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domingo, 15 de enero de 2023

Capítulo #66 - Quien no se mueve no siente las cadenas, de Eliana Soza Martínez

Quien no se mueve no siente las cadenas

por Eliana Soza Martínez

“Odio a los hombres que temen a la fuerza de las mujeres” 

Anaïs Nin



Después de caminar un tiempo sin tiempo a través de un puente hecho de pelos, Nina llegó desnuda a un sitio que parecía ser el Hanan Pacha. La rugosidad de las hebras acariciaba o rasguñaba las plantas de sus pies, según cómo los apoyaba. Se sentía liviana, podría flotar si lo deseaba, pero era necesario ir despacio. Alrededor, contempló las estrellas como grandes bolas de fuego desplazándose con vida propia y una lentitud mágica. Los colores brillantes del entorno iluminaban el camino que recorría. Vio algunos seres adelante, humanos, animales y otros, mezcla de ambos, decidió seguirlos, tal vez sabrían dónde debía ir. Recordó las historias de su abuela sobre el mundo de arriba, le había dicho que solo las personas justas llegaban a ese lugar, no entendía por qué ella estaba ahí.

El angosto puente dejaba distinguir una bruma alrededor del Kay Pacha y los picos de los Apus de las montañas, donde de niña soñó subir y no lo logró. A pesar de no llevar ropa, el ambiente fresco no le molestaba, más bien una libertad nunca antes experimentada se apoderaba de su piel, como si por primera vez sus poros respiraran aire cristalino.

Continuó caminando hasta alcanzar a esos otros, que también buscaban respuestas. No se miraban, pero ella escuchaba sus pensamientos, recordaban su existencia abajo y querían saber qué hacían en aquel lugar. Una de las bolas de fuego se acercó y supo que debía seguirla, se separaron de los demás hacia una zona alejada del puente, algo más oscura, que se fue transformando en los alrededores de la casa de su abuela, donde vivió casi toda su vida. Ahí estaba, erguida entre adobes y paja, con una puerta vieja y el camino empedrado que daba la bienvenida.

La bola de fuego entró e iluminó el lugar, las camas tapadas con phullus, la cocina de barro, las leñas ardiendo, los utensilios de la abuela estaban allí intactos, como si no hubieran transcurrido los años. Una sombra al fondo se hizo visible, era su awicha. Pena y alegría se entremezclaron en su corazón. Quiso abrazarla y contarle lo que había pasado, pero no pudo porque una voz retumbó en su mente:

—¡Nina, has sido elegida!

—¿Elegida para qué?

—Para convertirte en una Diosa.

—Pero si soy una simple mujer que murió en desgracia.

—Por eso, y por el fuego en tu ajayu, te hemos elegido. El sufrimiento limpia, como lo hizo tu sangre esparcida sobre la tierra.

—Mi sangre fue derramada desde que me dijeron que era apta para tener descendencia y quisieron entregarme a un hombre a quien no conocía ni amaba.


Nina corre por los sembradíos de papa y oca, va detrás de una alpaca que nació unos meses atrás, le gusta mirarse en esos ojos enormes y llenos de una esperanza que linda con la ignorancia de la muerte. En ellos se mira extraña, no quiere ser dócil como este animal; imagina convertirse en algo diferente a las carnes, pelos e iris oscuros, iguales a los de ella. 

Desea ser como la sangre que vio salir de su cuerpo y creyó morir; su madre le explicó que se estaba convirtiendo en una mujer. Ese líquido espeso y extraño parecido al jaguar, que pinta lo que toca y se come a las alpacas. Si fuera esa fiera no aceptaría el cuidado de las personas, perdiendo su libertad.


—Nina, sabemos que eres especial. Admiramos tu rebeldía. Por eso, decidimos entregarte poderes que no imaginaste que existían.

—No deseo ser una Diosa. Abajo solo quería vivir según me dictaba el corazón y, ahora, no sé qué haría con los poderes.


En la casa de su abuela, Nina sostiene la mano de su madre que se está muriendo, no sabe qué hacer, tan solo mojar con su llanto esos dedos que acariciaban sus cabellos mientras le peinaban por las mañanas, besar las palmas que cocinaban a diario, oler la piel que alguna vez le había golpeado en la cara. El calor de su mamá se escapa y ni ella ni la anciana a su lado tienen el poder de cambiar ese final.


