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lunes, 26 de octubre de 2020

Capítulo #19 - Algún futuro empapado en sangre, de Carlie St. George


Algún Futuro Empapado en Sangre 

por Carlie St George


Esto es lo que pasa cuando sobrevives a una masacre en una fiesta de pijamas: nadie te quiere cerca. Todas tus amigas están muertas, tu madre está muerta, y a ti te envían a vivir con la desgraciada de tu tía Katherine, que te echa la culpa por hacer que mataran a su hermana porque es así de despreciable. Y tú tratas de seguir adelante, pero no sabes cómo porque las pesadillas son constantes y la terapia difícil, especialmente cuando un nuevo asesino aparece y mata a tu psicólogo con su propio lápiz. Tu sobrevives a esa masacre también (esta ocurre durante una excursión) pero a nadie le importa que le salvaras la vida a uno de los chicos de la banda de música porque claramente estás maldita y deberías irte del pueblo. Ni el chaval de la banda de música está agradecido, ese pedazo de mierda con granos.

Así que te marchas del pueblo. Pero antes desplumas a tu tía.

***

Esto es lo que pasa cuando te marchas del pueblo: empiezas a temer que todo el mundo tiene razón.

Vives en tu coche, lo que al principio es divertido hasta el momento en que te das cuentas de que no tienes ni diplomas ni el graduado escolar, y que todo tu historial laboral se reduce a tres meses en una cafetería de mierda, un trabajo para el que necesitaste un domicilio y tres referencias personales para poder solicitarlo. Además, son las cuatro de la mañana, y tienes muchas ganas de mear, pero llueve a cántaros y estás sola y el coche está aparcado en una carretera oscura cerca de un bosque lleno de criaturas aullantes. Tus únicas opciones son o bien enfrentarte a la tormenta o terminar la botella de Gatorade y acuclillarte con torpeza sobre ella en el asiento trasero; tratas de hacer lo último, lo que significa que ahora tu casa huele a pis, y lo único que quieres es rendirte, conducir de vuelta a casa y aceptar la derrota. Pero tía Katherine jamás te aceptará de vuelta; probablemente entrarías en el sistema de acogida y te tocaría una señora religiosa y maltratadora o, aún peor, alguien maravilloso, alguien que no sabe cocinar y que fracasa estrepitosamente con la jerga juvenil y te deja llorar sobre su hombro cuando te despiertas gritando. Y pasará un mes, y luego dos, y pensarás «Se acabó, está bien, estamos a salvo», hasta que un día bajes las escaleras y te encuentres a tu Nueva Madre en la mesa, con un hacha en la parte posterior de la cabeza y la sangre manando de la boca sobre los cereales.

No puedes permitir que eso le pase a otra madre. No puedes permitir que nadie más muera por tu culpa, lo que significa que esto es lo que hay; este es tu futuro: sola, en un coche que apesta, hasta que te quedes sin dinero y mueras. No. Tienes que hacer algo. Tienes que armar un plan. Un plan a cinco años, como en el colegio, pero tachando lo de solicitar becas o presentarse a Selectividad. Sustitúyelos por… Sustitúyelos por…

Lo único en lo que puedes pensar es en las cosas que le robaste a tía Katherine, en particular la pistola.

Pero no estás preparada. Tienes tanto miedo… Has luchado mucho para seguir viva.

Acabas durmiéndote. Por la mañana, conduces hasta un pueblo nuevo. Compras ambientador. Bebes algo de café. Ves un flier para la fiesta de una fraternidad esta noche. A tus amigas muertas les habría encantado una fiesta así, te habrían suplicado que te colaras con ellas. Pero la presión social ya no es problema para ti, así que en vez de eso te diriges hacia el sur en tu coche durante horas. Te enteras de la noticia días más tarde: MASACRE EN FRATERNIDAD, 14 MUERTOS.

Es terrible. Es una tragedia. Es la prueba de que no es culpa tuya, de que hay matanzas en este mundo que no te pertenecen exclusivamente a ti. No hablaste con ninguna de las personas muertas. Nada de esto es responsabilidad tuya…

Pero no puedes parar de pensar en el chico de la banda de música.

Jesús, vaya gilipollas. El típico imbécil Soy-Un-Tío-Majo, y podrías haber dejado que muriera, pero no lo hiciste y hay cierto poder en eso. Tal vez habrías salvado a más gente, si hubieras ido a esa fiesta. Tal vez si tú te hubieras cruzado con el asesino…

Bueno. No vas a averiguarlo aquí sentada.

