Mejor no
De Alicia Fenieux
Entró al local a media tarde, el público disminuía. La atmósfera era azul y la música ambiente mezclaba sonidos acuáticos con notas de un xilófono. Llegar hasta ahí no fue una decisión fácil. Darse aquel gusto significaba perder meses de ahorro. Pero la añoranza se había transformado en obsesión, quitándole el sueño y fijándose en su mente con la urgencia de un derecho robado que ella debía recuperar a cualquier costo. Quizá, si no la hubiese conocido… pero la conocía y nunca pudo olvidar. Entre la música creyó escuchar el correr de un arroyo y una gran nostalgia le golpeó el pecho. Via su abuela encuclillada a la orilla de un río, remojando hilos de lana en la corriente. Esa sola visión y su lastre de emociones ya justificaban el precio que pagaría por estar ahí. Sonrió y se encaminó hacia los mostradores.
La
recibió con ambas manos. La acercó a la cara para atravesarla con los ojos. No
halló ni una sola partícula que perturbara su transparencia total. Era
rotundamente cristalina, años que no veía algo así. La puso al trasluz solo
para alargar el momento. El leve temblor de sus manos produjo destellos azules
que aumentaron el goce. Volvió sus ojos a la superficie que ondulaba brevemente
ante ella: agua pura, agua dulce de manantiales profundos, agua de la tierra. De
nuevo la imagen de su abuela asomó en su mente, esta vez revolviendo una taza
de líquido traslúcido sobre el que flotaban unas hojas de cedrón. Las notas del
xilófono se acoplaron perfectas al recuerdo de la cuchara tintineando contra la
taza. Apretó el vaso con las dos manos y lo acercó a la nariz para recordar que
esa agua no tenía olor. La intuyó fresca y ligera. El agua potable de mar hedía
a purificadores, tenía una consistencia algo viscosa y su sabor indefinido –con
rastros de amargo y salado– remitía a lo que debía ser y no era. Aunque
aplacaba la sed, beberla producía náuseas, incluso arcadas; siempre era un acto
obligado.
Tragó
un sorbo grande como bocanadas. El agua pura llenó su boca y bajó por la
garganta desplegando su frescor, despertando a lo largo de su cuerpo
sensaciones nuevas y a la vez antiquísimas.
Un placer largamente rezagado en su memoria estalló en el centro de su
cerebro como un orgasmo. Descubrió entonces cuánta sed arrastraba por años y su
vida le pareció un recorrido eterno a través de un desierto. Sintió que
revivía, mantuvo los ojos cerrados y siguió bebiendo, sedienta.
Se
detuvo antes de acabar el vaso, un gran vaso que justificaba su precio.
Mientras las emociones decantaban, un suspiro hondo la dejó en un estado de
total satisfacción. Decidió llevarle el resto a su hija. La niña no conocía el
agua de la tierra pero, quizás, al mojarse los labios podría imaginar
vertientes brotando entre las rocas, pozas frías y cristalinas, manantiales que
atravesaban bosques. Solo imaginar o recordar. Cerró os ojos y sintió que
flotaba en el tranque, en el campo de su infancia, de cara al sol; un sol tibio
que de deshacía en la primera capa de agua y no hería la piel. Selló el vaso
para no perder ni una gota. Sin embargo, antes de partir algo la contuvo.
Permaneció detenida por unos instantes mientras otras gotas, las gotas de su
tristeza, resbalaban por su cara. Secó las lágrimas con el puño y lentamente
comenzó a despegar el sello que había adherido en torno al vaso segundos antes.
Sin pensarlo más bebió lo que quedaba del contenido, esta vez degustando cada
sorbo.
Su
hija nunca había probado el agua pura. Hay cosas que es mejor no conocer, para no añorar.
Alicia Fenieux es periodista titulada en la Universidad de Chile. Trabajó varios años en distintos canales de televisión en programas como Temas y El Mirador. Desde hace una década está dedicada a la literatura creativa. Sus temáticas han sido de anticipación y distopía. La mujer del café virtual, su primera producción literaria (Editorial Forja 2010), recibió la Mención Honrosa del Premio Municipal de Literatura (2011) y uno de sus cuentos forma parte de la antología “Semillas para la Memoria”, publicada por la Fundación Bicentenario. Su segundo libro Cita en la burbuja (Editorial Forja 2012) retoma los temas de futuro y fue destacado por la crítica del Ministerio de Educación en su informe CRA. Lectura sugerida en liceos. Futuro Imperfecto, su tercer libro, (Editorial Forja 2014) cuenta con el patrocinio de la Comisión Chilena de Cooperación con UNESCO. Ha sido traducido al inglés. Novela Amor de Clones (Editorial Forja 2017) obtuvo el premio a la mejor novela inédita 2016 por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Una vida encantadora (Editorial Forja 2017) es su última colección de cuentos de anticipación. Fue simultáneamente editada en España bajo el sello Us Book. Finalista en el concurso literario North Texas Book Festival 2018. Alicia Fenieux ha participado en varias antologías publicadas en Europa. “La hija de Inés” (Editorial Forja 2019), novela de época, ha sido su último trabajo. Es casada y tiene dos hijos.
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