—¿Dónde crees que te encuentras?

—En el Hanan Pacha.

—Estás lejos todavía. Estamos en un lugar intermedio. Los dioses no juzgamos a los muertos, son ellos los que toman la decisión de a dónde quieren ir por el resto de su tiempo.

—¿Entonces, puedo decidir?

—No, Nina, ya lo hiciste en el Kay Pacha.

—Los hombres también lo hicieron.

—¿Querías ser un hombre?

—Al principio sí, pero luego me di cuenta que al serlo perdería.

—¿Perder qué?


Nina trabaja cosechando papa, el sol cae indolente en su espalda, su piel quemada parece brillar. Las trenzas que recogen su cabello llegan a su pequeña cintura. Los tubérculos arrancados son grandes y se resisten a desprenderse de la tierra negra que los cobija, aunque sus brazos fuertes y manos de dedos largos los dominan. La abuela le lleva agua y un poco de chuño, le dice que Manku, hijo del Chunca-camayoc ha pedido llevársela. La muchacha de catorce años toma un sorbo, se limpia el sudor y mira triste los ojos de su awicha. A ninguna le gusta la idea, pero la anciana sabe que no hay otra forma para asegurar el futuro de su nieta. Nina no pronuncia palabra y sigue trabajando. El anuncio le ha confirmado que ya no podrá quedarse, su camino debe bifurcarse lejos de esos prados amados, la casa de adobe y la tumba de su madre.


—Perdería mi esencia, mi espíritu.

—¿Acaso los hombres no los tienen?

—No como el de las mujeres. Por eso nos complementamos como el Hanan y el Uku, pero en el Kay Pacha, algunos hombres se creen superiores y quieren dictar la vida de las mujeres.

—No dejaste que rigieran la tuya.

—No, por eso dejé a mi abuela y fue un sacrificio demasiado pesado. Abandoné mis raíces por mi libertad.


Nina cargada de lana de alpaca, chuño y charque sigue a los comerciantes de su ayllu, se dirigen a la gran ciudad, residencia de los incas, el Inticancha o Templo del Sol. Allí no tendrá que seguir las reglas que quieren imponerle en su hogar, extrañará sus montañas, sus ríos,… la libertad vale la pena. Alguien le pregunta por qué viaja sola, responde que va a vender la lana para casarse y como solo vive con su awicha, ella misma debe hacer el encargo. Los hombres y mujeres le creen. Primero llegan a Matagua, donde descansan. La muchacha come poco, queda mucho por recorrer. 

La noche fría no calienta con la manta de alpaca, pero le sirve para recordar las historias que le contaba su abuela sobre una mujer guerrera, Mama Huaco, ella durante una de las tantas batallas para posesionarse de la tierra prometida por Wiracocha, hiere a un hombre, luego le abre el pecho y sopla sus bofes, haciendo que la gente de Acamama huya temerosa. Le gusta esa leyenda porque le da esperanza, mientras piensa lo que hará en la ciudad. Tiene un nombre, Allin Sunqu, una amiga de su madre, que según dicen es una tejedora reconocida. La buscará y le llevará la lana, tal vez aceptará darle cobijo por unos días.


—Aprendiste sobre ti misma en tu viaje. Te vimos llorar algunas noches y renacer radiante con el amanecer. A pesar de tu corta edad no demostrabas tus temores y ayudabas a quien lo necesitara.

—Solo hacía lo que mi madre y mi awicha me enseñaron.

—Vimos muchos más hombres y mujeres que cambiaron al cruzar la puerta de la casa materna. La ambición y pensar solo en uno mismo son la naturaleza de la mayoría de los que viven en el Kay Pacha.

—Conocí personas que me ayudaron y me enseñaron, también maldad en las manos y caras de otros, pero recuerdo más la bondad.