Regresas y puede que sea un acto suicida, pero ¿por lo menos es activamente suicida? Eso suena sospechosamente poco saludable, pero estás demasiado ocupada para profundizar más en ello: la hermandad femenina compañera de la fraternidad planea un botellón en honor a los muertos porque nadie aprende nada nunca, porque ni puta idea de cuál es la definición de locura, pero la de ignorancia voluntaria es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes. Da igual. Lo importante es que hueles mal así que te cuelas en las duchas de algún gimnasio público antes de dirigirte a la casa de la sororidad. ¿Pasas por alguien de dieciocho? Nop. Pero todo el mundo está borracho, así que te dejan pasar de todas formas.

Tratas de encontrar al asesino antes de que muera alguna de las chicas. No funciona: una es ahorcada con la bandera de su misma hermandad, mientras que otra es partida por la mitad en mitad de un «hidalgo». Pero sí que logras dispararle al asesino en esa cara asquerosa de muñeca que lleva antes de que destripe a una estudiante de primer año. Bueno. Vale. La destripa un poquito, pero sigue viva cuando llega la ambulancia, lo que significa que estará bien, probablemente. De todas formas, eso sigue significando que hay doce chicas sin un arañazo. Todas ellas marcadas psicológicamente, claro, pero hay un límite para lo que puedes solucionar.

Una de las chicas borrachas te oculta hasta que se marcha la poli, y allí, bajo la cama, al lado de un montón de ropa sucia y… qué asco, un condón usado, piensas: «Bueno, hay un motivo, de todas formas. Es una clase de futuro empapado en sangre».

Pero el altruismo no llena el depósito de tu coche, así que haces que la chica borracha te de cien dólares y ropa pija que te cagas para remplazar tus vaqueros ensangrentados.

***

Esto es lo que pasa con tu nuevo futuro: es difícil y es triste, pero en su mayor parte funciona.

Viajas en tu coche de pueblo en pueblo, buscando las señales. Fiestas salvajes. Sheriffs incompetentes. Bromas letales ocurridas entre uno y cinco años antes. Encontrarlas se vuelve más fácil. Es más fácil localizar a las chicas, también, aquellas hacia las que los asesinos gravitan: chicas que se portan bien, que sacan buenas notas. Vírgenes, todas ellas.

Tú solías sacar buenas notas. También te portabas bien.

Pero la virginidad sigue siendo tu superpoder. No te mantiene viva, pero mejora tus posibilidades. Significa que puedes matar al monstruo, o morir intentándolo. Significa que eres la última en morir. Significa que encuentras los cadáveres.

Pero a la mayoría de la gente esas cosas les resultan traumáticas, así que tratas de ayudarles a evitarlo. Encuentra la masacre inminente. Localiza a la virgen. Sácala a toda hostia del pueblo y mata al monstruo en lugar de que lo mate ella.

No es una profesión para todo el mundo. Es difícil para la ropa, y no puedes follar jamás. Pero la verdad, esa parte es un bonus, porque eres la hostia de ace y es verdaderamente satisfactorio que tu sexualidad venga con ventajas prácticas como esta. No está bien pagado, eso sí. No puedes permitirte muchas cosas, incluso cuando están agradecidos. Otros son simplemente gilipollas a los que tienes que persuadir con la pistola. Tu madre estaría bastante horrorizada; no creía en la violencia, así que esa hacha en la cabeza debió ser una sorpresa especialmente grande. Pero necesitas ese dinero: para gasolina y tampones y lavanderías y armas. Comida también, aunque no siempre queda mucho para eso. En una ocasión casi te mata un imbécil con una máscara de Dobby puesta (Una máscara de Dobby) porque no has comido en dos días y te mareas cuando tratas de apuñalarle en las pelotas.

Te haces amiga de un chaval, José. Evitas hacer amigos, pero a veces ocurre: no todas las investigaciones se pueden hacer desde la biblioteca, y tienes que infiltrarte en el instituto: caminar por ahí, pretender que eres una estudiante nueva, esconderte cuando el subdirector se acerca caminando. Interrogas a José buscando chismorreos porque parece inteligente. Te sigue hasta tu coche porque, bueno, no te equivocabas.

José trata de ayudarte a salvar a Zoe la virgen y a la Corte del día de San Valentín al completo. El Rey y la Reina son casos perdidos, pero el resto habrían estado bien si el sheriff de paletos salientes no hubiera irrumpido y no te hubiera detenido por vagabundear, entre otras cosas. Teniendo en cuenta que sostenías una sierra de arco en ese momento, tienes suerte de que no te disparara sin más. Aun así, para cuando José te ayuda a fugarte el asesino ha resucitado y ha matado al sheriff, a dos ayudantes, al novio de Zoe y a la madre de Zoe.

