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lunes, 7 de diciembre de 2020

Capítulo #22 - Electric Geisha, de Duchy Man

 

Electric Geisha

por Duchy Man  

                                                                                                        Para Maia

Abrió las treinta y dos cajas de laca,  metidas una dentro de la otra hasta el infinito. La última, cubierta por un paño dorado sobre el piso negro,  apenas fue tocada. Tenía los dedos pintados de rojo. Siguiendo las severas órdenes enunciadas desde la puerta trasera, sólo debía yacer sobre su espalda y dejar que las manos ajenas  le corrieran encima.

 

La cuchilla descendió  varias veces, dejándolo todo azul en el hueco de la axila.

Ilustración realizada por la autora

 

Días atrás alguien le había pedido que le pintase las uñas.  Sacó los blanquísimos calcetines, dispuso los enseres; no hubo gotas de sangre ni rastros de sudor, pero la última vez el trazo del pincel se corrió a la derecha. Había que acercarse demasiado para ver cómo el resplandor oscilaba en otra dirección, pero el miedo a un mal presagio le obligó a confesarse.  Colgando de los tobillos en el foso del ascensor aprendió a desplegar su delgadez. Lucía  muy bien.

 

Limpió la hoja plateada, el borde de la jofaina rechinó inconforme.

 

Peinarse era una labor que requería tiempo. Después de lavar y secar el cabello debía introducirlo en un tarro de aceite de nuez  por espacio de tres horas. Para ello se acostaba  en una tabla  con la cabeza hacia abajo, luego cerraban la jaula y la cara quedaba oculta  por la hermosa máscara de la cubierta exterior. Un fanático cruel pagaba por presenciar esa escena durante varios días, sólo el cuerpo y la fría armazón de madera. Era una pieza antigua, si se colocaba levemente el dedo entre las cejas los párpados se movían.

 

Pasó alcohol  por el resto del brazo sin derramarlo.

 

Bajo la máscara es casi imposible  respirar. Finalmente es abierta y el cabello escurrido y  cepillado hacia abajo hasta que pierda toda la consistencia y pesadez del óleo. Suelen utilizarse  esencias para atenuar un poco el olor de la nuez, mientras tanto son  cortadas las puntas que no coincidan.

 

Todo lo hacía al revés. Entró en el agua caliente.

 

La idea es que  ni un solo pelo o aguja se desplace mientras el cuello se quiebra. La nuca ha estar prudentemente desnuda a fin de garantizar la efectividad del corte.  Si el peinado se deshace la cabeza será destruida  sin remedio.

 

La hoja no perdió su esplendor  a través del  vidrio empañado.

 

Si el cliente lo pide ha de tragarse un juego de cuentas de cristal y someterse a una dieta de  líquidos rigurosamente escogidos. El día señalado para ser devueltas deberá acicalarse,  luciendo la prenda más amplia de su indumentaria. Recibirá al cliente dándole la espalda, de rodillas y con  el talle bien recto, dejando al descubierto la parte posterior —sólo el juego de cuentas puede ser liberado—, permaneciendo  inmóvil durante el tiempo que dure la operación, y todo aquel que designe el usuario.

 

Pompas de jabón astringente.

 

Otra modalidad consiste en introducir una aguja estrecha y larga en algún  orificio, puede estar decorada y  terminar en forma de flor o de insecto.  No ha de  ser muy afilada ya que  podría ocasionar algún daño imprevisto. Jamás será insertada o extraída por  otra persona que no sea la instruida al efecto.

 

La toalla seca. Gotas de vapor en el suelo.

 

El objeto siempre será usado de lejos.  La distancia establecida entre el usuario y la completa desnudez no puede ser menor de tres metros. Cualquier roce o manipulación del objeto se realizará sobre  atuendos intercalados cuyo espesor mínimo sea de una pulgada.

 

El nudo susurró a lo largo de la corbata.

 

El precio se concertará con un año de antelación. El cliente pagará toda su cuota en la primera visita quedando obligado a guardar silencio y a disfrutar sus derechos de forma organizada y serena, siempre sujeto a las formalidades de la Casa.

 

Filos blancos asomando por cada borde oscuro.

 

Pisó la suave moqueta, recogiendo la seda invisible al evadir los charcos. Todos los ojos sobre su figura. Nuevas cicatrices temblaron  en el brocado inexistente. Los círculos agudos  latiendo  a través de la  camisa. En la calle, bajo el soplo frío, con los zapatos manchados de neón, estiró el brazo  apresando el resplandor del primer coche en el yugo minúsculo.

 

El repique metálico de su corazón era apenas perceptible. Ya no podía recordar su propio nombre.



Duchy Man Valderá, La Habana, 1978. Artista de la plástica, diseñadora de vestuario y narradora. Luego de una fructífera carrera como ilustradora en diferentes editoriales cubanas, decidió incursionar en el mundo de las historietas y las novelas gráficas. Actualmente reside en Bruselas, donde se desempeña como ilustradora e historietista (dibujante y guionista). En 2016 la editorial francesa Mosquito publicó su álbum "Rosa de La Habana", primera historieta 100% cubana publicada en lengua francesa, cuya versión en español corrió a cargo de la editorial Ponet Mon. Es también coordinadora de proyectos culturales entre las capitales de Bélgica y Cuba. Este 2020 ilustró la novela de Maielis González, "De rebaños o de pastores" (Cazador de Ratas) y realizó la portada de nuestra primera antología de Las Escritoras de Urras.
Para estar al tanto de su trabajo como ilustradora la pueden seguir en su Instagram @duchymanartist.


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