Al amanecer parten hacia Colcabamba, la tierra seca, el sol pesado y algunas hierbas descoloridas guían el camino. Los pies de Nina están cansados y con heridas, pero no puede retroceder. El estómago vacío y la lengua seca no la ayudan a sentirse mejor y sumado a un destino incierto hacen que su corazón se arrugue, como el chuño. Una mujer nota su malestar y le alcanza un ungüento de grasa de llama que le alivia. Pasan varios días y noches parecidas hasta llegar a Guaynapata. Le dicen que desde allí solo faltan unas lunas para pisar la capital. Está emocionada y exhausta, cambia algo de lana por comida y agua, las comparte con una vieja que le recuerda a su awicha.


—¿Crees que ofrecemos a cualquiera convertirse en una Diosa?

—Claro que no, hasta ahora no entiendo por qué me lo ofrecen, nunca fui nadie importante, mi maestra Allin Sunqu sí, era sabia y buena.

—Ella no murió y llora tu partida, te formó bien, aunque no pudo domar tu ajayu; en el fondo siempre hiciste lo que quisiste.


Llegando al Inticancha, Nina pregunta por Allin Sunqu, su fama es conocida y le indican donde vive. Las construcciones gigantescas le asombran, en especial las Kallankas, llenas de maíz y trigo. El Ushno, en medio de una plaza central, aquellas enormes piedras formando algo parecido a una pirámide y, en lo alto, un asiento forrado con reluciente oro le quita la respiración, por lo ostentoso. Más adelante, se enterará del objetivo del lugar. 

En el Acllahuasi más importante encuentra a Allin Sunqu, le muestra la lana y le explica el motivo de su visita. La mujer la mira con ternura, no puede ofrecerle mucho, solo un lugar donde quedarse y algo de comida, a cambio de trabajo duro en la textilera. Nina acepta encantada.


—Ella fue muy buena conmigo, casi como una madre. Aunque en todo el tiempo que estuve a su lado no pude olvidar a mi awicha, ¿podré hablar con ella? Debe estar en el Hanan Pacha?

—Nosotros lo podemos todo. Es lo que te ofrecemos.


Nina se acostumbra a la vida de la ciudad, el oficio de preparar la lana, hilarla, y tejerla no es ajeno, lo hacía en casa de su abuela. Aunque termina exhausta por la noche, todavía aprende con Allin Sunqu, ella le enseña a tejer con hebras de oro para la ropa de los Orejones y algunos miembros de las Panacas más importantes que viven en la capital; hay bastante trabajo, para quien se hace conocer por la calidad de sus tejidos. La buscan militares, sacerdotes y curacas de otras ciudades; su sueño es hilar un ropaje para el Inca.

Su maestra le cuenta para qué sirve el Ushno; algunas veces se hacen ofrendas de chicha en ceremonias como el Capac Hucha, pero también es donde se realizan sacrificios de vírgenes, las Acllas. Las jóvenes son elegidas por los sacerdotes entre las familias más humildes, incluso traídas de otros lugares. La muchacha se sorprende por aquella descripción y, en el futuro, será testigo en persona.


—Entendemos tu sacrificio, sabemos del dolor de tu corazón, pero también conocemos su fuerza y su fuego. 

—Era necesario para seguir viviendo, no había otro camino. Recordaba las palabras de mi awicha: que me cure cada noche con los rayos de la Mama Quilla, para amanecer radiante con el siguiente sol. Al finalizar del día lo intentaba, algunos lo lograba, otros no.


El fuego en el corazón de Nina desborda no solo en la habilidad para tejer, sino en la intensidad de sus emociones. Después de varios años en la ciudad, se descubre hermosa y no pasa desapercibida frente a la mirada de los hombres, que la admiran cuando camina en el mercado o entregando un trabajo de su maestra.

Los festejos en la capital son continuos, se bebe chicha, se baila, se canta y ella es buena en todo. En su primer encuentro carnal, también aprende que está hecha para el amor y ese placer que rompe su cuerpo en dos, la deja  feliz y brillando.


—Haciendo un repaso de mi vida en el Kay Pacha, fui ingenua, creí que el amor me salvaría. Escapé de un destino con un hombre desconocido y los que conocí en la ciudad tampoco fueron tan diferentes. Tal vez alguno me amó con el corazón, pero su sentimiento no alcanzó para aceptarme.