Decapitas al asesino. No lo sientes como una victoria. Sientes la necesidad abrumadora de emborracharte hasta ver doble. Eso es justo lo que hace José. Lo obligas a beber agua y lo metes en la cama. Te agarra de la mano cuando la extiendes hacia la lámpara.

«Quédate», le farfulla a la almohada. «Por favor».

Lo mandas callar con delicadeza, le dices que él va a estar bien, pero sacude la cabeza y casi cae rodando de la cama.

«TÚ», dice muy alto, señalando. «No te vayas. Tú no lo estás. No…»

Nadie antes te ha pedido que te quedes. Puede que llores un poquito, pero él está demasiado borracho como para darse cuenta.

Pero no es seguro quedarse, y, de todas formas, está equivocado: estás perfectamente.

***

Esto es lo que pasa cuando no te quedas en ningún lugar: los pueblos se desdibujan los unos en los otros hasta que un día, unos diez meses después de escaparte, estás de regreso en California. Acabas en este pueblo con dos semáforos en el que un enterrador de alguna forma se empaló a si mismo con su propia pala, pero eso fue un desafortunado accidente, y ¿esos adolescentes desaparecidos? Haciendo pellas, claramente. No puede ser nada más que eso: después de todo, esto no es la gran ciudad.

Encuentras a la virgen casi de inmediato. De hecho, ella te encuentra a ti: Joey Santiago, 17 años, llamada así por Josephine Baker y Joey Guerrero y también, te cuenta de forma confidencial, Joey Potter. No sabes qué hacer con esa información porque no sabes quienes son ninguna de esas personas, pero ella ya está dándote una botella de agua mientras metes en el depósito los últimos cinco pavos que te quedan.

Al parecer, Joey y su madre tienen la casa llena de perros rescatados en acogida, y tú eres el equivalente humano de un cachorro triste y hambriento con la cola rota. Ella insiste en que vayas a cenar a su casa.

La señora Norwood es una mujer negra y guapa cerca de los cuarenta: es alta, musculosa y tiene el pelo rubio cortado muy corto. Pregunta con delicadeza si te gustaría ducharte, y te encuentra un pijama rosa absurdamente largo para que te lo pongas, y te carga el plato con más comida para llevar de la que has visto nunca. «No te preocupes por el dinero, cariño», dice. «Tú come, e igual mañana podemos hablar de la situación en la que vives».

Quieres desesperadamente seguirles el rollo. Esta gente es tan amable, y tú estás tan cansada, y estas putas empanadas están tan buenas que estás a punto de llorar… pero no puedes jugártela. La señora Norwood es negra, y Joey es negra y filipina, y todas las personas racializadas, pero especialmente las asiáticas, tienen mayor probabilidad de morir en estas situaciones, sean vírgenes o no. Por no mencionar que viven en un establo reformado con mala cobertura telefónica y seis perros, y el único motivo por el que el asesino no está aquí ya es porque las medio hermanas de Joey viven a una hora de distancia con su padre. No hay suficientes víctimas para una matanza adecuada.

Así que se lo cuentas tan cual y esperas a las inevitables preguntas sobre tu cordura. En su lugar, la señora Norwood coge la mano de su hija y dice «En esta casa, creemos en los asesinos enmascarados. También en el calentamiento global». Y Joey está temblando, pero sus ojos están enfocados. «¿Me dejará en paz si no soy virgen? Porque de todas formas es un constructo social y mi novio vive a cinco minutos». Y la señora Norwood hace una mueca, pero eso no le impide preguntar «¿Funcionará? Porque tengo condones», y te juras a ti misma, en ese momento y en ese lugar, que protegerás a estas personas especiales a toda costa.

Desafortunadamente, en ese momento suena el timbre y seis chicas adolescentes se apiñan en la puerta con regalos y un pastel de cumpleaños del supermercado. La fiesta sorpresa de Joey iba a ser mañana, pero una de las chicas tiene que hacer de niñera y otra tiene una competición de animadoras, y antes de que la señora Norwood consiga echarlas, las luces se cortan y un perro, que ladraba ruidosamente, de repente guarda silencio. «Es demasiado tarde», dices, «ya está aquí».

