género y me lleno de admiración. Entonces, el estado del fantástico en mi país es que goza de excelente salud, que está más vivo que nunca.
¿Cuál es la génesis del cuento de tu autoría que presentamos en Las Escritoras de Urras? Cuéntanos alguna curiosidad o anécdota que te haya sucedido y que lo involucre.
Este cuento surgió por un pedido muy específico. Me invitaron a participar en el hermoso ciclo de lecturas "Siga al conejo blanco", que llevan adelante Agustina Bazterrica y Pamela Terlizzi Prina, pero con la particularidad de que esa jornada estaría relacionada con la comida. No tenía ningún cuento sobre comida (de los pocos cuentos que tengo) ni tampoco ningún fragmento de novela. No soy gran cocinera ni tampoco una sibarita, pero sí tengo una gran obsesión por el canibalismo. Lo había investigado para desarrollar una miniserie y se me ocurrió algo más intimista, que se desarrollase en el seno de una pareja, por esa idea de amar hasta devorar al otro. Por supuesto que fui al ciclo muy empoderada a leerlo, sin calcular que iba a haber gente cocinando y comiendo en vivo. Y yo con mi relato de una chica que se comía las uñas, el pus de los granos y la orina del novio... Bueno, la gente fue muy educada y me aplaudió igual. Y allí lo escuchó Maielis, así que este cuento es pura ganancia.
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