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lunes, 9 de noviembre de 2020

Capítulo #20 - Mujer precavida, de Milena Hidalgo

 Mujer precavida

por Milena Hidalgo


Pablito, estate tranquilo para darte el almuerzo. Vamos otra vez con esto. ¡Pareces un remolino, chico! Está bien, te cuento algo, pero hay que comérsela toda. ¿Sí? Bueno. Abre la boca, amor, no seas malcriada, dale que él necesita alimento. Eso… Había una vez una mujer hermosa esa eres tú, amor mío que se casó con un hombre igualmente bello ese soy yo. Luego de varios años intentando tener hijos, lograron concebir. Estaban tan felices con la promesa de un chiquitín corriendo por el patio… Pero la felicidad es tan cierta como tan corta.

Llegó el primer estudio genético a los tres meses del embarazo. No te muevas tanto, vas a acabar con mamá… ¿Quieres que termine el cuento? Pues traga y abre grande que viene un avioncito. Aaaaahhaaaammm… ¡Qué sabroso! Ya voy, no me mires así, continúo… La mamá estaba muy nerviosa antes de entrar en la consulta. Papá la calmaba con besos en la panza. Entraron y el médico hizo los exámenes. Puso cara de desconcierto y dijo que todo estaba bien, pero… a esas alturas todavía nada era absoluto. La mamá abrió los ojos muy grandes con todo el miedo del mundo dentro. A su mente vinieron todas las enfermedades del árbol familiar. Apretó con una mano el brazo del papá, con la otra la mano del médico y preguntó: «¿Va a tener riñones poliquísticos, diabetes, alguna cardiopatía, alergias, hipertensión arterial, problemas circulatorios, algún síndrome?». El doctor miró con ojos de haber encontrado su conejillo de indias y dijo que no había nada de qué preocuparse, en ese hospital radicaba el instituto de genética más importante del país, por lo que, si los padres estaban de acuerdo, podían emplear un procedimiento genético prenatal de nuevo tipo, muy exitoso en los embriones antes intervenidos, que, luego de analizar las patologías hereditarias de la familia, diseñaba un tratamiento diferenciado para prevenir cada una de las enfermedades que proyectara tener el futuro bebé en algún momento de su vida. Ambos padres se miraron con asombro porque aquello sonaba a ciencia ficción barata, y tragaron en seco. La madre bella, pero hipocondríaca, dijo que sí a todo. Los dos firmaron los acuerdos de conformidad tan necesarios en estos casos había dicho el médico y comenzó la aventura sin par. Pero, Pablito, hijo… ¿No quieres que siga la historia? Ah… No te muevas tanto que te vas a atragantar. Continúo. Entonces ingresaron a mamá en un cuartico muy bonito del hospital sí, este mismo, de donde no debía moverse hasta después del parto, para evitar cualquier incidente que pusiera en riesgo los resultados del tratamiento. Aparecieron otros médicos y muchas enfermeras con jeringuillas llenas de líquidos viscosos de diferentes colores. Papá preguntaba qué era cada cosa que venían a inyectarle a su mujer en la panza. Los doctores contestaban que «combinaciones genéticas diseñadas en el laboratorio para rectificar defectos que podrían causar enfermedades». Luego comenzaron los cambios en la dieta de mamá. Solo podía comer una pasta verde que traían las enfermeras. La explicación esta vez estuvo relacionada con los factores proteicos y vitamínicos asociados a la formación de las células madres de diferentes órganos que pudieran desarrollarse con fallas. Pasaron los meses hasta el séptimo. Mamá, primero gorda como una vaca, pero bella como siempre, ¿verdad mi amor?, resistió todos los pinchazos y sabores amargos, firme en su propósito de salvar al hijo del sufrimiento y la muerte. Luego, su carne comenzó a menguar hasta ser solo un manojo de huesos con el vientre abultado, lleno de venas sobresalientes como raíces de un baobab. Ella, tan hermosa y testaruda, ignoró todos los ruegos de papá para dejar el tratamiento y salir del hospital. Parecía poseída por una magia negra muy poderosa: su confianza ciega en los avances de la medicina. Poco después, el doctor que inició el tratamiento desapareció y con él, todos los líquidos raros y pastas nutritivas. En su lugar llegó otro, que ofreció disculpas porque habíamos sido estafados por un demente y su equipo, que se dieron a la fuga al no obtener los resultados esperados con nuestro experimento. Ahí nos enteramos de que éramos los primeros en probar la supuesta cura preventiva de toda enfermedad. Y llegamos al noveno mes de gestación. Los nuevos médicos atendieron a la mamá, que recuperó poco a poco su robustez. Papá pensó en demandar el hospital por aquellos tratos, pero ella, linda y generosa, pidió calma y cordura, porque lo más importante era tener a su hijo en las mejores condiciones. Al menos decían que estabas saludable, Pablito, y eso nos bastaba para esperar. Un décimo mes pasó sin señales del parto y el doctor sugirió la cesárea que tu madre rechazó, porque ya habías sufrido demasiado abuso y ese tipo de intervenciones siempre son traumáticas para el bebé. ¡Ay, no me pellizques chica! Otros muchos meses pasaron, la panza dejó de crecer, mamá dejó de engordar, y hoy es un día especial: ya cumples cinco años. Y todavía no sales de la panza. Pero tu madre sigue rechazando la cesárea. No, ella quiere parto natural, ya está muy mayorcita para ese tipo de operaciones. Va y se muere en medio de ella, o peor, mueres tú. Y tú, ahí, dentro, como si te negaras a salir al mundo. Bueno… verdad que no sacaste los riñones malos de abuela, ni la diabetes de tía, y jamás tendrás mi hipertensión. Seguro que estás fuerte como un toro… ¿Verdad, Pablito? Espera un momento, mi cielo, estoy hablando con el niño. ¿Te estás orinando? Sí, claro que te pesa la panza. No te preocupes, yo te ayudo a levantarte.

Cubana afincada en Madrid, Milena Hidalgo es poeta y narradora. Licenciada en Letras en el año 2011 por la Universidad de Oriente. Publicó en ese mismo año su cuaderno de poesía Monogamia, como parte de la Colección Tábanos Fieros de la Extensión Universitaria de dicha institución. Ha obtenido premios tales como: Primer Accésit del Premio de Poesía “Luisa Pérez de Zambrana” y la Primera Mención en “La Medalla del Soneto Clásico”, ambos en Santiago de Cuba (2009); resultó Finalista del Concurso David en poesía, La Habana (2015); recibió la Mención del Concurso de Poesía Fantástica Óscar Hurtado, así como en el género de novela en el Premio David, con la novela Los cuatro vértices del triángulo (Guantanamera, 2016). Se graduó del Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” (2015).


Avisos por contenido sensible: embarazo, experimentos médicos.

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