Dos chicas asumen inmediatamente que es una broma. Les respondes que se equivocan, y ellas dicen cosas horribles sobre ti y sobre manicomios. Joey explota, algo maravilloso, pero también inoportuno porque te distrae y te impide evitar que una de las animadoras aterradas corra hacia la puerta. Para cuando la señora Norwood logra calmar a todo el mundo, queda claro que nadie va a ir a ningún sitio: todos los coches tienen el cable de alimentación cortado y la animadora tiene la cabeza cortada.

Todo el mundo grita mucho.

Haces que todo el mundo regrese al interior de la casa. Eso incluye a los perros, también al negro y pequeño, que definitivamente va a perder esa pata pero que sorprendentemente no ha muerto todavía. Hace mucho tiempo que no te puedes permitir balas, pero recoges todos los cuchillos que hay en la casa, todos excepto las tijeras de cocinar, que han desaparecido misteriosamente. Después reúnes a las chicas en el salón, para tratar de sobrevivir hasta el amanecer.

Lo conseguís durante 57 minutos, el tiempo suficiente para comer dos trozos de pastel y una tonelada de chismorreo de instituto: Madison, la rubia que se comportó como una gilipollas contigo, solía salir con el novio de Joey. Charlotte, la morena que se comportó como una gilipollas contigo, odia a Sam porque la venció en el lanzamiento de jabalina femenino. Sam, la única chica negra a parte de Joey, cree que Emma es muy básica; también que es una golfa. Emma, que blande ambos términos con orgullo, podría ser guay si no dijera constantemente cosas como «No soy racista, pero…». Y la niñera, bueno. Ni siquiera sabes su nombre porque no ha hablado desde que murió la animadora. Los esfuerzos de Joey por consolarla van bien hasta que Emma, ignorando por completo todo lo que les has dicho, se acerca demasiado a una ventana. Queda empalada rápidamente por la tripa y su cuerpo es arrastrado fuera.

La niñera se medio desmaya. Tú sellas la ventana, pero ahora hay alguien más chillando: un chico, en algún lugar de la parte trasera. Charlotte dice que es su novio, Jake, o tal vez es el novio de Joey, Tyler; ambos iban a colarse con cerveza después de que la señora Norwood se fuera a la cama. «Tenemos que ayudarles», insiste Charlotte, y sale corriendo por la puerta trasera hacia la oscuridad. Se escucha un sonido extraño, como de gorgoteo. Después, nada.

Pronto, alguien emerge de entre la niebla.

Es Tyler. «Están muertos», dice, sangrando por un sitio no vital. «Oh Dios mío, están muertos». Quieres matarlo ahora mismo, pero nadie te deja. Ni siquiera te dejan atarlo, una concesión obviamente razonable, probablemente porque insinúa que estás loca y obsesionada rollo lesbiana con Joey. Madison al parecer cree tanto en las lesbianas homicidas que te ataca y todo; le retuerces los brazos hacia la espalda y gritas «Joey, ¿por qué eres amiga de esta gente horrible?».

Nadie tiene una buena respuesta para esa pregunta, pero Sam sí que pregunta dónde está el coche de Tyler. Tyler piensa que eso no importa. «Probablemente, el asesino también cortó mi cable de alimentación», dice, pero lo único que consigue eso es que Joey retroceda. «No te hemos dicho nada de los coches», dice, y Tyler es todo «Uups» antes de arrancarte a Madison de las manos y clavarle el cuchillo en la cara.

En esta ocasión no solo gritan las chicas; Tyler también lo hace porque es uno de esos tipos, que se ríe como un maníaco mientras avanza acuchillando como si fuera un Robin Hood borracho. No te molestas mucho en esquivarle, simplemente deslizas un cuchillo para deshuesar directamente en su corazón.

La boca de Tyler forma una O, y muere.

Qué. Fácil.

La señora Norwood abraza a Joey, y Sam abraza a la niñera, y tú te quedas ahí de pie mirando tu brazo izquierdo. Duele la ostia (Tyler te ha dado un buen tajo), pero solo hay una mínima cantidad de sangre en tus pantalones y camiseta.

Demasiado. Fácil.

«No se ha terminado», dices, pero la señora Norwood no te oye y abre la puerta trasera. «Voy a mirar cómo están las otras», dice, y tú gritas…

Pero alguien ya la ha apuñalado con las tijeras de cocina.