—El amor entre hombres y mujeres es todavía un enigma para nosotros, por eso ni nuestro poder debe intervenir allí.


A ese primer encuentro continúan otros, haciendo de su cuerpo el templo del placer que había soñado, cada piel deja en ella un dulce disfrute, los besos la llenan de dulzura y hambre de más, las palabras no significan nada, ni siquiera las promesas; no las desea. La mayoría de sus amantes no lo entienden; la quieren poseer fuera del acto también. Aborrecen su libertad. Nina no se deja, ha crecido como tejedora y mujer, ya no es solo la aprendiza recién llegada de Allin Sunqu, sino su mano derecha y tiene claro lo que quiere; ya se hace cargo del ropaje de muchas personas importantes. 

Incluso Quri, un militar, ha caído en su cama. Es el más apasionado, pero también el más exigente, demanda que lo espere con el cuerpo perfumado después de sus viajes. Las noches a su lado son largas y cálidas, sus regalos son ostentosos, la última vez le entregó dos brazaletes de oro con la insignia de un jaguar. A cambio, de estos obsequios y atenciones, desea que se olvide de su trabajo y viva por él.


—Cada hombre me pedía algo a cambio. No entendían que yo no buscaba una vida juntos, por eso Quri decidió castigarme.

—También nos pareció injusto, pero tu destino estaba marcado. Te necesitábamos como parte de nosotros.

—Me di cuenta que nuestras vidas están en sus manos. Me cuesta entenderlo y aceptarlo todavía, aunque ahora estoy aquí frente a ustedes.

—Es algo que comprenderás, cuando seas una Diosa.


Es el día que el Vilcanota anunció semanas atrás. Se realizará una ceremonia en honor al Dios Inti. Estará presente el Sapa Inca, la Coya y la demás realeza. Nina, que nunca asistió a uno, ahora decide hacerlo. Después de cantos y ritos con hierbas, chicha y coca, llega la hora,  el sumo sacerdote derrama la sangre de la primera Aclla; al verlo Nina cae desmayada. Intenta salvar a las siguientes gritando, pero nadie le hace caso; los que están cerca la miran con ira y le increpan, no puede ir en contra de los dioses. No para de llorar y se va sin observar el resto de la ofrenda. Desde lejos escucha el festejo que se organiza después y odia a todos los que se alegran por la muerte de inocentes.

Quri la busca, ha llegado desde el sur del Imperio y desea descansar en la piel tibia de Nina, pero ella está destrozada y no quiere explicar por qué. Lo rechaza y él se va enfurecido. La noche será larga para ambos.

El siguiente amanecer, un mensajero informa a Nina que Quri desea verla, responde que irá después; esta decisión marcará su destino. Más tarde, dos militares la buscan y la llevan a fuerza ya no a la casa, sino al cuartel donde manda el militar. Allí, como cualquier delincuente, es encerrada en un calabozo. Tras varias horas, su amante la visita, le exige explicaciones, ella no quiere dárselas, la golpea y la deja ir. En la cabeza del hombre, Nina lo aborrece, lo ha cambiado por otro y ha denigrado su nombre.

Enfurecida, vuelve a su casa. Allin Sunqu le pregunta qué le ha pasado, mientras cura sus heridas. Nina lo cuenta todo y su maestra le advierte que es muy peligroso portarse así con un militar, no se puede confiar en un hombre herido, le repite. Está dolida y triste, pero quiere desquitarse buscando otro amante y sabe dónde encontrarlo. Cuando sale esa noche, unos extraños la emboscan y la asesinan. La mentora encuentra su cuerpo frío a la mañana, nadie está al tanto de lo que le pasó.


—No estoy segura que pueda ser una buena Diosa.

—Lo serás, estaba escrito.

—No sé si lo deseo.

—Esto no es un deseo cumplido. No te estamos preguntando si lo quieres hacer, es una decisión tomada. Serás una de nosotros y no solo tendrás poderes, sino grandes responsabilidades. Desde hoy te llamarás Coco Mama, la Diosa de la hoja sagrada, la coca.