El asesino es alto y delgado, lleva una túnica negra y una máscara de demonio. La señora Norwood se derrumba a sus pies, mientras Joey chilla y Sam se gira y sale corriendo. El asesino rompe una escoba cercana sobre la encimera y la lanza hacia delante. Atraviesa el pecho de Sam y se clava en la puerta delantera. Ella cae de frente, medio colgada y muerta.

Vuelves a mirar a la señora Norwood. Durante un segundo, no puedes moverte. Durante un segundo, ni siquiera estás en esta casa.

Pero entonces, se levanta.

Su piel está cenicienta y su frente perlada de sudor. Las tijeras siguen atrapadas en su hombro. Pero está de pie, y cuando el asesino de la máscara de demonio pasa a toda prisa por delante de ella, la señora Norwood lo empuja hasta el comedor. Inmediatamente se colapsa de nuevo, pero es suficiente para despertar tu cerebro. Le das una patada al asesino en la máscara de demonio; el asesino coge una silla y te golpea lanzándote hasta el salón. Algo chapotea desagradablemente bajo tu cuerpo. Crees que es un cuerpo explotando en sangre y crema, pero por supuesto que solo es el pastel a medio comer de Joey.

Unas manos rodean tu cuello, entonces. Extiendes la mano buscando algo, cualquier cosa. No puedes respirar. No puedes… pero tus dedos agarran algo al mismo tiempo que apartas la máscara de un golpe.

Por supuesto. La morena gilipollas. El lanzamiento de jabalina femenino. La que salió corriendo para “rescatar” a su novio.

«Vete a la mierda, Charlotte», resuellas y le clavas el tenedor de plástico de la tarta en el ojo.

Charlotte grita y retrocede. Saca un puto machete de verdad, pero Joey le da una patada en la cabeza estilo futbolista. El machete sale volando.

Tosiendo todavía, lo atrapas y lo empujas exactamente en el interior de la boca mentirosa de Charlotte.

Ahora. Ahora estás cubierta de la suficiente sangre como para que esto se haya acabado.

Moverse duele. Lo haces de todas formas, te tambaleas hasta el bolso de Charlotte mientras de manera inexplicable unas sirenas aúllan cerca. Charlotte tiene diez dólares, lo que no es ni de lejos suficiente como para pagar la reparación de tu coche. Tyler no tiene nada de efectivo.

Lo que sí tiene son unas llaves de coche.

«Cariño», dice débilmente la señora Norwood. «Tu brazo».

Tu brazo no es nada. Está bien. Puedes coserte a ti misma más tarde. Eso no parece convencer a la señora Norwood y trata de levantarse de nuevo, pero está mareada por la pérdida de sangre y casi pierde el conocimiento. Joey, apretando su mano, rompe a llorar. Ninguna de ellas trata de sacar las tijeras. Las quieres muchísimo.

Pero ellas no pueden quererte, la criatura salvaje que eres, e incluso si lo hicieran…

No. No puedes arriesgarte. No lo harás.

La niñera hace un ruido débil. Cierto, olvidabas que estaba viva todavía. Deberías cogerle dinero a ella también, ya que no ha hecho nada productivo en toda la noche, pero en realidad no te ha tratado como una mierda y te sientes mal robándole a una chica traumatizada. Le dices que todo va a ir bien. La ambulancia casi ha llegado. Todas estarán bien, probablemente.

«No tienes que marcharte», dice Joey…

Pero te marchas. Claro que te marchas.

***

Esto es lo que tiene marcharse: acabas en un pueblo a diez minutos de casa porque ahí es donde se le acaba la gasolina al camión de Tyler.

Sales de un salto con una idea vaga de llegar a la gasolinera; en vez de eso, acabas en el cementerio donde está enterrada tu madre. Y tu mejor amiga. Y tus otras cuatro amigas y sus novios, también. Todavía llevas el pijama rosa ensangrentado de hace dos días, pero es medianoche y no hay nadie cerca para darse cuenta. De todas formas, lo importante es hablar con tu madre, pero ¿qué puedes decir? ¿«Siento que estés muerta, mamá»? ¿«Siento ser todo lo que no querías que fuera»?

Nunca has podido arriesgarte a estar borracha. Pero ¿ahora mismo? Necesitas emborracharte tanto que te olvides de tu nombre.

Así que coges los diez pavos y te compras la botella de wiski más barata que encuentras. El cajero se asusta por tu ropa, pero también está muy colocado; además, le ha vendido alcohol a una menor, así que con suerte no llamará a la poli. Regresas andando al camión y empiezas a beber. Sabe de culo. Sigues bebiendo. No sabe tan mal. Sigues bebiendo. No sabe a nada. Sigues bebiendo.

Alguien se sienta en el asiento del copiloto. Probablemente estás a punto de morir.

La persona se convierte en la señora Norwood. Eso crees, vamos; su cara no deja de formar ondas. Una alucinación, entonces. Eso está bien. A las alucinaciones puedes contarles la verdad; de todas formas ya conocen todos tus secretos. Tratas de contarle muchas cosas, como lo que pueden hacerle las hachas de incendio a los cráneos humanos o cómo a veces ves a tu madre en sueños, pero su cabeza se parte en dos y se abre más y más cada vez que te dice que te quiere. Y entonces la señora Norwood está bebiendo de la botella, qué, ¿cuándo cogió la botella? Y tú estás fuera, en algún sitio, vomitando, y la señora Norwood te está diciendo que todo va a ir bien, y estás tumbada en el asiento trasero de algún coche, y no puedes verla, pero ella sigue diciéndolo.

«Ahora estás bien. Estás a salvo. Duérmete. Duérmete».

Así que te duermes.

***

Esto es lo que pasa cuando te desmayas en un coche que puede que fuera una alucinación o puede que no: no tienes ni puta idea de dónde estás cuando te despiertas, y joder, te sientes hecha una mierda. Hay agua al lado de tu cama con una nota que dice “BÉBEME”, y en absoluto deberías hacerlo, pero tienes sed, así que… Si abres la puerta y mueres acuchillada por un hombre con una máscara de Sombrerero Loco, será solo culpa tuya.

Abres la puerta e inmediatamente eres atacada por seis chuchos peleones. El más pequeño solo tiene tres patas. Le coges con delicadeza y bajas las escaleras.

La señora Norwood está en la cocina, moviéndose lentamente. Transportar tu culo borracho por ahí no debe haberle venido muy bien a su hombro. Te sirve un plato de comida contra la resaca y añade más cada vez que protestas. Después de un rato te das por vencida y comes. «¿Dónde está Joey?», preguntas.

«En casa de su padre», te dice la señora Norwood. «Es probable que nos mudemos. Tú te vienes con nosotras».

Casi te atragantas con la comida.

Le dices que no hace falta que haga eso. Te trae otra botella de agua. Le dices que puede ayudarte a pagar la reparación del coche. Ella responde que tu coche huele a pis y que debería enviarse al desguace inmediatamente. Le dices que estás bien. Ella responde que eres una mentirosa. Le dices que eres peligrosa. Ella responde que tu tía Katherine también es una mentirosa, y que todos en tu pueblo son unos mierdas, por echarle la culpa a una niña de los monstruos en la noche. Le dices que tienes 18 años, lo que está a un año y tres meses de distancia de la verdad. Ella responde que eres una niña y que estás jubilada de esta vida de perseguir asesinos, por lo menos hasta que termines la universidad. Le dices que fue elección tuya marcharte, elección tuya pelear, elección tuya vivir de la forma en la que vives. Te mira de cerca y pregunta «¿Lo fue?».

Te echas a llorar.

Te deja lloran en su hombro. «Te quedas», dice con firmeza, y después de un rato, tragas y dices: «Vale».

***

Esto es lo que tiene quedarse en un lugar: a veces es difícil no ser la que toma las decisiones. A veces, las reglas de la señora Norwood son estúpidas. A veces, Joey y tú peleáis por cosas estúpidas. Y los asesinos regresan, ocasionalmente: vas a una fiesta de Navidad y encuentras un cadáver bajo el árbol, pero la señora Norwood atraviesa la puerta con una sierra eléctrica y la puntería de Joey con el rifle ha mejorado mucho, y todo lo que tienes que hacer tú es chocolate caliente y limpiar la sangre de los regalos. A veces, tienes miedo de tocar a tu nueva familia; a veces, piensas que deberías huir para protegerlos. Pero la mayor parte del tiempo, instauras las Noches de Cine de los viernes y comes lo que quieres. La mayor parte del tiempo, recibes abrazos antes de irte a dormir. La mayor parte del tiempo, sigues añadiendo cosas a tu plan a cinco años.


Carlie St. George duerme por el día, trabaja por la noche y se alimenta principalmente de azúcar. Es graduada de Clarion West y su trabajo ha aparecido en las revistas NightmareStrange Horizons, y la antología The Year's Best Dark Fantasy & Horror, entre otras publicaciones. Sus disecciones, hechas desde el cariño, de películas, programas de TV y la cultura pop friki pueden encontrarse en el blog My Geek Blasphemy.








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