Cientos de estrellas se acercan al cuerpo desnudo de Nina y la poseen, ella siente como si el fuego la consumiera, pero sin dolor. La luz que la enceguece por unos instantes la llena de paz, felicidad y placer infinito al mismo tiempo. Su organismo se fortalece y su mente se expande, al igual que sus sentidos. Escucha voces, ahora sabe que son los pensamientos de los seres que están a su alrededor. El conocimiento de siglos reverbera en su cerebro, está al tanto de todo sobre el Hanan Pacha, el Kay Pacha y el Uku Pacha. 

Trata de acostumbrarse al inmenso poder, respira hondo y piensa en su awicha y su madre. Las ve frente a ella, las abraza, tiene mucho que decirles y preguntarles, pero no es necesario, con solo mirarlas se han dicho todo. Su abuela, al despedirse, le recuerda hacer lo que le dicte su corazón y no dejar que otros le marquen el camino.

Coco Mama busca a las otras diosas: Pachamama, Mama Quilla y Mama Cocha. Primero la miran reticentes, nunca se hubieran imaginado que una mortal pudiera convertirse en Diosa, aunque también se alegran de tener otra más entre ellas. La recién llegada les cuenta sus ideas, quisiera cambiar el Hanan Pacha. Al oírla dudan, piensan en Wiracocha y las consecuencias, pero tiene razón, unidas pueden llegar a conformar una fuerza que nadie podrá negar. 

En el Kay Pacha, Coco Mama hace que se riegue la leyenda del origen de la Diosa de la hoja sagrada. Una simple mortal, asesinada por celos en manos de uno de sus amantes, que la descuartizó y enterró en diferentes lugares su torso, extremidades y cabeza. Pero en el sitio donde sepultó su corazón, nació el primer arbusto de coca. Desde entonces, la Deidad enseñó a las personas el uso de esta planta, para tener fuerza, los dolores del cuerpo, del alma y también para varios ritos.

A partir de esa historia, los jatun runas admiran a la Diosa y le rinden ofrendas. Coco Mama se parece en sueños a las mujeres más fuertes, a las que son respetadas, cumple milagros de felicidad y salud; así sus seguidoras se multiplican. Las madres, antes de plantar y al cosechar la coca, cuentan a sus hijas su leyenda. 

Las diosas unidas van convenciendo al pueblo, apareciéndose en ritos a los Vilcanotas y otros sumos sacerdotes, que no es necesario derramar sangre humana y enseñan nuevas ofrendas, como los camélidos y ovejas blancas, para garantizar la pureza de lo ofrendado y el uso, incluso, de los fetos de estos animales. A partir de estas enseñanzas y milagros concedidos, disminuyen los sacrificios de mujeres y niños. A pesar de la oposición de viejos chamanes, y hombres que se resisten a cambiar, la población está dividida en dos bandos, pero cada día aumentan los que ya no desean perder a sus hijas.

Wiracocha, al enterarse de estos cambios, quiere maldecir y desterrar a Coco Mama, está seguro de que la revolución de las Diosas fue idea suya. Decide encararla, pero el resto de las deidades la apoyan. Entonces, por un momento, se pone a cavilar, recuerda lo que habló con aquella recién llegada en un tiempo sin tiempo. Está escrito que la que un día fue una simple mortal se ha transformado en la Diosa que cambiará el destino del Imperio Incaico. Sin mucha emoción, el Dios Supremo las apoya y en la tierra los sacrificios humanos se extinguen por completo.

Coco Mama mira desde el Hanan Pacha un ritual donde varias jovencitas bailan en su honor, se ve reflejada en ellas, sonríe porque podrán elegir sobre sus propios destinos. No sabe, todavía, que unas carabelas se acercan a través del océano.


GLOSARIO


Hanan Pacha: El mundo de arriba donde se encontraban todos los dioses, el mundo celestial donde estaban Wiracocha, Inti, Mama Killa, Pachacámac, Mama Cocha e Illapa.

Kay Pacha: El mundo terrenal en donde los seres humanos habitaban y se desenvolvían en sus vidas.

Uku Pacha: El mundo de abajo, que era el mundo de los muertos, de los no natos y de todo aquello que se encontraba bajo la superficie terrestre o acuática

Apus: Son montañas tenidas por vivientes desde épocas preincaicas en varios pueblos de los Andes, a los cuales se les atribuye influencia directa sobre los ciclos vitales de la región que dominan.

Phullus: Cobija, cobertor tejido con lana de llama.

Awicha: Abuela, anciana.

Ajayu: La fuerza que contiene a los sentimientos y la razón, también es entendido como el centro de un ser que siente y piensa; es la energía cósmica que genera y otorga el movimiento de la vida

Chunca-camayoc: Jefe de 10 familias.

Ayllu: Organización social inca basada en lazos de parentesco, origen común y propiedades comunes, como estar vinculadas a un territorio.

Inticancha: El templo del Sol o Inti Cancha era el de mayor de su clase en importancia, no sólo en el Cuzco sino también en todo el Imperio.

Chuño: papa deshidratada

Charque: carne deshidratada

Kallankas: Se trata de un gran galpón de planta rectangular muy alargada con techos de dos aguas sostenido por series de pilares hincados a lo largo del eje longitudinal.

Ushno: Es una construcción en forma de pirámide que usaba el Inca para presidir las ceremonias más importantes del Tahuantinsuyo

Acllahuasi: Red de edificios residenciales de las acllas, que eran los grupos de mujeres especializadas en actividades productivas, particularmente en la textilería y preparación de chicha, y que estaban obligadas a prestar servicios laborales al estado inca.

Orejones: Este grupo de señores regionales, a los que se agregaban los mayores funcionarios del imperio, los sacerdotes y algunos mercaderes, conformaban la élite del Tahuantinsuyo.

Panacas: El término panaca se usó para designar un grupo social o ayllu de parientes de un inca, en el sentido de descendientes.

Capac Hucha: Era uno de los rituales más importantes del calendario Inca. Se realizaba entre abril y julio desde, al menos, el siglo XIII y hasta comienzos del siglo XVI

Acllas: Jóvenes vírgenes al servicio del imperio. No guardar la obligada castidad y, sobre todo, ser sorprendida con un hombre significaba, para la vestal en ejercicio, su inapelable condena a muerte, a una muerte cruelmente ejemplar.



ELIANA SOZA MARTÍNEZ (Potosí – Bolivia) Comunicadora, escritora y gestora cultural. Publicaciones: Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020), Editorial Electrodependiente, Bolivia. Encuentros/Desencuentros (2019), Bolivia.  Monstruos del Abismo (Microficción) (2020). Editorial Velatacú, Bolivia. Pérdidas (Cuento) (2021), Editora BGR, España. Luz y Tinta (Microficción), Argentina: Editorial EOS Villa, 2022.
Sus cuentos fueron publicados en revistas literarias y antologías de Bolivia, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, México y España. Participó en los Encuentros Internacionales de Microficción de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz (2018 y 2019) y La Paz (2018). Los años 2020, 2021 y 2022 fue Coorganizadora, de los Encuentros Internacionales de Microficción para la Feria del libro de Santa Cruz - Bolivia. En 2020 fue elegida como editora y coordinadora del concurso abierto de minificción Sucre en Micro: Memorias de la tormenta, organizado por el Gobierno Autónomo Municipal de Sucre - Bolivia. Es parte de REM Red de Escritoras de Microficción y el Colectivo de Escritoras SOMOS MAR.


4 comentarios:

  1. Me ha encantado el relato y vuestra charla y análisis posterior, gracias. Trabajo en un espacio de igualdad en Madrid y recientemente inicié un grupo de biblioterapia y he pensado utilizar este relato para abordar diferentes temáticas, especialmente desde una mirada abierta a la cultura inca y a partir de ella a las llamadas culturas precolombinas, la mirada hacia las violencias, la asunción de éstas en la idiosincrasia social y las vías de cambio colectivo. Creo que el relato es una puerta para conectar con el poder personal de nuestra coherencia y la búsqueda de esas "amigas" o "diosas" con las que debatir y construir cambios. Gracias!

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    1. Estimada Beatriz, qué honor, lo que necesites estoy a la orden en mi correo fizcaeliana@gmail.com

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